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EL PARIETAL DE CHOMSKY (COMUNICACIÓN Y LENGUAJE)

PROARTE crea un mundo mejor con personas más sensibles

Elena Bernal Medina

Tachas 11
Tachas 11
PROARTE crea un mundo mejor con personas más sensibles

En el año 2000 yo estaba en el último semestre de la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y concluía el servicio social en el Instituto Cultural de Aguascalientes, con un proyecto de revista titulado Tocata y fuga, donde pretendíamos, Paola Orenday y yo, que participaran músicos de diversos géneros para que escribieran sus experiencias artísticas, sus canciones y su proyectos, que serían leídos por un público plural.

Fue entonces cuando a través de María Luis Álvarez (Malú), amiga y además compañera de la carrera, me enteré de que iba a nacer un Programa de Educación Artística (PROEA), dirigido a alumnos de escuelas primarias.

Fui a la Casa de la Cultura, con el licenciado Javier Velasco Alarcón, a presentarle mi curriculum artístico y académico, después de la entrevista me invitó a una capacitación de “Voy y cuerpo en acción”, después asistí a la de “Diseño y desarrollo de proyectos de cultura infantil”, le siguió “Psicología evolutiva y desarrollo cultural del niño” y “Creatividad en la enseñanza de las artes”; en fin, muchos cursos más, que me han permitido fortalecerme como persona y docente en la educación artística.

El aviso de aceptación me llegaría por correo. Después de una larga espera, recibí la dichosa carta y fue en ese momento cuando supe que sí había sido aceptada en este programa.

El PROEA comenzó como proyecto piloto, en el ciclo escolar 2000-2001, con una plantilla de profesores de arte de distintas disciplinas que teníamos mucha ilusión y muchas ganas de trabajar lúdicamente con los alumnos y transmitir nuestros conocimientos en nuestra área; en mi caso, literatura, aunque también se darían clases de música, danza, teatro y artes visuales, con una rotación de dos meses para que los alumnos vivieran los cinco talleres en el transcurso del año.

Me ubicaron en literatura aunque había publicado también un curriculum teatral. Lo que seguía era empezar a organizar las clases, pero había un inconveniente, la mayoría de los profesores talleristas no teníamos experiencia docente, era necesario tomar conciencia de que cada quien tenía un bagaje de conocimientos artísticos diversos, por la formación de talleres libres, sumado a la formación académica, pero teníamos que aprender a transmitirlos a los alumnos, de una manera sencilla, profunda y divertida.

Planeación didáctica

Recuerdo la primera vez que me enfrenté a un formato de planeación y a un programa que tenía que seguir con la libertad de cátedra, sin olvidar ser lúdica y a la vez clara. Entonces saltaron las preguntas ¿cómo dosificar las actividades?, ¿cómo dar un contenido temático en dos horas o mezclar varios que coincidan?, ¿cómo trabajar literatura con alumnos que apenas están aprendiendo a leer y escribir? Por fortuna podríamos apoyarnos de las otras disciplinas artísticas, por ejemplo de la música, con las canciones y el ritmo, de las artes visuales, con las imágenes propuestas o la visualización de lo narrado, representadas por dibujos; de la danza, con la expresión corporal y el manejo del cuerpo y del teatro, con la representación de sus personajes y los ejercicios de sensibilización para estimular los sentidos.

Aprendí también que la planeación es un punto de partida para crear una clase en vivo, donde dialogan los alumnos con el maestro y proponen juntos una sesión con movimientos. Son ellos los que le dan vida a la sesión, la hacen girar, en algunos casos, tomar un rumbo inesperado.

El proceso creativo en la enseñanza aprendizaje

Reconocí que uno como profesor tallerista, también está aprendiendo en el mismo proceso del alumno y va teniendo cambios significativos, como el recordar a su niño interno, con esa espontaneidad y capacidad de sorpresa que sólo los infantes tienen. Todavía me sorprende la sabiduría que pueden tener los niños, la precisión del lenguaje que manejan, cuando hacen un comentario y al mismo tiempo, la espontaneidad y la frescura; por eso viene a mi memoria el viejo refrán de “Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”.

A propósito de esto recuerdo a un alumno de la escuela Guadalupe Posada que después de algunas sesiones de literatura me dijo: “Cuando sea grande quiero ser pintor y escribidor” y si hablo de espontaneidad, viene a mi mente el alumno que, cuando le dije que hiciera una tarjeta a su mamá diciéndole algo importante, él escribió “Ahorita que llegue a la casa, ¿me das un vaso de agua?”. Para él eso era algo emergente, y cómo Mónica, alumna de segundo grado, describió sus manos después de un ejercicio de sensibilización: “Mis manos son morenitas, son listas, inteligentes, me sirven para tomar agua, regar las plantas, comer y jugar; para escribir y dibujar”. Entonces comprendí la importancia del taller de literatura, pues les enseñamos a los alumnos a expresarse, a darle paso a las palabras, a escuchar y escribir sus sentimientos, emociones, pensamientos y reflexiones.

Ellos, los alumnos, descubren que la palabra tiene sentido y la pueden modular de una y tantas formas para decir algo significativo y comunicarle al interlocutor lo que quieren, dicho en una frase, para compartirle su mundo.

A través de este proceso de enseñanza-aprendizaje, he descubierto la importancia de la autobiografía, de la narración en primera persona, que le permite al que lo experimente, mostrarse y a la vez, sentirse dentro de la literatura; así es más fácil involucrar al alumno, para que luego conozcan historias ajenas, es decir, historias escritas por otros autores.