jueves. 18.04.2024
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Aprendiz de hedonista

Elena Bernal Medina

Aprendiz de hedonista


La búsqueda del placer es una condición del ser humano. Forma parte de nosotros como algo natural. […] Ser hedonista […] es vivir intensamente y ejercer el derecho a sentirnos bien, vibrar con las cosas que nos gustan y exaltar un poco más la sensibilidad. […] Intentar estar bien es una responsabilidad vital ineludible.

Walter Riso.[1]

 

 

Mi día está lleno de cosas placenteras, lo inicio con una deliciosa taza de café que despierta mis neuronas y alerta mi cuerpo. Después sigue la conversación con mis compañeros de trabajo, tan necesaria para sentirnos vivos, donde intercambiamos puntos de vista sobre los acontecimientos actuales y las preocupaciones personales. La posibilidad de hablar y sentirse escuchado, sin duda es otro gran placer.

Más tarde viene el alimento que uno escoge con gusto, no sólo para nutrir sino también para paladear los sabores que se intercalan unos con otros hasta formar un platillo especial, al percibirlo apreciamos los colores y sentimos las texturas de las frutas, las verduras, la carne los condimentos, las mezclas culinarias, según sea el caso. Por ello, para los chefs es tan importante el emplatado, es decir, la presentación del platillo, pues de la vista nace el amor y no se diga del olor que despide el guiso. ¿A quién no se le han antojado unas tortillitas tatemadas o una salsa molcajeteada que imaginamos con tan sólo olerlas cuando vamos caminando por la calle?... Sin duda los sentidos se confabulan para guiarnos por un mundo sensorial donde degustamos la vida.

Cuando uno cocina para los demás, es como si les ofrecieras tu esencia a los comensales, pues en cada guiso uno transmite su energía, algunas personas lo reconocen como la buena sazón que no todos tienen.

Y si hablamos de placeres intelectuales, la lectura de un libro interesante es un placer que dura para siempre, pues una frase, un capítulo, nos servirá de entrada para una conversación, puede incluso modificar nuestra percepción de la vida, en pocas palabras, la esencia del libro y con ella, la visión del autor la podremos utilizar en el momento más oportuno, vendrá a nuestra mente como un cúmulo de experiencias que ya forman parte de nosotros. Al igual que una película en la que recordamos las escenas, los gestos de los personajes y algún diálogo; no se diga de una música que entra por el oído y se instaura en el cerebro para recrearnos un determinado ambiente, una gama de sensaciones, una época de nuestra infancia u adolescencia.

Otro gran placer es el mirar con detalle a las personas, ver su estado de ánimo en sus actitudes cotidianas, en su expresión corporal, incluso en el modo de relacionarse con los demás. Sí, el ser vouyerista también es placentero, te permite imaginar historias o más bien leerlas a partir de observar el cuerpo, entonces el vouyerista se convierte en un narrador omnisciente de un hecho real, que puede recrearlo con un fin específico en el mejor momento.

¿Y dónde queda la posibilidad de tocar, de sentir las texturas de las cosas y las personas con las que nos rodeamos?... el acto de acariciar y ser acariciado es un acto sagrado, cuando estás en contacto con otra piel sientes la temperatura, el temperamento, incluso el ritmo interno de la persona, el carácter, la empatía o antipatía. Si eres muy sensible, al tocar visualizas con las manos y así, lees su pasado y su presente, porque todo está registrado en el cuerpo. Yo lo he experimentado en muchas ocasiones, me es más fácil reconocer a las personas a partir del tacto que de la vista.

Pero el acto de escribir es uno de los placeres que más me gusta, pensar que habrá una persona del otro lado que podrá leer mi mensaje, en otro tiempo y espacio, para luego interpretarlo a su antojo. Reconozco en la escritura el poder de las palabras al darles una intencionalidad a cada palabra, a cada frase; por ello las cartas familiares y personales se convierten en documentos íntimos con los  que podemos traer aquí, al presente, a las personas que nos escribieron  y refrescar el por qué se dijo tal o cual cosa; un mensaje que podría estar encriptado para otros.

No sé si un placer está por encima de otro, creo que todos son importantes en el momento de la acción; también creo que las religiones hacen del acto placentero un acto prohibido, “asunto” del cual el hombre se debería mantener al margen para no incurrir en el pecado. Sin embargo, todo lo que tenga que ver con el ser humano podría o no ser disfrutable en cierta medida, bajo algunas excepciones, todo es cuestión de actitud; no es lo mismo leer por obligación que por placer, mucho menos comer o hacer el amor. Un acto que puede ser liberador se convierte en una monserga. Pregúntenle a una mujer que tiene un tratamiento de fertilidad, qué tan agradable es hacer el amor con su pareja, bajo indicaciones médicas. ya que su ginecólogo le dice cómo y cuándo debe tener relaciones sexuales para lograr ser fecundada. Igual pasa con cada uno de los placeres señalados, que por cierto, no son todos los que están ni están todos los que son.

Depende de nosotros si queremos una vida placentera y saludable o llena de prohibiciones y enfermedades que no siempre son nada más físicas.

Walter Riso nos dice que:

El estilo de vida hedonista inteligente donde el placer  […] se incluye como un aspecto vital cotidiano, crea inmunidad psicológica. Las defensas se incrementan, las endorfinas se activan, la piel mejora, el pelo brilla más, la gastritis molesta menos, el humor se convierte en “buen humor”, el sexo se exacerba más y la mirada se hace más vasta y profunda.[2]

Por ello creo que el ser humano tiene el derecho y la obligación de hacerse cargo de sus acciones y buscar el placer en los actos cotidianos, que le permiten tener motivos de vida, renovarse y ser auténtico. Así que a disfrutar placenteramente de la vida, con todo lo que esto implica.

Octubre de 2013

 

 

[1] http://isabelsalama.com

[2] Idem.