sábado. 20.04.2024
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Los viajes de Gulliver: vestigios de misantropía

Alejandra Flores Casas

Los viajes de Gulliver: vestigios de misantropía

Odio y detesto a ese animal llamado hombre, aunque amo a Juan, Pedro, Tomas…
Jonathan Swift

 

Recuerdo mi primer acercamiento a Los viajes de Gulliver, como lo harán algunos de ustedes. Hasta hace poco sólo podía ver al protagonista como aquel hombre que llega al país de los enanos y orina sobre el castillo de la reina porque éste se encontraba en llamas, o ese que arriba a un lugar donde sólo existen gigantes y casi pierde la vida al ser atacado por un pajarillo que quiso arrebatarle un pedazo de pastel que para el ave equivalía a una migaja. Siendo pequeña jamás pasó por mi mente que tales extremos pudieran significar la relatividad del ser humano ante la vida.

Lemuel Gulliver es un médico que se precipita a la aventura de cruzar los mares incitado por el anhelo de conocer diferentes lugares del mundo. Cuatro viajes son los que realiza nuestro protagonista, a Liliput, a Brobdingnag, a Laputa y al país de los houyhnhnms. En cada lugar se dará cuenta de la esencia del hombre, porque nada adquiere valor hasta ser comparado. Así, Gulliver percibe los vicios de la sociedad en la que vive hasta que la puede cotejar con otras. A Swift, ningún ente social se le escapa de la sátira, desde reyes hasta criados son exhibidos.

Comienza su travesía con un peculiar optimismo, que se verá menguado durante la obra a causa de las peripecias que vive. Cada decepción que le ocasionan los hombres, provoca que odie un poco más al género humano hasta llegar a la misantropía.

Liliput. Luego de un naufragio, Gulliver arriba a la costa de un lugar desconocido para él. Se sorprende cuando al despertar se ve atado con hilos finísimos que le impiden realizar movimiento alguno, mientras que lo rodean centenares de seres que en una primera impresión parecen insectos, pero luego de observarlos nuestro viajero percibe que tienen características humanas. En efecto, ese lugar está repleto de personas en miniatura, comparadas con las dimensiones de Lemuel, que lo liberan hasta que les promete ponerse a sus servicios y no causarles daño.

Gulliver llega justo cuando se vive una disputa entre Liliput y Blefuscu. Resulta que el abuelo del actual rey de Liliput se lastimó un dedo con el cascarón de un huevo mientras lo abría por el extremo ancho, así que se promulgó una ley que obligaba a los ciudadanos a romperlos por el lado angosto. Muchos se rebelaron y los emperadores de Blefuscu apoyaron tales sublevaciones. Esta situación refleja cuán absurdos pueden ser los ideales que llevan a una nación a ponerse contra otra o lo innecesarias que son algunas leyes que imponen los gobiernos; pero sobre todo, la intolerancia del género humano basado en banalidades.

Gulliver ayuda al emperador de Liliput en la guerra contra el pueblo enemigo. Debía sentirse grande, omnipotente, como el niño que juega con soldaditos de plástico; sin embargo, su conciencia le hace ver que son humanos a quienes destruye, lo ataca el remordimiento que no se hace presente en los países poderosos que acorralan a civiles inocentes. El “gigante” huye a Blefuscu, donde arregla un bote y huye. Comienza su decepción del género humano. Yo en su lugar me preguntaría: ¿cómo cabe tanta maldad en cuerpos tan pequeños?

Blobdingnag. Debido a ser un viajero de tiempo completo, Gulliver pasa poco tiempo en su casa y zarpa de nuevo para correr con la misma suerte que en su viaje anterior, ya que le navío naufraga. La diferencia radica en que en esta ocasión es capturado por un ser de dimensiones muy superiores a las suyas, un granjero que se dedica a exhibirlo ante los demás gigantes que se maravillan al verlo. Su fama llega hasta la corte y la reina decide quedarse con él, dándole la oportunidad de estar cerca de quienes detentan el poder, como lo vivió en Liliput.

El rey pide que le hable del gobierno inglés, y como todo hombre orgulloso de la tierra que lo vio nacer, dice Gulliver “Oculté las flaquezas y fealdades de mi madre patria y destaqué sus virtudes y bellezas…”[1] preparando Swift al lector para el sarcasmo más acerbo, ya que el ahora “pequeño” viajero, se esmera en alabar al gobierno inglés, recurso que utiliza el autor para destacar los defectos del estado.

El soberano se asombra del relato que hace Gulliver y lanza cuestionamientos que ponen en tela de juicio la honestidad de sus compatriotas. Por ejemplo, le pregunta si un candidato a un cargo público no puede influir en la voluntad de sus votantes mediante un soborno o si los puestos no son susceptibles de otorgarse por el simple capricho del rey. Luego de analizar la sociedad inglesa por medio de su invitado: “Llego a la conclusión de que la mayoría de tus paisanos constituyen la más funesta raza de repugnantes sabandijas que la naturaleza haya permitido jamás que se arrastre sobre la superficie de la tierra”.[2] 

Laputa y Glubbdubdrib. En este capítulo se hace burla de la ciencia y de la historia. Glubbdubdrib es un lugar extraño donde se puede invocar a cualquier hombre fallecido desde el principio de la hidtoria y plantearle cuestionamientos. Gulliver invoca a varios personajes que desmienten los hechos que históricamente se han contado.

Por mencionar alguno, solicita la presencia de Alejandro Magno, quien le cuenta que en realidad no murió envenenado, sino de fiebre por consumir grandes cantidades de alcohol, Del mismo modo, se afana en ridiculizar a otros hombres importantes de la historia.

País de los houyhnhnms. Tal vez el viaje más importante y revelador sea éste. La tripulación del barco e n el que navega se amotina en contra suya y es abandonado en el primer lugar donde ven tierra. Desolado, camina y se encuentra con un ente que presenta una mezcla de características humanas y bestiales: pelo espeso en varias partes del cuerpo, garras, gran fuerza para trepar y considerable velocidad al correr.

Luego cruzan por su camino dos caballos que relinchan de tal modo que parecían mantener una conversación. Lo conducen hacia una casa donde espera ser recibido por un humano, pero su sorpresa es que en ese lugar habitan caballos que son racionales, presentan un sistema de comunicación verbal parecido al de los humanos y son la especie dominante en ese lugar. Se hacen llamar houyhnhnms y tienen a sus servicio, encerrados en corrales, a varios seres grotescos como los que vio al llegar, a quienes nombran yahoos.

Gulliver comienza a valorar las cualidades de esos cuadrúpedos, quienes son amantes de la verdad y la justicia, desconocen la guerra, la envidia, la lujuria; en conclusión, en; contrastan con los yahoos, quienes se odian entre sí, son avariciosos y salvajes. ¿Algún parecido con la raza humana? Gulliver no tolera ver a estos seres, ya que en ellos ve reflejadas las imperfecciones del hombre, aumentadas y al descubierto.

Finalmente los caballos deciden que el semiyahoo no debe quedarse en su sociedad, lo que obliga a nuestro protagonista a regresar a su vida en Inglaterra. Esto aumenta en él el desprecio inmenso hacia los seres humanos; pero justificable, tomando en cuenta el hecho de habitar un lugar donde las bestias de carga de los hombres poseen un intelecto superior y valores que hacen dudar de una de las acepciones modernas del término “humano”.

Gulliver se vuelve misántropo: “Cuando pensaba […] en la raza humana, los veía como realmente eran: yahoos en el físico y el carácter […] sin emplear la razón más que para perfeccionar y multiplicar los vicios.[3] No soporta ni la presencia de su familia, los hombres le ocasionan asco y termina sus días anhelando regresar a vivir entre caballos o largarse a una isla desierta.

El hombre es un ser ególatra, considera que siempre está en lo correcto, ya sea en materia de religión, educación, justicia, ciencia, y se cree con derecho de imponerse ante aquel que tiene otra ideología. Se desvive por presumir las cualidades que, según él, detenta, siendo la arrogancia el peor defecto de los humanos, según Swift. En ocasiones se puede llegar a sentir ese hastío por la raza humana y su comportamiento irritable, otros lo sentirán hacia uno. Sólo nos quedan la resignación y la tolerancia, aprender los defectos de otros para no repetirlos “Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar…”, dice Joaquín Sabina, quien plasmó en una frase lo que de seguro pasaba por la mente de Gulliver.

 

[1] Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, SM, México, 2002, p. 149.

[2] Ibid., p. 148.

[3] Ibid., p. 309.