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ENCUADRE

Un León de película

Un León de película

Si bien es cierto que la ciudad de Guanajuato ha acaparado los reflectores de los productores cinematográficos tanto nacionales como extranjeros en una gran cantidad de filmes de diversos géneros y que se han rodado en sus calles; nuestra ciudad, la localidad leonesa, esporádicamente se ha visto reflejada en el imaginario nacional.

León, si la comparamos con la vetusta pero de innegable belleza arquitectónica que posee Guanajuato, vendría a ser algo así como la amiga feúcha y obesa de la princesa de cuento de hadas; simpática y desenfadada pero a la que es todo un reto sacar un encuadre medianamente coherente, merced a la indiscriminada mezcla de estilos arquitectónicos tan disímbolos que configuraron una urbe indescifrable para los cánones estéticos aplicados al cine.

Por el lado de la realización local, destacaría el trabajo de César Kartagena plasmado con mayor acierto en su cortometraje de aliento poético Vigilante, disponible en Youtube para quien lo quiera ver, y los hermosos y nostálgicos cuadros captados por el fallecido fotógrafo Roberto Rosas, primer cronista en esta tesitura, cuyo trabajo en formato de celuloide –titulado León Antiguo- se erige en un registro de la memoria sobre una ciudad ya olvidada en el tiempo; esfuerzo independiente que fue revelado en un cortometraje dirigido por Carlos Gerardo García de Mezquite Producciones. Éste también tiene en su currículo la ficción Sucedió en el Barrigón, producción fílmica producida en el modesto formato de 16 mm que, al menos en el aspecto técnico, se puede considerar heredero de la vocación del maestro Rosas, y un salto cualitativo sustancial en la calidad de imagen que se manufactura en nuestra ciudad.

La primera mención de importancia que tiene la urbe leonesa se da en una producción de Emilio Fernández. En Bugambilia asistimos a una recreación de época, una historia de amor imposible que ocurre en su mayor parte en locaciones campiranas y el universo de las  rancias haciendas prerrevolucionarias, propias del melodrama que hicieron famoso al también conocido como “el Indio”. Pero se queda en la pura mención, porque de verse algo que tenga rasgos identificables con la ciudad, pues no se ve nada.

A partir de este inicio monocromático, dos filmes posteriores observan de reojo a la ciudad. La primera es Un novio para dos hermanas (Luis César Amadori. 1967), comedia musical protagonizada por las gemelas hispanas Pili y Mili; el espacio fílmico construido para la película se extiende hasta la mismísima plaza principal de nuestro rancho, sin dar una razón pertinente, al menos para el espectador local que se logra dar cuenta del artilugio. En sentido estricto, la película nunca abandona las coordenadas cuevanenses. Lo mismo ocurre con la mítica Las Momias de Guanajuato (Federico Curiel. 1970), cuya Arena Isabel, adecuadamente lóbrega y en condiciones decadentes, sirve como marco genérico para una cinta que se inventa, tanto un torneo de lucha libre conmemorativo de la gesta de independencia, como un foro –ya con sus años encima- del que carecía la ciudad colonial.

La primera gran aparición de la ciudad ocurre en una producción documental. Fútbol México 70 es la crónica del fasto deportivo realizada por Alberto Isaac y narrada por el estupendo actor de carácter Claudio Brook, en una especie de docudrama que concentra su interés en los partidos llevados a cabos en diversos estadios. Con una destacable secuencia de establecimiento para el segmento dedicado a León, se puede ver el aspecto que tenía la plaza principal cuando los autos podían circular por sus calles, y hasta se alcanza a apreciar alguno de los conocidos portales. Por obvias razones, el estadio Nou Camp, testigo y partícipe de la gesta deportiva, se lleva gran parte de la atención.

Es sin embargo en la película de José María Fernández Unsaín, Los Enamorados (1972), el atípico melodrama protagonizado por Jacqueline Andere y Ricardo Blume, donde la urbe adquiere el estatus de personaje central. Rodada en gran parte en las inmediaciones del arco de la calzada y el centro histórico, el filme es un registro de una ciudad perdida en el tiempo, cuyas cirugías extremas le han cambiado el rostro de manera radical. Road Movie en toda la regla, León es testigo del paulatino romance entre una joven embarazada por un canalla burgués y el chavo buena onda de clase baja que, no obstante, se avienta sus fajes con la leonesa de moral liviana. Atención a la secuencia de entrada a la ciudad, por los rumbos de la feria y donde se muestra una innumerable cantidad de baches, lo que confirma que este paisaje lunar es una seña de identidad, y no se debe tanto a la responsabilidad de administraciones priístas o panistas. Malpensados que somos.

El impasse se vuelve considerable y la ciudad no se distingue por ser recreada con tino, vigor o al menos algo de amabilidad por parte de sus talentos oriundos, con excepción de dos o tres clips musicales de rock que sacan todo el jugo posible a la anacrónica estación del tren, el canal pluvial del malecón y hasta el estadio de beisbol Domingo Santana.

Se supone que Ella y el Candidato (Roberto Girault. 2011) rodaría gran parte de su trama en suburbios de clase alta. No hay imágenes que confirmen algo al respecto. O la improbable nota periodística que consignó el interés de la producción extranjera The Mexican (2001) de Gore Verbinski, de rodar parte de su intriga en la ciudad.

La más reciente cita de León con el cine se da con Sin Memoria (Sebastián Borensztein. 2010), thriller de fórmula en la línea de Memento de Christopher Nolan, cuyo su rodaje se llevó parcialmente a cabo en locaciones del parque Metropolitano, la colonia de La Martinica, en específico el hoyo que hay en el vetusto estadio de futbol al lado de una fábrica de calzado y otros interiores reconocibles para el espectador ducho, cuya propuesta se dio el lujo de convertir al Polyforum en un improbable aeropuerto cosmopolita. La magia del cine, dirán algunos.