miércoles. 24.04.2024
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Marina Arjona Iglesias, lingüista

Marina Arjona Iglesias, lingüista

El sábado 24 de mayo de 2003, en Temixco, Morelos, falleció la doctora Marina Arjona Iglesias. Hacía apenas unos meses de la muerte del doctor Juan M. Lope Blanch. Alumna precoz de este notable investigador, Marina Arjona fue una estudiosa de la morfosintaxis y se perfiló por momentos junto a Elizabeth Luna Traill, José G. Moreno de Alba recientemente fallecido), Antonio Alcalá, aunque su edad (estaba por cumplir 48 años) la ubicara en la generación posterior.

Sus ámbitos de trabajo fueron difíciles: el habla popular y los verboides, campos en donde las diferencias suelen ser mayores que las regularidades, sobre todo en los lindes. Trabajar con ella implicaba un doble manejo: el ortodoxo análisis, erudito, basado en la norma y en la sospecha permanente, heterodoxa, como único acceso a la estructura profunda de las construcciones oracionales. La vida la llevó a separarse del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y adscribirse a la Facultad de Filosofía y Letras. Allí se encontró con el otro de los garbanzos de oro de nuestra Lingüística, Juan López Chávez. Juntos crecieron y se consolidaron en un recíproco perfecto, pero su capacidad de trabajo y su grado de heterodoxia han enfrentado la mezquindad que abunda en nuestros medios y ha impedido que sus logros sean hoy con justicia valorados. La disponibilidad léxica y la gramática de la partícula son dos de las aportaciones de esta pareja de lingüistas, que llevó sus investigaciones lo mismo al terreno de un colosal corpus de léxico y de redacciones que a su meditación en torno a la falta de elementos intensionales por parte de los hablantes y del enorme fracaso de nuestro sistema escolar en la enseñanza de la lengua materna.

También Marina Arjona avanzó hacia terrenos de la teoría de la comunicación y puso mucho énfasis en la decodificación de los procesos de violencia y abuso no sólo a nivel intrafamiliar y social, sino en una primera instancia a nivel intrapersonal. Tachas, 13, a 10 años de su partida, se acerca a Marina Arjona a través de uno de sus textos y desde la óptica de Fernando Rodríguez Guerra y Alejandro García.

Juan Carlos Mares Páez nos poetiza el aliento y el recuerdo y Flor Bosco nos narrativiza el ocio y la iniciación.

Paco Ignacio Taibo II nos hace caminar por un Irapuato que se nos fue, pero que se quedó en su recuerdo y hoy guardamos en Memorias del subdesarrollo

Jesús Madrigal Melchor y Raúl Alberto Reyes-Villagrana nos acercan al problema del agua y a las posibilidades de recuperar este recurso renovable cada vez más (sin ser especie) en peligro de extinción.

Matilde Hernández nos da su balance de la obra de Marina Arjona Iglesias.

Juan Gerardo Aguilar comenta el libro de cuentos Trancapalanca de Élmer Mendoza.

Y nuestro Viborero siempre es un dulce remanso de crotalillos para poner a prueba nuestra buena o mala entraña.