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El arte femenino de hechizar, relación entre Orlando y Angélica en Orlando Furioso de Ludovico Ariosto

Texto de Jesús Gibrán Alvarado Torres

Tachas 04
Tachas 04
El arte femenino de hechizar, relación entre Orlando y Angélica en Orlando Furioso de Ludovico Ariosto

 

¿Cómo una mujer, que es tan grande, penetra por los ojos, que son tan pequeños, y de ahí a mi corazón y a mi cerebro?
Giacomo de Lentini

El amor es uno de los temas más recurrentes en la literatura, un asunto que se ha tratado desde diferentes perspectivas pero que siempre nos dará material para indagar en él. Orlando furioso es un texto lleno de situaciones amorosas, engaños, persecuciones, amores no correspondidos o muertes causadas por el desenfreno al enamorarse. Es idóneo que vayamos preparando las velas de nuestra embarcación para navegar y dirigirnos a buen puerto; sin embargo, tendremos que lidiar, escabullirnos entre fuertes mareas, vientos turbulentos y esquivar los escollos que se nos pongan enfrente.

Llenaremos nuestra nave con las provisiones y armas necesarias, las cuales nos ayudarán a que el viaje sea más propicio, es así como nos remontaremos al nacimiento de Eros y daremos breve explicación a su comportamiento adquirido innatamente. Según el mito más divulgado, es hijo de Afrodita, diosa del amor, y Ares, dios de la guerra; como punto de partida se deberá recordar que la relación entre éstos es ilegal, fueron descubiertos en el lecho, en casa de Hefesto, el cual se enteró del engaño por medio del Sol, y tejiendo una red los puso en evidencia.[1]De ese enlace nació Eros, el vínculo entre las deidades creará lo que Petrarca llamó “guerra dulce amarga”, eso es el amor.

Lo antes mencionado podría solucionar varios de nuestros problemas a la hora de buscar explicaciones a los efectos que produce, sobre todo en los humanos, conflictos o aquellos momentos de soliloquio en incertidumbre, donde no se sabe cómo actuar o enfrentarlo. Las divinidades progenitoras le heredarán algunas de sus características; es así como ya hemos reunido un poco del arsenal que necesitaremos para seguir nuestra empresa. Ahora se podría decir que es comprensible el modus operandi de Eros, se introduce en una batalla, como su padre, donde buscará apoderarse de los corazones humanos, hacerlos sus discípulos, como sucede en el Roman de la Rose. Es en este punto del viaje donde somos arrastrados por la corriente hacia un camino que se bifurcará, tendremos que elegir el sendero para arribar a nuestro objetivo.

La llegada de Angélica, princesa de Catay, tiene una finalidad que está cubierta con el velo de la belleza, vendrá para hechizar a los guerreros que están a la orden de Carlomagno y distraerlos de la batalla que tienen contra los moros. Así veremos a lo largo del poema a diferentes paladines seguir el rastro de la princesa, dejando a un lado las empresas que iban siguiendo hasta el momento en que se enteran de su cercanía o cuando por azar se encuentran con ella, quedan ofuscados con su presencia, una vez más Eros hace de las suyas, aún poseemos libre albedrío, está en nosotros la decisión, ¿hacia dónde nos dirigiremos?

Antes de llegar al problema acaecido con Orlando proporcionaremos algunos detalles relacionados con lo que finalmente lo llevó a tal estado. Ruggiero, caballero sarraceno llega a la isla de Alcina, mujer que representa la lujuria, Ruger se encuentra con un árbol que le habla porque le causa dolor en sus ramas la atadura del hipogrifo, es Astolfo, primo de Roldán; él le narra las maldades de la maga, hermana de Morgana y de hacia dónde debe dirigirse, tiene dos caminos: el del vicio (Alcina) o el de la virtud (Logistila), “… y pídele el camino bueno y cierto/ que a Logistila vaya, y por tal vía/ que no vea de Alcina tierra o puerto.”[2]

En una situación parecida se encontrará el poeta de el Roman de la Rose, en este caso cede ante Amor y manda por la borda los consejos de Razón, habrá situaciones que diferenciarán los textos mencionados, en el de Lorris y Meun el final será la recompensa, poseer la Rosa, lo que gratificará todos los dolores padecidos por el poeta; en el caso de Ariosto, Orlando se verá flechado al instante por la hermosura de Angélica, y se olvidará de todo lo que tiene a su alrededor, su iniciativa será buscarla por todos lados, cosa que necesitará tiempo, pues no sólo él anda tras ella.

I. Eros y sus armas

Ahora es momento de seguir nuestra travesía y analizar los aspectos que fueron causantes de que Orlando cayera en tal estado; el hijo de Venus utilizará todo su arsenal para atraparlo. Empleará artificios como el de Hefesto cuando descubrió a su esposa. Atrapará con sus redes, envolverá con el fuego, robará el alma por medio de los ojos y recluirá en su morada a varios caballeros, pero el caso más grave será el de Roldán.

Los ojos femeninos siempre han sido una vía para cautivar y seducir, posiblemente sea ahí donde se concentre el mayor poder de atracción. El fijar la mirada en alguien quizás sea incómodo, pero a su vez puede insinuar la intención de un cortejo, el inicio del juego amoroso; ya en el peor de los casos es sólo una persona la que imagina o se persuade de los indicios irradiados por el otro individuo, que en realidad no tiene ninguna intención de inmiscuirse en aquel juego inexistente.

El conde se ve ofuscado, como todos los caballeros, fieles o infieles, por la belleza de Angélica, el sentido de la vista tendrá un papel importante para el enamoramiento, ella como portadora del hechizo también sabrá utilizar los medios que tiene a su alcance para persuadirlos y ser servida. Aquí es donde comienza a hacer efecto el poder ejercido por Eros sobre nuestro héroe, él idealiza a la dama y cuando se encuentre lejos de su bien, cosa que será muy recurrente, soñará con ella y siempre la tendrá en mente, “la imagen obsesiva, transformada en fantasma, invade el territorio de los tres ventrículos del cerebro provocando la alteración de la virtus estimativa o de la razón”[3]

La nave ha sido ubicada, ahora es más vulnerable a los ataques urdidos por Amor, nuestro héroe se ha alejado de sus labores, las cuales son pelear para defender la Fe Verdadera, y sólo piensa en la dama que poco a poco se irá apoderando de él, ha entrado en el caballero por medio de la vista, ha llegado hasta su corazón y será el momento de encenderle fuego, comenzará la guerra interna, los sollozos y la añoranza de la amada, “¿dónde sin mí te vas, mi dulce vida,/ tierna moza hermosa y delicada?/ como cuando la luz es ya perdida,/ cordera queda en bosques olvidada/ que del pastor pensando ser oída,/ balando va por el monte y por cañada;/ tanto, que el lobo la oye en sierra o llano,/ y el mísero pastor la llora en vano.”[4] 

Las llamas incendiarán su cuerpo y el humo será una cortina que le cegará la mirada, un fuego tan abrasador que lo consumirá y le provocará dolores, una experiencia como la vive el guerrero en batalla, estará inmerso en una guerra, se encuentra desprotegido y las circunstancias no lo dejan escapar, sólo piensa  en la búsqueda de la mujer, mientras tanto ella huye de todos los hombres que la siguen día y noche, ellos entran en pelea por algo que nunca poseerán. La fémina sigue recorriendo caminos y a su vez lleva el arco listo.

La deidad sigue al asecho en nuestro viaje, se acerca por diferentes lados y ha menguado nuestras fortalezas, va debilitando a Orlando. Hemos llegado al castillo encantado de Atlante, la situación será propicia para tirar el ancla y buscar ayuda en tierra firme, haremos la primera parada pero no debemos bajar la guardia, puesto que las habilidades de nuestros contrincantes son evidentes y no especularemos en cuanto a los movimientos que pueden suceder mientras deambulamos entre las paredes donde tantos hombres han perdido la noción del tiempo, y vagan sin rumbo.

Al momento de pisar tierra la destreza del hijo de Venus nos toma por sorpresa, la sutileza con la que dirige los ataques por medio de la fémina es atroz, el mago juega con los guerreros, los hace perder la ubicación, escuchan las voces de sus amadas y al llegar ahí comienzan a escucharlas en otro lado, es un laberinto que ni Teseo sería capaz de burlar. “El castillo es la conjunción de los deseos”[5], todos han llegado persiguiendo algo amado, se encaminaron a su perdición, el conde cada vez se ve más frágil, cae en la trampa. Astolfo es quien con la ayuda de Melisa y el cuerno que le proporciona salva a los recluidos, una vez más el destino desea alargar el suplicio.

¡Oh! Cuán astuto es Amor, ha dejado que salgan ilesos del castillo para seguir con el tormento fuera de él. Angélica también ha sabido utilizar a los guerreros, incluso los busca para que la protejan, mientras tanto ellos siguen con el velo en los ojos ella aprovechará sus servicios para dirigirse sin problemas a Levante. “De buena gana al conde o Sacripante/ por compañía tomara, y no porque ella/ en más tuviese al uno que otro amante,/ que a la par aborrece con querella,/ sino porque desea ir a Levante,/ y pasar tanto pueblo temía ella,/ que menester ha guardia fiel y fuerte,/ y no hallará tal cual ésta a suerte.”[6]

La mujer ha detenido nuestro viaje, con ayuda de la divinidad ha lanzado las flechas con tanta fuerza que Roldán sólo piensa en encontrarla, lo han atacado con las saetas y además las cadenas que detienen el caminar lo convirtieron en prisionero, escapó gracias a Astolfo del castillo, pero no supo esquivar la afrenta que tenían preparada, incluso Eros utiliza a Angélica y la hace sufrir, pues ella estaba enamorada de Renaldo, pero por tomar equivocadamente de la fuente de Merlín el guerrero la desprecia. Ella también deambula en busca de su amado y en el camino se encuentra con Medoro.

Lo encontró herido y como ella aprendió artes de cirugía en la India lo ayudó a sanar usando hierbas que recolectó ahí cerca, en el campo, por su parte el guerrero se enamoró de ella, “Harto más ancha llaga en sí ha sentido/ de un invisible tiro lastimero/ que de cabellos d´ oro y ojos nido/ d´ amor, se lo arrojó el alado arquero…”[7], se ha consumado la derrota de Orlando, sus congojas, copiosas lágrimas, y desvelos han sido en vano, puesto que “Angélica a Medor la primer rosa/ coger dejó, nunca d´antes tocada;/ ni persona jamás fue tan dichosa/ que en tal jardín pudiese dar pisada…”[8]    

II. La flecha da en el blanco

Rolando ha dejado inconclusa una pelea con Mandricardo para ver quién se quedaba con la espada Durindana; lo estuvo esperando algún tiempo y mientras tanto deambulaba cerca de ahí, para su sorpresa encuentra inscripciones en algunos troncos de los árboles. Descubre que es la letra de Angélica, observa corazones flechados y el nombre de ella unido al de un varón, Medoro. Piensa que la dama ha ocultado el nombre del conde bajo ese pseudónimo, está equivocado, ella se ha enamorado de otro. Entra en una gruta y nuevamente ve inscripciones donde quedaron plasmados los amores de los amantes, ahora la firma es del sarraceno.

El caballero viaja por los caminos, ya con un nudo en la garganta, anochece y pide asilo a unos pastores. No puede conciliar el sueño, los ovejeros se dan cuenta de su congoja y para agradarlo comienzan a narrarle la historia de una princesa de oriente que en días anteriores habían alojado y disfrutó de los placeres en esa misma cama. Es Angélica, la causante de su muerte. “No soy el que parezco en rostro, cierto:/ el que era Roldán muerto es ya y so tierra,/ que su dama ingratísima lo ha muerto…”[9] Ha perdido el juicio y la batalla contra Eros, su largo recorrido en busca del amor se vio frenado, ¿qué peor deshonra que haber yacido en el mismo lecho donde la causa de tus dolores gozó de su noche de bodas? 

Sale rápidamente, lloroso y sin rumbo, se dirige a la cueva donde estaban los escritos en lengua pagana, donde Medoro plasmó la pérdida del conde y los destroza. “Cansado y triste al fin cayó en la hierba,/ mirando al cielo fijo, sin moverse;/ sin dormir ni comer, tal se conserva/ mientras el sol tres vueltas vio volverse./ De crecer no cesó la pena acerba,/ que su buen seso al fin vino a perderse;/ y al cuarto día, furioso, embravecido,/ echó de sí las armas y el sentido.”[10] Comenzará a realizar actos donde reflejará su enojo, perdió la noción del tiempo y se despojará de sus ropas, deambulará desnudo por doquier, matará reses, desgarrará hombres y sacará de la tierra grandes árboles.

Así camina errante por tierras, causando destrozos, no hay nada que lo detenga. En una de sus travesías encuentra a la causante de su locura, la persigue y ella, astutamente recuerda que trae consigo el anillo de la invisibilidad, él sólo logra apoderase del caballo y lo fuerza a cabalgar hasta la muerte, con el animal, ya en estado de putrefacción, el  loco busca hacer trueque por otro equino, el dueño se niega pero es muerto a manos del conde, así sigue recorriendo el mundo. Flordelís cuenta a Renaldo las locuras que ha hecho su primo y pide seguirle el rastro para regresarle el seso.

Amor se ha encargado de llevar a la perdición a uno de los guerreros más queridos de Carlomagno, su actuar fue sigiloso y dio en el punto exacto, ahora las huestes cristianas pierden terreno en la batalla contra los infieles y Roldán no puede ayudarlos, la locura a causa del enamoramiento se ve consumada, ¿qué harán los paladines que defienden la fe de Cristo para regresarle la vitalidad? Nuestro viaje ahora tiene la finalidad de encontrar la cura, tendremos que acudir a las divinidades para que nos guíen, tendremos que llegar a nuestra meta.

III. Antídoto divino

Astolfo será conducido por Juan, el evangelista, aquí se recuerda a Dante guiado por Virgilio durante su visita al infierno y el purgatorio. El primo de Roldán realizará un viaje a la luna, el remedio no está en la tierra. Ahora todo tendrá sentido, Orlando ha sido elegido por Dios, y por desobedecer su designio y seguirle los pasos a Amor le ha castigado quitándole el seso por tres meses,[11]la prueba se hizo, cayó fácil en las redes y se dejó persuadir por las bondades y belleza de Angélica, recibió la sanción, ahora sigue enmendar el camino y dirigir el ejercito cristiano a la victoria.

Encuentran el seso del héroe en una botella y tendrán que introducírselo por la nariz para que recupere el sentido. No será tarea fácil, lo sujetan entre varios caballeros y por fin inhala la esencia. “Después que al ser primero fue tornado/ don Roldán, varonil, cuerdo y cumplido,/ también se ve del falso amor librado;/ y aquella que tan bien le ha parecido,/ gentil, hermosa y casi había adorado,/ como a cosa muy vil la ha aparecido./ El nuevo seso emplea ya en primores, y en bien cobrar lo que perdió en amores.”[12]

El viaje, pese a las dificultades ahora vislumbra tierra prometida, el héroe sigue el camino que le trazó Dios, se ha salvado de las redes de Eros, y muchos observan qué es capaz de hacer el hijo de Venus, queda a nuestra consideración, ¿es conveniente perder noción de la realidad, tiempo, espacio, todo por un amor? Posiblemente nuestra “experiencia” nos guiaría a experimentar y a “disfrutar” de esas relaciones que no tienen buen final, nos gusta el dolor que causa y con el paso del tiempo esas remembranzas se tornan en anécdotas divertidas.

Se ha tratado de hacer un breve esbozo de las vicisitudes de Orlando con Angélica y su desenlace, es conveniente aclarar que la obra de Ariosto no se limita a esto, es un verdadero mundo con infinidad de situaciones, se narran varias relaciones amorosas y cada una tiene aspectos interesantes para analizar. Además de ejercer una gran influencia en los siglos de oro españoles, el Orlando furioso es la puerta a una lectura que te acerca a la luz del conocimiento que tenía el autor, tanto de su época como de las letras clásicas y medievales. Sólo espero que si en una ocasión me encuentro en los zapatos de Roldán, alguien sea tan amable de viajar a la luna y traer mi seso de regreso.       


[1] Véase: Homero, La Odisea, Porrúa, México, 2010, pp. 80-81.

[2] Ludovico Ariosto, Orlando furioso, Cátedra, Madrid, 2002, p. 377.

[3] Ionma Petru Culianu, Eros y magia en el Renacimiento 1484, Siruela, Madrid, 2007, p. 49.

[4] Ludovico Ariosto, op. cit., p. 491.

[5] Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, Diccionario de los símbolos, Herder, Barcelona, 2009, p. 262.

[6] Ludovico Ariosto, op. cit., p. 701.

[7] Ibid., p. 1207.

[8] Ibid., p. 1211.

[9] Ibid., p. 1509.

[10] Ibid., p. 1513.

[11] Véase: Ibid., p. 2213-2214.

[12] Ibid., p. 2487.