jueves. 18.04.2024
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EL PARIETAL DE CHOMSKY (COMUNICACIÓN Y LENGUAJE)

La gimnasia prefrontal (Rehabilitar sin preocupación)

Matilde Hernández

La gimnasia prefrontal (Rehabilitar sin preocupación)

Generalmente llego a un libro porque escucho algún comentario que me llama la atención, pero siempre había sido o a partir de otra lectura o de un amigo. Con Incógnito,[1] ocurrió diferente: veía la televisión y el locutor tenía de invitada a una difusora cultural que habló maravillas del libro, aludiendo como buena vendedora, más al subtítulo ‘Las vidas secretas del cerebro’ —los que me llaman por teléfono para vender productos deberían contratarla: “me compró”—. Me dije: ¡Quiero ese libro!

Y allí estoy, página tras página, leyendo fascinada sobre neurociencias, amenamente sorprendida con el recuento de los recovecos de la percepción  —hasta le agradezco una oportunísima explicación del cerebro como equipo de rivales, que me ayudó a mitigar malestares acumulados, a tal grado que ya casi justificaba más o menos el noventa por ciento de los agravios recibidos pero, oh, sorpresa—, cuando estaba esperando el cierre de tan grato resumen de teorías, plantea el autor una propuesta de lo más utópica (en función de ello iba mi primer borrador, pero el editor apremia y resulta que la musa y yo somos amigas de encuentros ocasionales, más bien esporádicos, pero como ya estoy acostumbrada, mientras ella llega, yo voy acumulando notas, borradores).

Decía: el autor propone, en Incógnito, que se tenga frente a sí una computadora enlazada con el cerebro (debo matizar la expresión, él se refiere a delincuentes en Estados Unidos) y que, cada vez que aparezca ‘un mal pensamiento’ o un impulso incontrolable, que debe entenderse como el encendido de un circuito [cerebral] a corto plazo —ha hablado antes de que la falta del control del impulso, la decisión de un beneficio a corto plazo, frecuentemente  se sobrepone a la elección a largo plazo, que implica una preocupación por el futuro—, se haga ejercicio mental para sofocar ese impulso o apagar ese circuito:

Imagine que le gustaría poder resistirse un poco más  a la tarta de chocolate. En este experimento, usted observa fotos de tartas de chocolate durante la exploración cerebral, y los experimentadores determinan la región del cerebro que participa en su apetito. A continuación la actividad de esas redes se representa mediante una barra vertical en una pantalla de ordenador. Su trabajo consiste en hacer que la barra baje. La barra actúa de termómetro de su apetito: si sus redes del apetito se revolucionan, la barra está alta; si suprime su apetito, la barra está baja. Usted contempla a barra e intenta hacer que baje. A lo mejor sabe lo que está haciendo para resistirse a la tarta; a lo mejor es algo inaccesible. En cualquier caso, intenta distintos caminos mentales hasta que la barra comienza a bajar lentamente. Cuando ello ocurre, significa que ha utilizado con éxito los circuitos frontales, y que éstos han apagado la actividad de las redes que participan en ese apetito impulsivo. El largo plazo ha vencido al corto. Sin dejar de mirar las fotos de la tarta de chocolate, practique para intentar que la barra baje una y otra vez hasta que haya reforzado esos circuitos frontales. Mediante este método es capaz de visualizar la actividad de las partes de su cerebro que necesitan modulación, y puede presenciar los efectos de los diferentes enfoques mentales que podría utilizar.[2]

       

Debo aclarar que el texto está muy bien documentado, principalmente, hay que tener claro que posee demasiada información y, por ello, lo que resalto no sólo puede parecer sino que está descontextualizado. Es bastante agradable su lectura, amena, ágil, y, al final de todo, deseo que haya en este mundo más personas como Eagleman pero, visto el avance de la tecnología en México, su propuesta queda demasiado lejos… pero ojalá se pueda.

 

[1] David Eagleman, Incógnito. Las vidas secretas del cerebro. Anagrama, Barcelona, 2013, 349 pp.

[2] Ibid., p. 221.