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Sueños de opio

Gerardo Mares

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Joaquin Phoenix en "Inherent Vice" (2014) de Paul Thomas Anderson.
Sueños de opio

Una mariguanada, no podía ser de otra manera, es la resolución formal de esta adaptación de Paul Thomas Anderson a la novela de Thomas Pynchon, autor perteneciente –dicen los que saben- a la generación de literatos norteamericanos más entusiasmante, de la que emanan además de Don DeLillo –Cosmopolis ya fue adaptado con desigual fortuna por David Cronenberg en lo que es su película más floja a la fecha-, Cormac McCarthy y Phillip Roth.

Si hubiera forma de describir coherentemente el pastiche que nos presenta el realizador independiente, ésta sería en el rubro del cine de drogas con ciertos devaneos hacia una historia criminal, no del todo aclarada, por cierto, y más bien interesado en la descripción de los subterfugios a los que debe entrar un improbable hippie en permanente estado lisérgico pero en labores de detective privado.

Inherent Vice posee la virtud de una eficaz puesta en escena, digamos de corte convencional, en oposición a otros alucines más bien irritantes de mamotretos como Requiem for a dream (2000. Darren Aronofsky), por ejemplo; todo dentro de un aura malsana, como si se tratase de un film de bajo presupuesto o más concretamente, de algo parecido a la estética del blaxplotation, pero sin la presencia de afroamericanos echando bala a mansalva. Y de alguna otra forma, es también la recuperación de la época marcada por las duras jornadas laborales de Boogie Nights (1997) en la manufactura del porno duro, sexo y drogas en combinaciones letales.  

Sin duda, a Thomas Anderson no le importó ser fiel o no al libro, igual considerado intraducible para los códigos del cine mercantilista. Y menos le interesó narrar una historia lineal, imposible en la prosa de Pynchon. La apuesta está en sumergir al espectador en la crudeza de una época idealizada por incontables filmes evasivos, y hacer palpable un clima enfermizo y no pocas veces violento. Por supuesto, Inherent Vice carece de cualquier alusión apologética o edulcorante sobre el consumo de estimulantes.

Formalmente, la película es una comedia psicodélica algo lenta para los parámetros actuales, y muy alejada de la caricaturización extrema con la que solían mofarse en ánimo degradante los cómicos Cheech Marin y Tommy Chong (Up in the smoke. 1978) sobre este estilo de vida. Sostenida esta cinta en gran parte por la soberbia actuación de Joaquin Phoenix como Larry “Doc” Sportello, el director aprovecha la ubicuidad de rostros bien conocidos para lograr un efecto coral cuyo peso está perfectamente equilibrado en cada uno de los personajes, descollando la interpretación de Katherine Waterston como Shasta, el vicio oculto del hippie al que todavía le duele el “truene”, y femme fatale capaz de sumergirlo en una vorágine de misterios y dobles intenciones.  

La mano del director se aprecia virtuosa a la hora de seleccionar la rockola musical, que sirve tanto como elemento de ubicación temporal como para el manejo del contrapunto y la ironía, no pocas veces a la manera de un registro humorístico sofisticado, lejos de la obviedad y la reiteración del ya anquilosado Quentin Tarantino.

Por el material literario en que está basado, por su abierto naturalismo alejado de estridencias, por un localismo en los diálogos casi intraducibles al español y por la ingesta descomunal de estupefacientes de todo tipo, dudo que este filme se estrene en la ciudad. Disponible en la red.

Inherent Vice (Puro Vicio) D: Paul Thomas Anderson/ G: Paul Thomas Anderson basado en la novela de Thomas Pynchon/ F en C: Robert Elwist/ E: Leslie Jones/ M: Jonnie Greenwood/ Con: Joaquin Phoenix, Katherine Waterston, Josh Brolin, Eric Roberts, Joanna Newsom, Hong Chau y Owen Wilson/ P: Ghoulardi Film Company, IAC Films, Warner Bross. EUA. 2014.