jueves. 25.04.2024
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Días, amores y odios

Julio César Salas

Días, amores y odios

Tengo la rara fijación de insistir en que la gente respete los días y meses del año como si se tratara de personas.

Me explico: la mayoría de la gente odia los lunes por ser inicio de semana y festeja con alegría la llegada del viernes porque significa descanso, diversión y oportunidad de hacer cosas diferentes a las laborales.

Apenas llega noviembre y la gente piensa de inmediato en Navidad, como si el onceavo mes sólo tuviera dos días.

Para cuando llega enero ya piensan en julio sólo porque es el periodo largo de vacaciones. Entonces, ¿dónde quedaron febrero, marzo, abril, mayo y junio?

Se trata de respeto incluso a uno mismo. ¿Cómo pretendemos cambiar las cosas si no estamos de acuerdo con los procesos?

Para festejar el Año Nuevo es forzosamente necesario haber recorrido otros 364 días previos. Si el año fue bisiesto, agregue otras 24 horas más.

Se trata de enseñanzas de las pequeñas cosas que hay en la vida, y aunque suene cursi, hay que festejar por igual un día asoleado que otro con lluvia o calor.

Imagine que se trata de una pared y cada ladrillo es un día de la semana. Al final no querrá ver huecos que debiliten la estructura de la barda, porque sería imposible continuar con la construcción si quitamos todos los lunes, o los días lluviosos, o los martes y viernes 13, sólo por mera superstición.

Yo nací un 23 de julio y desde niño me llamó la atención que mientras todos tenían un santo o dos, y un solo cumpleaños para celebrar, yo festejaba 31 días por el simple hecho de llamarme como el séptimo mes del año.

A eso le vi otras ventajas como preparar mi precumpleaños con 22 días de anticipación y luego, cuando pasaba, tener otros ocho días para rematar las fiestas.

Además, cada día que se vive tiene su propia cualidad y enseñanza, buena o mala: para componer una sinfonía es necesario conocer todas las notas musicales, porque sólo con la adecuada combinación de tonos se puede alcanzar una bella melodía.

Tal vez no se trate de amar los días del calendario, sino cada mañana, tarde y noche, con el cúmulo de conocimientos que nos dejan las 24 horas del día.

Debo reconocer que le tengo cierto odio a fechas en específico, como el 22 de julio y el 28 de diciembre, que son los días de aniversarios luctuosos de mis padres. Cuando el calendario se aproxima simplemente respiro y los acepto tal y como son, pero no como un día más; ya no pueden serlo.

En cambio hay otros que espero con ansia como el 2 de mayo, el 31 de julio, el 26 de septiembre y el 4 de diciembre, que son los cumpleaños de mis hijas y esposa y el día de nuestro aniversario de bodas.

Un 2 de noviembre empecé a trabajar en los medios de comunicación, recibí mi primer sueldo un 9 de noviembre; el 6 de agosto cumple años mi madre y dos amigos muy queridos, mi esposa Ana Lucía y yo fuimos novios un 8 de diciembre, me declaré un 14 de febrero y me casé al civil el 25 de septiembre.

Un 6 de enero nació mi primer sobrino, mi hermano Mario cumple año el 13 de enero y él siempre ha dicho que los días 13 no son de mala suerte… y le creo.

Conozco cada fecha especial, sea lunes o no, porque aprendí a vivir cada segundo de manera plena y aceptar errores y mejorar los aciertos.

Este 31 de diciembre diré adiós a un año complicado, difícil de digerir, que me enseñó a que los planes también están para ser destruidos.

El 9 de agosto robaron mi domicilio y se llevaron algo más que aparatos eléctricos: la tranquilidad de mi familia.

A partir de ese día vinieron situaciones económicas que tuvimos que sortear como familia, y los días entonces fueron más largos, pesados, monocromáticos.

Pero aunque se tarde siempre, siempre hay un nuevo despertar y entonces todo volvió a cierta normalidad. Aún ahora cuando escuchamos ruidos nos sobresaltamos.

Pero el día 9 de agosto no eligió ser marcado por mi destino como el día en que iban a robar a mi casa. Pudo ser el 1 de septiembre o el mismo 23 de julio: todo fue circunstancial.

He escuchado a muchas personas que conozco que esperan con ansia que termine el 2013 porque, en sus propias palabras, no fue un buen año.

Seguramente habrá quien piensa lo contrario y en este año que concluye encontraron cambios positivos, retos que se cumplieron y nuevas metas para seguir creciendo.

Es muy probable que al momento de probar las 12 uvas que semejan cada mes del año tendré presente las fechas especiales que se fueron acumulando en mi vida, incluyendo sobre todo los malos momentos que me enseñaron el valor de ser humano y que acrecentaron el amor a mi familia.

Viene 2014 y ya dicen que será complicado; pero cómo degustar el sabor de un pastel si ni siquiera se ha probado.

Lo que veo desde un punto de vista personal son 365 oportunidades para seguir aprendiendo, espero con ansia desde el 1 de enero hasta el mismo 31 de diciembre, deseo cosas positivas, aunque me preparo emocionalmente para afrontar los malos momentos.

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