Es lo Cotidiano

Quereres, amores, qué más da

Angélica García Treviño

Quereres, amores, qué más da

Así que de escribir de quereres se trata.

Yo la verdad soy muy pudorosa para andar hablando o escribiendo de mis quereres o amores, presentes o pasados, se entiende;  pero no  suelo rechazar invitaciones sinceras para que escriba, aunque la ocasión sea  cursi  y el tema ya muy manoseado: 14 de febrero.

La ocasión se dio y el tema para el escrito también: Sucede que hoy, hace un  rato ya, escuchando jazz evoqué a Julio Cortázar y de ahí brinqué al librero y  en consecuencia a mi vieja edición de Rayuela. El libro -Editorial Planeta- está que se cae de viejo (él, no yo, claro) pero ahí sigue, esperando un lector.

Abrirlo y hojearlo, con mucho cuidado porque también está que se deshoja, fue

descubrir  y revivir instantes de lector sublimes, reveladores.

Bueno, pues  que se me hizo divertido jugar con Julio Cortázar y me puse a deleitarme con las frases subrayadas  por esa yo de hace más de 30 años.  ¡Si que fue un viaje divertido!: El libro soltándome frases o fragmentos de la novela, al revés o al derecho, y yo transcribiendo en el teclado con fruición.

Esta es crónica de ese viaje entre viejos amigos, escritor y lector,  en estricto orden de aparición y por cierto, tenga o no tenga que ver con los quereres…

“No estábamos enamorados, hacíamos el amor con un virtuosismo desapegado y crítico, pero después caíamos en silencios terribles y la suma de los vasos de cerveza se iba poniendo como estopa, se entibiaba y contraía mientras nos mirábamos y sentíamos que eso era el tiempo.” Pág. 21

“Seamos serios, Horacio, antes de enderezarnos muy de a poco y apuntar hacia la calle, preguntémonos con el alma en la punta de la mano (¿la punta de la mano?) En la palma de la lengua, che, o algo así.” Pág.75

Pero en el jazz como en cualquier arte hay siempre un montón de chantajistas. Una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música. Dolor paterno en fa sostenido, carcajada sarcástica en amarillo, violeta y negro. No, hijo, el arte empieza más acá  más allá, pero no es nunca eso.

“Jazz… la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas…”

Y por puro azar, sin que medie en mi búsqueda ninguna intención… ¡zas…! Que me topo con un capítulo que debió ser tan importante para mí allá por los 80, que no tuve alma para subrayarlo. Solo encerré con rojo el número 7. Helo aquí:

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de  movimientos vivos, de fragancias oscuras. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua”.

Sin más.

Julio Cortázar: IxellesBruselas26 de agosto de 1914 - París12 de febrero de 1984.