Es lo Cotidiano

CUADERNO DE UN NAUFRAGO

Razones para releer a EGM

Juan José Rodríguez

Razones para releer a EGM

(Uno de los poetas más importantes del siglo XX es don Enrique González Martínez, quien fue uno de los primeros que fue puesto a la altura de Rubén Darío y pasó largos años de su vida en Sinaloa).

1. Porque muchos libros de memorias —un género que en otros tiempos era leído con confianza oracular— están llenos de no siempre discretas modificaciones al pasado: exageraciones y falsa humildad, mientras que el libro de Enrique González Martínez es bastante sincero, autocrítico, dotado de una capacidad de entender tanto el paso del tiempo como el de su tiempo: dos cosas muy diferentes que no todos los hombres percibimos.

2. Porque reconoce, honradamente, haber padecido un vicio que siempre ha existido en la humanidad y ahora es todo un problema social por su industrialización y legalizaciones expeditas: el juego.

En estas páginas, EGM confiesa que perdió tiempo, dinero y momentos familiares por entregarse al azar, llegando al grado de que una pérdida o una ganancia le daban la misma emoción. Y nos confiesa como tuvo el valor de enfrentar a ese demonio cuando su hijo lo miró con ojos de desconocimiento, al regresar de una de esas tertulias, por lo que dejó esas emociones dostoievskianas.

3. Es uno de los pocos poetas que reconocen la importancia que tuvo para su vida y obra tener una esposa comprensiva, entregada a sus obligaciones y capaz de entenderlo, apoyándolo en sus tentativas de triunfar en la Ciudad de México, a pesar de los riesgos y conflictos que llevan siempre una separación prolongada.

4. Porque nos cuenta lo difícil que fue para él, como poeta de provincia, abrirse paso en el México porfiriano, a pesar del apoyo de Justo Sierra y Joaquín Casasús, presidente de la Academia de la Lengua, y cómo al volver —una sola vez— derrotado a Mocorito, se sintió contento de recuperar algo ejemplar que sóo su falta le ayudó a apreciar: la vida en familia sin sobresalto y la comunidad de amigos, vecinos y desconocidos que le demostraban afecto y apoyo.

Su testimonio es vital porque revela el arduo camino que recorrieron figuras como Amado Nervo, quien se las vio muy duras por años, y nuestro paisano Sixto Osuna, poeta de Villa Unión y Mazatlán.

5. De lo más actual son su narración, confesión y recapitulación de su experiencia política en los álgidos momentos del fin del Porfiriato y su participación en el gabinete de Victoriano Huerta. No fue el único de los hombres honrados y justos  que creyeron hacer el bien. Otros, con pecados más graves que el suyo, supieron muy bien hacerse perdonar por los gobiernos triunfantes.

6. Su vida diplomática, donde recorrió los glaciares y ventisqueros al sur de Chile, y su trabajo en la delegación mexicana en Madrid, durante los años previos a la Guerra Civil española.  Es fascinante su encuentro con el rey Alfonso XIII, durante una reunión formal, donde intenta regañarlo en público por la decisión del gobierno mexicano de expulsar a los sacerdotes españoles por revoltosos.

7. Y para los sinaloenses lo importante de su experiencia como médico y escritor, a la manera de Anton Chejov, transcurrida en Mocorito, Sinaloa de Leyva —donde nació su hijo, el poeta Enrique González Rojo— y Mazatlán (incluso fue jefe de sanidad en Elota, durante la epidemia de Fiebre Bubónica de 1905). Da gusto y sorpresa cómo nos dice que el Dr. Martiniano Carvajal era un gran médico y excelente hombre de letras. Si González Martínez fue un grande de la lengua española, ¿Qué alturas habría alcanzado nuestro Dr. Carvajal si no hubiera cometido el error de apoyar al gobierno huertista y verse obligado a huir y refugiase en Guadalajara?