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REPORTAJE

'Quiero que me entierren en Guanajuato, para convertirme en momia'

Tinieblas y su pasión por haber representado a Satán
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'Quiero que me entierren en Guanajuato, para convertirme en momia'

Satán, de dos metros de estatura y con rostro deforme y cabello ralo y enmarañado, salió del Museo de los Momias y bajó a dar un rol al centro de Guanajuato. Fue a mirar los Entremeses Cervantinos, previos al Festival Internacional al que dieron vida, pero se topó con Mil Máscaras y Blue Demon, que andaban de farra con guapas chicas cabareteras. Y cual debía ser, se dieron un tiro mientras llegaba Santo, el Enmascarado de Plata, a acabar de poner orden en esa ciudad de unos 30 mil habitantes, casi los mismos que ahora hay de más cuando hay festivales.

¡Corte! Se queda.

Era el año de 1970. Federico “Pichirilo” Curiel filmaba su película número 51. Armaba una campal en la plaza del Baratillo y persecuciones en las que subían por el callejón de una zona y bajaban por el de otra zona. 

El Pichi inició su carrera en el cine como guionista con “El Látigo Negro” en 1958 y como director en 1960 con “Neutrón, el enmascarado negro”. Era prolífico: filmó 14 películas tan solo en 1962 y aunque las historias de luchadores eran su especialidad, hacía también melodrama y chiliwestern (cine mexicano de vaqueros y rancheros): desde “María Isabel” hasta “Súper Colt 38”. Dirigió “Tin-Tán el hombre mono”; lo mismo el misterio con “Nostradamus, el genio de las tinieblas”.

En 1970 había filmado cinco películas: “Cruz de amor”, “El amor de María Isabel”, “La venganza de las mujeres vampiro”, “Quinto patio” y “Santo contra la mafia del vicio”. La última cinta en su listado era “Las momias de Guanajuato”. Como lo indica su título, los protagonistas eran los cuerpos áridos y pintaba para una cinta de terror, pero sin luchadores. Curiel cambió de opinión.

El Santo tenía compromisos de lucha libre y Pichirilo armó un esquema para dos estelares: Blue Demon y Mil Máscaras. Además de estos dos luchadores y el mismo Santo, había otro luchador consagrado: Tinieblas, quien quería incursionar en el cine. Se contactó con Rogelio Agrasánchez, productor y en ocasiones guionista de películas del Pichi.

Cuenta Tinieblas que le dijeron que no había en ese momento oportunidad para un estelar (Tinieblas nunca había actuado), pero que en cuatro meses iban a filmar “Las momias de Guanajuato” y el antagonista era una momia de dos metros de estatura. Tinieblas medía más de 1.90 y con unos zapatos con plataforma dio la altura deseada. El luchador quería actuar y aceptó el papel.

Tinieblas comenzó su carrera como fisicoculturista. Fue descubierto por Black Shadow y Dorrel Dixon, quienes lo convencieron para que fuera luchador. En 1968, un editor de la revista “Lucha Libre” tuvo la idea de crear un personaje que actuaría como rival para Mil Máscaras. Un año después de “Las momias de Guanajuato”, Tinieblas, Blue Demon y Mil Máscaras serían estelares en “Los campeones justicieros”. 

La película filmada en Guanajuato marcó a Tinieblas, quien se distinguía por tener una de las más originales máscaras del pancracio mexicano. Su personaje de Satán lo llevó a crear otra máscara con la que en la Arena Isabel, de León, mostró el estilo tradicional de lucha a nivel de lona.

Satán, que era la estrella del guion original, sólo pudo ser destruido por un Santo que llegó a última hora y sacando casi de la nada una pistola lanzallamas.

El amor por Guanajuato

“Las momias de Guanajuato” fue rodada en la carretera a Silao, en el panteón de Santa Paula, el museo de las momias, los callejones del centro histórico y en la locación más usada en la ciudad: la plaza del Baratillo. Centenares de extras aún recuerdan su participación en la cinta.

La película fue estrenada en 1972 y en pocos años se convirtió en una cinta de culto de la filmografía de El Santo. Se le empezó a conocer como “Santo contra las momias de Guanajuato” y catapultó a la ciudad como destino turístico. Luego Guanajuato se convirtió en sede cervantina, la UNESCO le dio el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, a su calle subterránea le agregaron túneles y las momias se convirtieron en referencia inevitable de ella.

2022, llegó la segunda edición del Festival Internacional de Cine del Bajío (BJX Fest) y recordaron los 50 años de estreno de la cinta. Fue entonces cuando Tinieblas regresó a esa ciudad a la que encontró muy diferente.

“Ya llegamos a Guanajuato”, le dijo su hijo y asistente. El “aquí no es” del luchador cambió cuando llegó al centro de la ciudad y reconoció los antiguos espacios donde actuó, pero ahora con la loseta cambiada por piedra de pórfido y con fachadas restauradas. “Es una ciudad hermosa”, exclamó el luchador y pidió que la parte antigua, la tradicional, fuera conservada como tal, con sus monumentos, plazas y edificios originales. “Es lógico que la ciudad crezca, pero hacia afuera, por donde llegamos” (la zona sur), que aquí se quede como está, añadió mientras señalaba los arcos del museo Dieguino.

Como Tinieblas recorrió la ciudad del teatro Juárez a la Alhóndiga de Granaditas, donde le homenajearon como Satán.

Fue un amor mutuo con Cuèvano que lo llevó a decir: “quiero que, cuando me muera, me entierren en Guanajuato para convertirme en momia. ¿Cuánto tiempo pasa para ser momia?”. Le informaron que cinco años.

Hizo otra sugerencia: “si no me hago momia o mientras me hago, que pongan en el museo la figura de Satán, tal como salió en la película, sería otro atractivo para el turismo”.

Tinieblas se convirtió en el segundo luchador (después de El Santo) en poseer una serie de cómics basados en su personaje. Su primer cómic se publicó entre 1976 y 1979. En 1991, fue creada una segunda serie de cómics llamada Tinieblas, el hijo de la noche se publicó hasta 1995.

Tinieblas caminó por la alfombra roja y recibió el aplauso del público, firmó autógrafos a niños que ahora lucen canas y arrugas y se acercaron a él niños y niñas de celular y selfie. La leyenda vive para siempre.

“Aquí, Santo”, dice el enmascarado de Plata al inspector cuando proyectaron la épica cinta; “acá Satán”, alias Tinieblas, “y que no se les ocurra usar ese nombre porque lo tengo registrado y les puede llegar una demanda”.

¡Por Belcebú, que Mefistófeles nos proteja!