martes. 23.04.2024
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Cuentos desde la pachequez

Cuentos desde la pachequez

El tránsito desde el oficio actoral hacia el ejercicio detrás de cámara, si bien está lleno de ambiciones legítimas, suele presentarse accidentado y en muchas ocasiones, con resultados menores y francamente, hasta influenciados por trabajos de los que han fungido como mentores.

Esto le ocurrió a Tim Robbins (Dead Man Walking) bajo la sombra de un gigantesco Robert Altman, a Robert de Niro (A Bronx Tale) con un temperamento cercano al de su maestro Martin Scorsese y ahora ocurre lo mismo con Ryan Goslin, aspirante de primer orden para trabajar dentro de los parámetros del esteticismo posmoderno en un estilo plagiado a Nicolas Winding Refn (Drive, Only God Forgives), realizador europeo que por razones ajenas a sus películas, tiene cierta reputación en el festival de Cannes.

Es esta notoriedad lo que posiblemente orilló al novel realizador al intento de remedar la cosmetología preciosista de su cineasta predilecto. Es tal la mímesis de Lost River, que si hubiera sido firmada por el director danés, nadie hubiera objetado; es más, hasta es probable que se la hubieran cargado con la silbatina de rigor. Fotografiada por Benoït Debie, colaborador de Gaspar Noé y una de las referencias del propio Winding Refn, la película trastabilla en su densa abstracción, desde la fallida concepción de un teatro guignol que intenta apartar del crudo entorno a una madura perdedora en busca de la redención. En medio de un páramo miserable, es muy difícil de tragar la existencia de un club por el estilo, por más que se recurra a la alteración de la realidad circundante para introducir al espectador a un ambiente malsano.

Sin duda, Goslin intenta crear una visión personal de la América Profunda con devaneos al onirismo, ese universo abandonado a sus excesos y en las fronteras del miserabilismo tercermundista, pero sin la contundencia de la feroz mirada de David Lynch, a quien se le profesa una admiración –y uno que otro plagio- en varios de los cuadros que componen la película.

En realidad, la pachequez del realizador no es lo suficientemente interesante para profundizar el análisis. Por otra parte, Lost River es un film que no admite una lectura profunda, ya que carece de cualquier atisbo de complejidad. En pocas palabras, se trata de un churro con postales embellecidas artificialmente para encandilar a los bobos exégetas del arte y ensayo. Las acciones son tan parcas e incongruentes, tan irrelevantes y banales, que es prácticamente imposible que el espectador desvíe la mirada para atender asuntos más cordiales, o se aburra como una ostra, dado el ritmo aletargado de la propuesta, o de plano aproveche para echarse una jeta.

Sin duda, estamos ante una visión de mamarrachos proclives al pandillerismo, el ejercicio impune de la violencia y la necesidad de subsistencia como se pueda, la manifestación de una sociedad decadente en un espacio y un tiempo indeterminado. Si fumamos de la misma yerba, a lo mejor la terminaremos por asimilar cabalmente y no eremos en la grosería de abuchearla, como le ocurrió merecidamente en el festival de Cannes.

Lost River (Sin Título en Español)/ D y G: Ryan Goslin/ F en C: Benoït Debie/ E: Nico Leunen y Valdís Óskarsdóttir/ M: Johnny Jewel/ Con: Christina Hendricks, Iain De Caestecker, Saoirse Ronan, Matt Smith, Ben Mendelson y Eva Mendes/ P: Bold Films, Marc Platt Productions, Phantasma. EUA. 2014.   

Para ver el tráiler de Lost River: https://www.youtube.com/watch?v=B3G_6zWK0A8