martes. 23.04.2024
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Joaquín Sabina, leonés por más de dos horas

Joaquín Sabina, leonés por más de dos horas

La espera terminó por más de ciento cincuenta minutos entre sonetos; la poesía más sentida del flaco de Ubeda, con certificado madrileño, y por más de dos horas, leonés, como ningún otro en ese pletórico Domo de la Feria, repleto de almas receptivas a los versos compuestos entre los excesos de lo que significa vivir con toda la pasión, con el corazón por delante, pues como bien dice este cirquero de la retórica; Hay que espabilarse si eres trapecista y saltar sin red.

Poeta desde la adolescencia, Joaquín Sabina empezó a colaborar a finales de los sesenta en revistas españolas de prestigio literario y crítica política. Fue exiliado político por siete años en Londres, por su entonces afiliación a la ideología de izquierda, luego de participar en un atentado a una sucursal del Banco de Bilbao, aventando una bomba molotov.

Sus primeras canciones las escribe en el bar londinense Mexicano Taverna, en 1974, donde también hacía teatro. En una ocasión actuó y cantó para George Harrison, quien lo felicitó con una propina de cinco libras. Regresó a España y sacó su primer álbum LP en 1978, Inventario, pero hasta 1984, con una propuesta más rockera y letras más ácidas se monta en la Movida Madrileña, y de ahí en adelante su éxito ha sido rotundo.

Su propuesta musical ha tocado todos los ritmos de las tierras donde se hable castellano, desde tangos hasta rancheras, que igual las canta con su voz de aguardiente. Entregado a los vicios como todo mortal, ahí uno de los maná que llenan sus letras; el otro, su pasión desenfrenada a las mujeres.

Hace pocos días, cuando empezaba su gira, Canciones para la Crisis, por México; en Tijuana sufrió una decaída, al grado de cancelarse el concierto por su hospitalización. Después de tanto tiempo de espera, los leoneses que llenaron a tope el Domo de la Feria enloquecieron al ver salir al poeta, con traje verde, camisa morada y su clásico bombín negro. Se paraba como torero, partiendo plaza y diciendo: Esta gira que planeamos nosotros, que ya llevamos mucho tiempo juntos, fue para visitar otros lugares míticos de mi México, porque yo soy tan mexicano como ustedes, que no querían pinches gachupines.

Y sí, nos llevó por más de dos horas y media de un concierto a lugares míticos de la nostalgia. Las canciones que más aclamó el público fueron 19 días y 500 noches, Siete crisantemos, ¿Quién me ha robado el mes de abril?, Contigo, Pastillas para no soñar, llueve sobre mojado, Medias Negras. Empezaba a tomar calor el concierto, cuando una de sus fans burlaba la seguridad para llegar abrazarlo con desesperación, a lo que Sabina, escapándosele, tomó el micrófono y dijo –Entiendo el desenfreno pasional de vosotras, pero déjenme cantar, coño- y así de cabreado siguió este guerrero de mil batallas el concierto en León Guanajuato, como si fuera el último.

Declamación de los mejores sonetos entre canción y canción, presentando entre versos a sus gloriosos músicos, como el bajista Pancho Varona. Ese paréntesis cuando habló de Chavela Vargas, nos compartió una de sus conversaciones con ella: "Se me acerca y me dice Chavela: oiga, usted y yo somos muy parecidos, pues hemos sido muy borrachos, pero sobre todo, muy mujeriegos". Y empezaron los acordes de su canción Por el bulevar de los sueños rotos, cantada a todo pulmón por los leoneses, entre lágrimas de tequila por las canciones que tanto cantó Chavela de un tal José Alfredo.

Otra canción que me emocionó bastante fue Princesa, en versión subida en decibeles y riffs de guitarra eléctrica, un clásico que inspiró a toda una generación musical de los ochenta, de grupos como Radio Futura, La Unión o Nacha Pop. Y nos dieron las 10 y las 11… empezaba a marcar el final de un encuentro inolvidable con Joaquín Sabina, quien ya había hablado del Cubilete y de Dolores Hidalgo atrás de esas montañas, tierras a las que regresó después de aquel Festival Cervantino que compartió con Chavela Vargas. Rozando la media noche se despedía entre orejas y rabo, en hombros por los vítores de Guanajuato salió el gladiador ubetense, prometiendo un ojalá que volvamos a vernos.

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