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El tren del fin del mundo

El tren del fin del mundo

Muy mal anda la distribución de cine al interior de la república mexicana, cuando una película del imaginativo e inquietante realizador surcoreano Bong Joon-ho, cuya Crónica de un Asesino en Serie de 2003 y particularmente The Host realizada tres años después, levantaron elogiosos comentarios entre la crítica internacional.

Ya no es desconocido el excelente estado de salud que goza la producción del país asiático, representada por Kim Ki-duk y Park Chang-wook, figuras consolidadas en el panorama mundial y, para el caso del segundo, asumiendo la responsabilidad de labores en áreas de producción ejecutiva de Snowpiercer, el estimulante ejercicio de ciencia ficción mezcla de acción balística a la Mad Max, de atmósferas opresivas como las elaboradas por Michael Radford para su personal 1984 y chacota de crítica social, cuyo referente obvio y casi calcado resulta ser Brazil de Terry Gilliam.

La película es una producción internacional que involucra a cuatro países y cuya propuesta visual hace valer cada uno de los cerca de 40 millones de dólares de inversión, una bicoca si lo comparamos con las mega-producciones gringas recientes. Esta claro que la inteligencia y la dinámica de las acciones están por encima de las proposiciones acartonadas del género, valga la redundancia que suponen Interestelar de Christopher Nolan y The Martian del veterano Ridley Scott. En el tren rompehielos que hace referencia el título en inglés, los restos de una humanidad hacinada en el vagón de cola preparan una revuelta social.

Encerrados por fuerza por culpa del cambio climático que llevó a la Tierra a una era de glaciación inesperada, en su recorrido los rebeldes serán testigos de las injusticias y la división de clases que aún subsisten en un microcosmos de encierro.

Volvemos pues a las viejas formulaciones de pobres contra ricos, de estados de excepción que resguardan los privilegios de las clases acomodadas a través de un estado tiránico. Por obvias razones, aquí la clase media prácticamente se ha extinguido, a excepción hecha de los grupos de choque y las instituciones militarizadas necesarias para guardar el precario estado de las cosas.

Si los ricos son descritos como una bola de esnobs y viciosos hasta la médula, los pobres no son ajenos a los actos de rapiña que las conflagraciones suelen traer, a excepción de la caracterización de Chris Evans, un líder reticente y agobiado por una responsabilidad que le parece monumental, de actitudes cristianas que desaparecen a la hora de utilizar los puños.

Cada vagón representa un estado de la humanidad, de la pobreza y el hambre agobiante del tercer mundo a la mecanización de un sistema eficientemente perdurable, no obstante sus fallas previsibles en las que tiene que recurrir a la explotación del trabajo infantil, hasta llegar a la decadencia de la burguesía más rancia e infecta.

En la búsqueda de la respuesta por parte de los rebeldes, por fortuna el director hace gala de la eficiencia surcoreana en las secuencias pugilísticas correctamente coreografiadas en un espacio en teoría reducido… aquí se nota la mano que le pudo echar su compatriota, autor de la hiper-violenta Old Boy (2003), echada a perder por el impredecible Spike Lee en su desangelado refrito.

Es muy probable que la cinta desaparezca en el cambio semanal de cartelera. Sin duda, un espectáculo visual impresionante como pocos, entretenido e inteligente a partes iguales, y hasta intrigante en sus alusiones cristianas mesiánicas.

Snowpiercer (El Expreso del Miedo)/ D: Bong Joon-ho/ G: Bong Joon-ho y Kelly Masterson/ F en C: Hong Kyung-pyo/ E: Steve M. Choe y Kim Changju/ M: Marco Beltrami/ Con: Chris Evans, Song Kang-ho, Ed Harris, John Hurt, Tilda Swinton, Jamie Bell y Octavia Spencer/ P: Snowpiercer, Moho Film, Opus Pictures, Stillking Films y CJ Entertainment. Corea del Sur, República Checa, USA, Francia. 2013.

VÍNCULO CON EL TRAILER: