viernes. 19.04.2024
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Entre FIAC, FeNaL y la nada: Crónica de una reunión difícil

Entre FIAC, FeNaL y la nada: Crónica de una reunión difícil

Muchas veces he rehuido a las juntas. Siempre me han parecido tremendamente aburridas. Pero esta vez me hice labor de convencimiento. Si quiero saber qué ocurre y cómo suceden las cosas en el Instituto Cultural de León (ICL), debía asistir a dichos encuentros. Así que pasé al Oxxo por una dosis de amabilidad y sonrisa líquida de quince pesos y me apoltroné en una silla.

Sé que mi natural charm y stardust (ese gran don de gentes, pues) me ayudarían a poder soportar tremenda sesión sin abrir el pico. Lo hago público, lo logré. Por más que varias intervenciones intentaron que perdiera los estribos, aguanté como los grandes: sentado y tomando algunas notas que ahora compartiré.

Mi llegada fue tarde. Minutos antes de las nueve. La reunión estaba en su apogeo. El Director de Desarrollo en las Artes explicaba con la claridad del agua de caño cómo se había gastado ocho millones de pesos en la Feria del Libro. En la pantalla, puesta para la escena, había un montonal de datos y números que no cuadraban o por lo menos, para legos como yo, eran patrañas. Decir que hacen funciones y eventos sin dinero y sin apoyo de por medio, me suena tan real como que alguien me regale el boleto ganador de la lotería. Lo que me despejó muchas sospechas fue saber que no sólo yo estaba hecho pelotas y con engrudo en cada dedo; también el flamante director. Supongo que cuando hizo su exposición, sólo Dios y él sabían qué quería decir. Mientras esta sucedía, sólo Dios sabía de qué trataba. Porque al parecer el tema principal era la suspensión del FIAC. Intentaba por todos los medios quitarse cualquier culpa o responsabilidad. Si el FIAC se suspendió fue porque todo sube, menos los sueldos; porque la FeNaL se gastó ocho millones de pesos; porque el FONCA le daba ochocientos mil pesos para el festival, pero sólo para pagar los honorarios de los artistas, etc. No pude entender si lo querían ayudar o lo querían perjudicar al ofrecerle dinero y ayuda. Trastabilló vocalmente tantas veces que pensé que al pobre hombre se le bajaba el azúcar en aquel momento.

En cuanto calló, muchas manos de consejeros se alzaron. Yo traté de ir tomando nota de lo que decían cada uno. En verdad pensaba que el único que no sabía de qué hablaban era yo. El reclamó fue general: ninguno estaba conforme en que se hubiera suspendido el FIAC y mucho menos en que no hubiera habido la mínima cortesía por parte de la dirección general, de comunicarles que habían suspendido el evento. Excepto el presidente del consejo, todos se enteraron por la nota de internet. Según dice uno de los consejeros, será el presidente del consejo quien envíe un mail, informando y pidiendo disculpas porque los funcionarios no tuvieron las ganas suficientes para avisarles.

Los tonos fueron tantos en cada intervención. Desde los molestos que lo expusieron como un pusilánime que no sabe hacer gestión, incapaz de trabajar, poco hábil para negociar y exceso de soberbia, hasta los que, en tono maternal, se ofrecieron a ayudarle. Frases deprimentes como “no estás solo” se escucharon un par veces. Supongo que la dignidad de ese hombre quedó olvidada en otro cambio de ropa. En algún momento pensé en levantarme y abrazarlo, mientras volteaba a decirles: ya déjenlo, culeros. Ese par de segundos pasó tan rápido, en cuanto recordé que ese hombre cobra más de veinte mil pesos mensuales. ¿Quién lo contrató y por qué? Es una duda pertinente. Así como cuestionar el ¿a quién le sirve mantener a alguien así?

Cualquier persona con mínimo de dignidad hubiera agarrado sus cosas y hubiera renunciado en ese instante. Si hubiera dignidad, pues. Nuestro director de desarrollo aguantó el chaparrón con una extraña sonrisa en los labios, una mueca, y asentía a cada cosa que le decían los consejeros. Su rostro brillaba de sudor, en su camisa se dejaba ver aquella emoción cansina de quien está acostumbrado a ser humillado públicamente y sólo sudar. Supongo que la palabra ridículo en el diccionario está ilustrada por una imagen de este calibre. Triste que te cagas.

Disculpen que se los cuente, pero debí salir del recinto. Le pregunté a alguien de la oficina dónde había un baño y entré a vomitar. En ese lugar me di cuenta por qué no hubo FIAC. Y que no habrá ningún evento coherente mientras esta persona sea director de desarrollo en las artes. Y será bueno tener en cuenta que se hundió solo.