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Superhéroes de película

Superhéroes de película

De un tiempo a la fecha, el registro bibliográfico sobre el cine de luchadores protagonizado por las tres lumbreras tradicionales (Santo, Blue Demon, Mil Máscaras et al) y varios otros de categoría rascuache, ha adquirido una tendencia de nivel enciclopédico.

Tachados en el pasado reciente como churros sin nociones narrativas y sin ninguna línea temática que los relacione, salvo la peculiaridad de los titanes que los estelarizaron, los filmes que conforman este género cinematográfico han encontrado en varias plumas de prestigio una franca etapa de revaloración, no obstante su calidad de género muerto.

Y esto sí que pudiera calificar como una paradoja, puesto que el difunto sigue gozando de la añoranza de un amplio sector del público cinéfilo, tanto en las ciudades de provincia como de la misma capital, a pesar de todas las objeciones que se puedan encontrar de una inefable naturaleza híbrida, de su descuidada sintaxis narrativa, de los bajos presupuestos que afectaron gravemente sus proposiciones estéticas, librándolas dignamente por el contrario, su sentido del exceso, ausencia de ridículo y el inclasificable humor involuntario que siguen emanando, aportaciones con no pocos hallazgos visuales que enriquecieron la imaginería de la producción cinematográfica nacional, a mencionar sólo una: una plástica naïve deudora de la psicodelia, que se plasmó con inusual delirio en varios títulos, elemento no del todo intencional y que gracias a su desparpajo, terminó por llevar a todo el género a su reconocimiento post mortem.

Entonces, para poder disfrutar y apreciar en su justa medida, tanto los filmes de los héroes del pancracio como los diversos ensayos críticos que se acercan para describir y detallar con curiosidad malsana a esta extravagancia fílmica, es necesario aplicar una llave “de a caballo” o bien, una “huracarrana” a ciertos prejuicios, y despojarse de la mirada limítrofe que suele afectar la revisión de estos productos industriales, tal como lo propone Juan Villoro en el prólogo escrito para ¡Quiero Ver Sangre!, el objeto de deseo de la presente reseña y acaso el ensayo más rico, documentado y extensamente ilustrado que se haya editado sobre el cine de luchadores, que tuvo sus errores y sus omisiones en la primera edición y en cuya addenda para la versión corregida y aumentada, queda saldada la deuda con el lector apasionado del tema.

Elaborado por José Xavier Návar, Rafael Aviña y Raúl Criollo, tres alucinados investigadores que se aventaron, de una vez por todas, a certificar y registrar cada uno de los filmes que componen un cine maquilado para el sano esparcimiento de una masa social predominantemente analfabeta (desde 1954 y hasta la fecha, con la reciente producción de Santos contra la Tetona Mendoza), los autores realizan un conteo puntual de cada una de las obras que se adhieren a las características distintivas del género; un análisis realizado desde una óptica enciclopédica, convenientemente fragmentado en varios ensayos que explican, a su modo y manera, la validez de este cine y la importancia social de sus protagonistas; estudio cuya mayor virtud, además de la prosa ágil y socarrona en su redacción, se encuentra en el descubrimiento de insólitos home-videos pornográficos que toman a estos personajes en tono de chacota y que manifiestan una tardía evolución hacia la madurez temática, transformándose en una legítima forma de expresión autoral. Mención especial merece la atención que se le presta al mito de la película erótica protagonizada por Rodolfo Guzmán Huerta, y las vicisitudes para su proyección oficial en la Cineteca Nacional. 

Inmersos en una especie de retrospectiva nostálgica, la propia industria cinematográfica ha producido varias animaciones de diverso formato, una vía por donde se intenta revivir a este fiambre con ánimo paródico, filmes que son puntualmente pasados por las armas.

Aunque el libro carece de fichas técnicas completas con la información básica de los creativos que participaron en estos filmes, es de agradecer el resarcimiento a la grave omisión que supuso a El Castillo de las Momias de Guanajuato, de Tito Novaro, un éxito taquillero y pilar en la temática de espectros momificados. A un costo accesible, ¡Quiero Ver Sangre! viene a dignificar la memoria de unos héroes entrañables y sus “óperas magnas”, iconos de la cultura popular que se niegan a desaparecer del inconsciente colectivo, nomás por la pura terquedad de sus fanáticos a ultranza.

Ficha Técnica
¡Quiero Ver Sangre!
Historia Ilustrada del Cine de Luchadores Segunda Edición Corregida y Aumentada
Autores: Raúl Criollo, José Xavier Navar, Rafael Aviña
Universidad Autónoma de México. 2011
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial
ISBN: 978-607-2-00323-1