jueves. 18.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

Historia de la realización

Andrés Baldíos

Historia de la realización

A mis padres,
con todo el amor que pueda tener.

Siempre son un delirio las mudanzas, el arrojarse al trance de la realidad, la iniciación a la supervivencia, la nueva meta de apuntalar el destino; y más cuando son un par de recién casados los que se arriesgan a la experiencia del instaurarse entre las novedades de la difícil carrera de la vida, en pleno inicio de la unión de sus vidas.

Llevaban no más de un año de casados. El esposo había conseguido un trabajo como profesor en una ciudad distinta a la suya y a la de su esposa. Ambos optaron por vivir en dicha ciudad, porque había que ir a donde la oferta de trabajo clamaba disponibilidad. Apenas se instalaron en el angosto departamento (un espacio de dos cuartos, un baño y una cocinita) supieron que la trama de sus vidas no sería nada fácil. Aun así, su cariño y confianza mutua les brindaba la acertada seguridad de que se erigirían en una continuidad ampliamente interesante; difícil como en todos los grandes casos, pero finalmente maravillosa.

Todo es nuevo en los primeros días. Más tarde la rutina se adentra con el temible plan de quedarse, siempre acompañada de su más irónica debilidad: que no hay día que se repita. Es cuestión de abrirnos ante las circunstancias.

Como en todo comienzo, hay poco dinero, y una enorme lista de sacrificios venideros. Era un día nublado. El esposo salía de trabajar. Ya llevaban un par de semanas emplazando sus vidas. Antes de llegar al apartamento (su hogar, para ser precisos), compró una torta de queso y carne con el único dinero que le quedaba.

Apenas abrió la puerta del departamento su esposa ya lo esperaba con una de esas sonrisas que no caben en ningún lado. Él le devuelve la sonrisa con todo el fervor de su ser, a pesar de su cansancio, porque siempre sobran fuerzas para entregarse. Fueron a la cocina, y el esposo sacó la torta de su portafolio. Te compré esto, le dice, y ella acepta con dulzura. Él comerá después, lo importante es mirar por ella, protegerla; siempre sobra tiempo para entregarse.

El esposo estaba a punto de quitarse su saco cuando la esposa depositó un par de platitos sobre la mesa y la torta partida a la mitad. El esposo la miró sorprendido. Ella le sonrió de nuevo. Come conmigo, le dijo. En ese instante, el apartamento retumbó de un calor inexplicable: porque estamos juntos en esto, explicaron las circunstancias.

Él no dejó de mirarla, conteniéndose para no llorar de felicidad. Ambos comieron en silencio. Tenían tanto que decirse…

Creo que esto se llama amor.

.

.

.

***
Andrés Baldíos
es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

[Ir a la portada de Tachas 274]