viernes. 19.04.2024
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Espíritus chocarreros

Espíritus chocarreros

No hay duda, Sam Raimi, el sorprendente “auteur” de Evil Dead, la película que se promocionó como “la experiencia de terror puro” allá por la década de los ochentas, ha terminado por convertirse en su faceta de generador de proyectos, en un mercachifle que a través de la firma productora Ghost House Pictures se ha dado a la tarea de despedazar el legado de varias películas del imaginario terrorífico clásico, aprovechando la memoria de corto plazo de los espectadores contemporáneos.

Es tal su desenfreno y voracidad, que le importó un bledo incluir en la lista de sus adefesios posmodernos a su emblemático título.   

Y en congruencia con sus afanes delirantes, le tocó turno explotar en connivencia con Steven Spielberg el relato de Poltergeist (1982), una película de descomunal éxito en la década de los ochentas y que ajena a la leyenda negra que involucra a varios de sus histriones, aún contra la manifiesta naturaleza dual impresa por sus principales responsables (Tobe Hooper en la realización y el metiche de Spielberg en la producción ejecutiva metiendo mano de más), el director de La Matanza de Texas (1974) logró cuajar estremecedores y genuinos momentos de terror, en la que fue catalogada sino la mejor, uno de los imaginativos relatos sobre el asunto de la casa embrujada poblada de espíritus chocarreros y que hacen la vida imposible a una familia de pensamiento alivianado (de sanas costumbres como fumar mota en la intimidad del hogar en bragas, imposible de creer para un producto de estudio), asedio en un ánimo castigador derivado probablemente de la mentalidad conservadora del autor de E.T. y verdadero demonio de la película.

Ahora bien, la visión de Gil Kenan arranca de manera promisoria con un apunte mordaz. A diferencia de su predecesora donde poco a poco se va instalando la anormalidad en la cotidianidad de la familia Freeling, aquí el terror ya es parte de la cultura cibernética enajenante, como un mero divertimento. Así la connotación de “Juegos Diabólicos” adquiere el sentido que buscaba por otros medios la versión de los ochentas, enfocándose en la televisión como la extensión de una pesadilla infernal, afectando primordialmente la frágil psicología infantil. Con este cliché el espectador comenzaba su proceso de empatía al saber con certeza que los desperfectos hogareños en realidad presagiaban la manifestación de una fuerza demoniaca fuera de cualquier lógica.

Sin ser santo de mi entera devoción, la propuesta del buen Tobe se daba su tiempo para establecer situaciones –como tomar a chunga los diferentes fenómenos paranormales en principio inocuos y que servían para entretener a los infantes-, desarrollar la trama por niveles decentes en el manejo del suspenso y juguetear con la tecnología gráfica y animatrónica que le proporcionó Industrial Light & Magic, la factoría de George Lucas y cuya otra leyenda afirma que se utilizaron cadáveres reales para la secuencia de la cloaca, lo que podría explicar su verismo estremecedor.

Poltergeist 2015, como se le empieza a conocer, carece de la mayoría de estas virtudes. Incluso, para los estándares de la época, las imágenes CGI lucen francamente chafas, como obtenidas de un computador de saldo, enfatizando la pobreza de la concepción y el resultado final, efectista hasta la madre.

El trabajo de caracterización también tiene sus asegunes. Por una extraña razón, el variopinto cumplidor y a ratos irritante actor de carácter Sam Rockwell, no logra equiparar la transmisión  del temor, el dolor de la pérdida, el desconcierto y la desesperación del paterfamilias Steve Freeling, en una película anacrónica sí, pero más impactante que la actual a pesar de que la mayoría de sus aciertos visuales ha perdido gran parte de la efectividad, en aquellos tiempos, de vanguardia. Y aun así, la viejita posee mayor cochambre no obstante la férrea supervisión del “Midas” del cine, ejemplificado en el visceral despellejamiento del rostro de un miembro del equipo de parasicólogos, un gore con clase y estilo; la vagina devoradora gigante que intenta secuestrar a Carol Anne en una inesperada segunda manifestación paranormal donde se aprovecha para reafirmar toda la onda de la filosofía New Age y “el nuevo alumbramiento” que nos asesta una impresionante Zelda Rubinstein. No puedo dejar de mencionar la rara entidad fantasmal de morfología indescriptible que aterroriza a Diane, en un filme que a esas alturas se vuelve una orgía de luces, pirotecnia visual y aparecidos de todo tipo, excesivo hasta para el terror.

Por desgracia para los chavos de hoy, el artesano impersonal del refrito tira las cartas demasiado pronto y la otrora odisea macabra se convierte en un cuentito ilustrado de fuerzas gandallas, que ni asustan ni sorprenden pero cómo se la pasan chingando.

Poltergeist (Juegos Diabólicos)/ D: Gil Kenan/ G: David Lyndsay-Abaire basado en el argumento de Steven Spielberg/ F en C: Javier Aguirresarobe/ E: Jeff Betancourt y Bob Murawski/ M: Marc Streitenfeld/ Con: Sam Rockwell, Rosemarie DeWitt, Saxon Sharbino, Kyle Katlett, Kennedi Clements y Jared Harris/ P: Metro-Goldwin-Meyer, Ghost House Pictures, Vertigo Entertainment, TSG Entertainment y Fox 2000 Pictures.