Es lo Cotidiano

Un día sí y otro también

Julio Edgar Méndez

Un día sí y otro también

“Cuando te hablen de amor...” como diría José Alfredo, por lo regular es con el fin de obtener algo a cambio. La moneda emocional de curso legal sigue de moda a pesar de los pesares. Amamos lo que vemos y lo que no vemos. Nos aman, o eso nos dicen, aquellos quienes dependen de nosotros en lo económico o emocional. Amor, lo usan como sustantivo cotidiano en todos los niveles socio-económicos. Desde el “amorcito corazón” hasta el “mi amor, ¿vamos a ir a París de vacaciones?”

Luego entonces, ¿qué es amor? ¿Qué es lo que nos ha llamado o hemos nombrado como amor en este año que se acaba (o más bien, ya se acabó)? ¿Entonces, cuando te hablen de odio? No necesariamente es lo opuesto del amor, sino un estado menos elevado pero más intenso. Del odio al amor... sólo hay un paso, pero del amor al odio ni siquiera hay que caminar, van de la mano. Seguramente no es tu caso, estimado lector, pero durante todo el año ambas emociones nos acompañan un día sí y otro también.

A principios de enero pasado estábamos todavía con el amor en la punta de los abrazos de felicitaciones. Pudimos ver a parientes y amigos quienes con su ausencia nos recuerdan cuánto los queremos... hasta que llega la cuenta de los gastos. Apenas va terminando el primer mes y empieza febrero, cuando el barniz del amor se comienza a oscurecer. De pronto nos damos cuenta de que la bolsa de donde salieron regalos y cenas SÍ tiene fondo y hasta agujeros. La mente nos juega malas pasadas. Ya no recordamos lo bonito de los abrazos, ahora recordamos a los gorrones que como buitres se abalanzaron sobre las cenas y los presentes. Hasta a la pareja le echamos la culpa. “Tú y tus parientes que sólo aparecen cada año y durante el resto del tiempo ni una llamada por teléfono”. Los usureros y casas de empeño son ahora el objeto de nuestra atención, les hablamos de amor para que nos presten, mientras los odiamos con toda el alma por los intereses ilegales que ya son de orden común. Las tarjetas de crédito parecen tener lumbre de la zarza de Moisés, nada más vemos cómo arden pero no se consumen. Y no hay dios que nos hable, sino cobradores que insisten en romper el encanto de haber comprado afecto a raudales. Pero en fin, llega el 14 de febrero y ¿quién puede decir que no es más bello demostrar amor, una vez más, con un regalote que apenas quepa en la cochera o casi le desprenda el brazo al objeto de nuestras pasiones carnales? Eso de regalar afecto está muy choteado, lo mejor es demostrarlo. Al fin que dinero es lo que le sobra a algunos en este país. Lo pedimos prestado –de nuevo-  y lo acumulamos a nuestra deuda eterna, que ya llegará la muerte a saldar nuestra cuenta. Aterrizamos en un marzo menos malo, con bonitos soles y lunas. Florecen los cerezos, dicen, y la primavera nos ataca con toda premeditación. Hay que irse preparando para las vacaciones de Semana Santa. Ni modo de llevar la ropa del año pasado, o la misma pareja. ¡Hay que cambiar, señores y señoras! Que para eso sirve el amor también, para terminarse. Nada es eterno, ni el odio, porque al regreso de vacaciones sigue ahí, latente, agazapado en nuestro corazoncito que llora de desesperación al ver que las deudas no se fueron de vacaciones, ni los problemas nacionales, con eso de que tenemos puros asnos en los congresos estatales y nacionales. A esos no les llega afecto, aunque por supuesto que lo compran, y no nada más con tarjetas de Soriana, sino por medio de contratos millonarios y millonarias transas. A esos políticos hijueputas (así les dicen en Colombia) nada más los odiamos. Abril se va como agua y mayo llega como aguacero. Hay que demostrar nuestro amor con regalos, cenas, serenatas y mentadas de madre, que también sirven. En junio es más ligera la carga, a los padres ni quién los pele, están mejor en el asilo, ahí les llevaremos el poquito amor que alcanza en efectivo. Julio y agosto son para ahorrar energía porque septiembre nos dejará agotados del bolsillo y el corazón. Esa maestra que recordamos con afecto se vuelve una bruja dinerera que sólo piensa en cómo sacarnos la lana durante el inicio de año escolar. Octubre y sus lunas inspiran poemas y canciones, pero si las quieres regalar te las reciben con una sonrisita de: “dejaras de ser asalariado”. Una vez más, quieres dar amor y te provocan el odio. Ya entrados en los meses finales se nos ha olvidado que la pareja nos cambió por alguien más, las deudas son mayores que al principio pero pues más se perdió en la guerra y nadie llora, al fin que ya volverán las fiestas y las posadas, hay que armarnos de amor, con un corazón renovado y cargadas las bolsas del alma con piedras del odio que ya iremos tirando a quiénes se nos atraviesen sin comprender todo el afecto que llevamos en nuestros atribulados corazones, verdaderos ciudadanos irredentos de un México sin pies ni cabeza.

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