jueves. 18.04.2024
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Ciudad de Puebla

Jesús Madrigal Melchor

Tachas 10
Tachas 10
Ciudad de Puebla

En esta ocasión les voy a hablar sobre la ciudad de Puebla, donde realicé mis estudios de posgrado de 1988 a 1998 en el Instituto de Física de la, en aquel entonces, Universidad Autónoma de Puebla. Llegar a esta ciudad fue para mí muy importante, dado que Puebla representaba lo más avanzado en Física en provincia, sin tomar en cuenta los satélites de la UNAM en otras ciudades. 

Puebla, ciudad de los Ángeles, cuarta en importancia en México. Quién no ha visitado su catedral, caminado por el Paseo Bravo, conocido la vieja cárcel, que ahora es el Centro Cultural Poblano, maravillado con las grandes puertas de sus edificios en el centro histórico (como universitario), escuchado las historias del viejo edificio Carolino, recinto de la rectoría de la Universidad, conocido al trabajador universitario que fue victima del linchamiento en Canoa, porque el Cura del Pueblo aseguró que él y sus acompañantes eran comunistas, despertado con la brisa helada que baja desde los volcanes, observado su majestuosidad, y en los meses de invierno, visto las tonalidades sobre sus cúspides, todo un espectáculo de la naturaleza, sentido el estruendo de su despertar y observado la gran fumarola que emana desde su cráter, el cual toqué con mis manos cuatro meses antes de que ya no se pudiera subir. Observar las calles llenas de ceniza volcánica es todo un placer.

Visitar los alrededores de Puebla es algo obligado cuando se vive en esa tierra. Cómo olvidar Cholula, con su iglesia encima de la gran pirámide, o los rostros indígenas de los ángeles esculpidos en la iglesia de Tonanzintla, viajar a las faldas del Popocatepetl, en el pueblo de Atlimeyaya y comer unas truchas recién pescadas, pasar una tarde en Atlixco, pueblo de las flores, con un clima en todo el año excepcional, viajar alrededor de un par de horas en octubre a Tehuacán y probar el mole de caderas,  adentrarse en la sierra norte de Puebla y llegar a uno de sus pueblos mágicos, Cuetzalan del Progreso, muy cerca de la frontera con el estado de Veracruz.

Uno de los aspectos más importantes de Puebla es su gastronomía, tanto de alta cocina como popular. Qué podemos decir del mole poblano, con esa mezcla de ingredientes tan variada y rica, su sabor inigualable, ya sea en un plato en los restaurantes de lujo de la ciudad, o en una torta de agua (parecido al bolillo) o en las fondas de mercado. Sus chiles en nogada en septiembre son un manjar. La comida popular no se queda atrás: tacos árabes compuestos de pita árabe y carne de trompo, sin menospreciar las famosas semitas, con todos sus ingredientes, no se olvide una hierba de olor llamada pápalo, del Náhuatl “papaloquilitl”, hierba muy pero muy fuerte; memelas, parecidas al huarache que conocemos, sólo con salsa, queso y cebolla encima; o sus famosas quesadillas, que son de todo,  menos de queso.

No quiero terminar este relato sin contarles algo que me contó a finales de la década de los ochenta el ingeniero Óscar Díaz de Sandi, trabajador de la SCT en Puebla. Resulta que los telegramas se enviaban en valija a la ciudad de México, y de ahí se transmitían vía telegráfica. Aunque no lo crean, su cercanía con el DF no le permitía desarrollar todos los servicios que una ciudad grande y de su importancia debería de tener. Hay que decir que si el telegrama realmente era urgente, se realizaba una llamada a la oficina de telégrafos en el DF y se dictaba el telegrama para su envío.

Antes de ir a dormir uno no podía dejar de visitar el paseo de los Sapos, lugar en el centro histórico, donde uno puede tomarse una buena cerveza  y escuchar música que va desde el rock a la nueva trova. En este lugar se ubican galerías de arte popular de todo tipo. También en esta zona de la ciudad uno encuentra la famosa cantina la Pasita, conocida por los retos para ver quién toma más copas de determinado vino y por qué a uno le sirven diferentes clases de licores y le preguntan para cuantas cuadras lo quiere, lo cual significa cuántas cuadras quiere caminar uno antes de caer en la borrachera total.

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