martes. 23.04.2024
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La vida no vale nada en el Cervantino

La vida no vale nada en el Cervantino
 

La función del arte es el ascenso a la divinidad
Luis Martín Solis

José Alfredo Jiménez, sin formación musical, como asegura su padrino profesional, Miguel Aceves Mejía, compuso más de mil canciones, con arreglos de Rubén Fuentes, a quien José Alfredo silbaba las melodías. Éstas han sido traducidas a todos los idiomas del mundo e nterpretadas por los grandes cantantes mexicanos y del mundo hispano, como Antonio Aguilar, Miguel Aceves Mejía, Luis Aguilar, Javier Solís, Pedro Infante, Jorge Negrete, Vicente Fernández, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, María de Lourdes, María Dolores Pradera, Chabela Vargas, Luis Miguel, Rocío Dúrcal, Joaquín Sabina, Alberto Cortés, Plácido Domingo, Lucha Villa, Jorge Valente, y muchísimos otros.

Las letras y la música de José Alfredo se arraigaron profundamente en el gusto popular mexicano. Sus composiciones tuvieron una enorme popularidad que rebasó las fronteras, gracias a la belleza y simplicidad de sus letras y a la expresión sincera de sentimientos con los que el público podía sentirse fácilmente identificado. Realmente este compositor guanajuatense supo plasmar, con realismo y emoción contenida, el amor y el desamor, la nostalgia por la vida campesina, y, en definitiva, todos los matices del sentimiento humano, incluidos el odio, la rabia o el desengaño, la ternura y magia que sabía tomar de cualquier escena en apariencia insignificante de la vida cotidiana.

Además fue el autor del himno por excelencia que a todos los guanajuatenses nos emociona al punto de hacernos sentir que el corazón se encoge, la piel se pone chinita y un nudo nos estrecha la garganta: Caminos de Guanajuato. No vale nada la vida / La vida no vale nada / comienza siempre llorando/ y así llorando se acaba/ Por eso es que en este mundo / la vida no vale nada…Bonito León Guanajuato, su feria con su jugada… Ahí se apuesta la vida /y se respeta al que gana / Allá en mi León Guanajuato / la vida no vale nadaaaaa…

¿Cómo no rendir un homenaje al gran José Alfredo aquí en Guanajuato, donde vivió tantas etapas vitales de su excepcional carrera? Muchos en realidad se habían preguntado esto. Pero ninguno se había decidido a emprender la iniciativa. Hasta que el director leonés de teatro y miembro del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Luis Martin Solís, decidió proponer para la edición del Festival Internacional Cervantino 2013, la puesta en escena de “La vida no vale nada”.

La idea surgió cuando el director de difusión artística del Instituto Estatal de la Cultura, Rodrigo Escalante, pidió a Luis Martín una propuesta teatral multidisciplinaria, con un perfil incluyente para todos los artistas guanajuatenses.

Luis Martin, con vasta experiencia en el ramo de la multidisciplina de gran formato, fundador del Teatro Mito, en donde montó con gran éxito el musical de lucha libre “El despertar de las mujeres vampiro”, y “Variaciones sobre el ensayo de un crimen”, de Luis Buñuel, con puestas como “La luna te lo dirá” con música de Cri-Cri del gran Francisco Gabilondo Soler, entre muchos éxitos, asumió la propuesta con entusiasmo, pues además es, desde niño, gran admirador de su paisano José Alfredo Jiménez.

La estructura del guión y el concepto son de Luis Martin y los diálogos son de Alejandro Román, quien ha hecho excelente mancuerna con él en la mayoría de sus trabajos, entre los cuales destacan: La luna te lo dirá o El cabaret filmico soundtrack. La trama de la historia está prácticamente basada en anécdotas que el propio José Alfredo contaba a sus amigos, pero llevadas al plano de la ficción.

Una vez aprobada la idea, se dio a la tarea de hacer el casting para el espectáculo. Reclutó a cinco bailarines, seis actores, tres cantantes y un vasto grupo de músicos, mariachis, huapangueros y hasta un cuarteto de jazz. En total el montaje tiene un elenco de ochenta personas, incluidos los realizadores, diseñadores, operadores de video y la integración de grupos artísticos de varios municipios del estado, sobre todo de San Miguel de Allende, León, Guanajuato, Irapuato y Guadalajara.

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La vida no vale nadaLa historia transcurre con una trama magnífica: Al cruzar el rio de la muerte, José Alfredo pide permiso para regresar un tiempo a la vida para concluir una canción; será su melodía postrera, dedicada precisamente a la muerte. En su retorno al mundo de los vivos se encuentra con muchos personajes que fueron importantes en su vida. Con ellos pasó por capítulos que lo definieron como hombre y como autor. También están los amores que marcaron sus melodías. Éste no es precisamente un espectáculo biográfico, si bien el montaje resulta, como define su autor, de una ficción hecha con retazos de verdades.

Esto lo constató la que suscribe el día del pre-estreno en el Teatro Juárez, donde resultó evidente la entrega del público a la obra durante una hora treinta y cinco minutos, que se fueron como agua entre las canciones y el viene y va de los actores, bailarines, músicos y un intermedio bastante original en la cantina del teatro, donde se repartieron alegremente caballitos de mezcal Jaral de Berrio, producido en la hacienda de Jaral, en el municipio de San Felipe Torres Mochas. Esto es un gran acierto; el público se queda picado, alegre y listo para el segundo acto.

El montaje, con música de huapango, valses del Siglo XIX y canciones de José Alfredo, tan sentidas y rancheras como “No me amenaces” –que tan significativa resultaba para ello, debido a que cuando la componía muy cerquita vio la muerte, encañonado a punta de pistola durante tres horas- , corridos como “Se me embaló la pistola”, “Te salvaste de la muerte”.

A lo largo del espectáculo el público se encuentra, atrapado con arreglos en jazz, insólito en composiciones como “Despacito, muy despacito”.

Mientras, desfilan personajes memorables, personajazos de la historia contemporánea. Grandes divas como Lucha Villa, Chabela Vargas, Columba Domínguez y María Medel, otros como el empresario Vallito, Antonio “La Tota” Carvajal, el gran futbolista amigo de la infancia de Fello; Alicia Juárez, su última musa, y La Tigresa, Irma Serrano.

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La vida no vale nada también es un abanico de las opciones escénicas y musicales que ofrece el talento en Guanajuato, en una inversión que ha dejado frutos. Bajo la dirección de Luis Martín Solís se involucran una serie de creadores escénicos, buscando vasos comunicantes que permitan nuevas lecturas y audiciones a la música del guanajuatense. La música de José Alfredo es poderosa y siempre abierta a nuevas interpretaciones. Ésa es una de sus grandes cualidades.

Parte del vestuario es de otra gran artista leonesa, Maribel Carrasco. La iluminación corre a cargo de Ludwing Gallardo, la asistencia de dirección es de Mariana Calvo, el diseño de la escenografía es de Ángel Ortiz y la realización de Factotum. Llama la atención en la obra la brillante actuación de Maru Jones, quien interpreta a varios personajes, el gran talento y presencia muy prometedora de la joven bailarina y coreógrafa Pryska Vargas, así como la voz del tenor Jorge Jiménez.

Para el director Martin Solís resulta un hecho de lo más increíble haber estrenado la obra en el majestuoso Teatro Juárez de Guanajuato, para ampliar el gusto del público con su nuevo tipo de propuestas y abrir nuevas puertas a los artistas de Guanajuato.

 “Lo que más me gustaría después del Cervantino –dice- sería tener una temporada aquí, en el Teatro Juárez. Ésta es una obra muy comercial, muy fácil de ser aceptada por el público de todo el país y el extranjero. Hablamos de un mexicano que trascendió nuestras fronteras.”

Estuvo en la inauguración José Alfredo Jiménez hijo, quien felicitó sonriente y satisfecho al director, quien explicó que la obra es una ficción a lo que éste replicó: “ficción con muchas verdades”. También asistieron Jorge Volpi, director del Festival Internacional Cervantino y Juan Alcocer, director del Instituto Estatal de Cultura, quien a nombre del gobernador Miguel Márquez entregó un reconocimiento a la producción.

Las localidades se agotaron, una cantidad considerable de público quedó sin entrar y los presentes señalaron que valdría la pena considerar una temporada.

Se trata en suma de un montaje muy original, vistoso y de alto impacto cultural. Al principio es un poco confuso, debido a la diversidad de coreografías y dibujos de los primeros personajes, como el de Martín Corona, que se queda muy corta ante la interpretación de Pedro Infante en el cine de oro, una Tota Carbajal que más bien recuerda al Conejo Pérez, la presencia de un José Alfredo que no es el intérprete de las canciones en la escena y su físico no se corresponde con el del gran autor (sin embargo se nota el trabajo de la creación del personaje del actor, que se la rifa con el alma para dar vida al homenajeado). La falta de uniformidad del vestuario se torna ordinario por momentos en los cantantes , cuando podría ser muy vistoso. Hay vestuarios tradicionales hermosos en Guanajuato, y esta cronista estima que se podría invitar a artesanos que maquilan trajes de hermosura singular, como se hizo con el mezcal de Jaral, invitado durante la función, si bien esto lució más en el teatro Juárez (donde se llevó a cabo el pre estreno), acaso porque la cantina del primero resultaba muy adecuada. Pero lo importante es que el espectador entra en la convención del espectáculo, se adentra en la ficción y queda finalmente encantado por el humor, la música, personajes y divas de la historia.

Vaya un gran aplauso para esta producción del Instituto Estatal de la Cultura (que siempre trabaja muy bien en pro de los artistas Guanajuatenses), para el Festival Cervantino en esta edición XLI y para todo el equipo que trabajó arduamente, de la mano con el Director Luis Martin Solís.