jueves. 25.04.2024
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Cada lector busca algo en el poema

Sara Margarita Esparza Ramírez

Cada lector busca algo en el poema


Cada lector busca algo en el poema, y no es insólito que lo encuentre: ya lo lleva dentro.
Octavio Paz

 

De sus fundaciones y nuevos hijos, los cuales no son ni Mundito ni Alejandro David, sino los otros. De experiencias personales. Al Dr. Veremundo Carrillo Trujillo, maestro al que admiro desde que lo conocí.

Hay figuras que determinaron el horizonte literario del Estado y su cultura, de la escuela que me ha formado, que dieron el cimiento para lograr por medio del logos y la elocuencia lo que muchos, de lo cual estoy segura, se jactan y enorgullecen de ser parte.

La facultad de Letras para mí fue como un hogar, con sus altibajos, porque venía de un lugar más chico, pero que me deslumbró, me llenó de ideas la cabeza. Quizá no careciese de ellas, pero sí del empuje exacto, necesario y transformador para llevarlas a proyectos y realidades concretas.

El primer semestre transcurrió sin muchos cambios, como que iba y venía cada fin de semana de mi lugar de origen, llevaba nuevas historias, sucesos y anécdotas a mi familia; sin miedo al futuro, todo lo contrario, con más ambición de conocimiento. El tercer y cuarto semestre fueron —según mi familia— emblemáticos, ya no iba cada fin a casa, ya iba cada mes, porque mi visión había cambiado, se trastocaron los hilos de mi ambición; llevaba el segundo semestre de latín, materia que más que eso se convirtió en un ideal de vida, una ligera y determinante decisión, un proyecto para continuar, con un rumbo fijo, con maestros que me enamoraron de lo que eran las lenguas clásicas.

Es ahí donde comienza mi terca y puntual idea de hacer mi tesis de traducción de latín o algo referente al latín, porque era un gusto que quería darme, porque no había obstáculos, ni barreras que pudiesen conmigo. Y en ese terco ideal sigo, hasta que llegue a la culminación de esa hambre de conocimiento, que espero no sea pronto.

Hablemos de lo importante, ¿por qué les cuento esto? Es fácil, delimitemos, no conocía mucho de cultura y talleres. Los encontré, me quedé prendada de las mil actividades que se podían realizar en Zacatecas, tan pequeño geográficamente (hablando de la capital) y tan grande en diversidad cultural.

Visité uno, dos, tres, no sé cuántos diplomados de Lenguas clásicas, impartidos por el Dr. Alberto Pérez Pereira en latín, y el Dr. José García en griego, realizados por la AZECME; visité los talleres sobre “Literatura latinoamericana del Siglo XX, primera y segunda parte: novela y poesía respectivamente”, impartidos por el Dr. Veremundo, en los cuales conocí a gente impresionante, que van desde el maestro Juan Bernardo Flores Gaeta, hasta la inolvidable Rosita Caloca, y tantos y tantos que podría mencionar y nunca terminaría, tanto a aquellos que pertenecían al área de humanidades como a los que no tenían nada que ver con ésta, únicamente el deseo de adentrase en ese mundo, que solían ser contadores, médicos, abogados, profesores, la mayoría —personas con mucha experiencia sobre sus hombros— hubo quien me dijo, eres joven, y creo que es la primera vez que veo gente como tú en los talleres del Dr. Veremundo. Así era, fue mi primer contacto con su mundo, el estar tan cerca de personas como ellos, y ver la admiración y respeto, hasta el punto en que ves el por qué y dices, “más vale tarde que nunca”, también es cierto que ya había visitado la unidad; sin embargo, para conocer a una persona, no basta con un seminario, el verdadero contacto se da, al menos en mi persona, cuando logras llegar a tocar fibras tan sensibles: el llanto que transmite llanto, el aprecio que transmite confianza y sobre todo el sentimiento de humanidad que el Dr. Veremundo lograba dejar en los asistentes al diplomado.

Veremundo Carrillo Trujillo, ser de naturaleza en continuo contraste, dice Juan Antonio caldera Rodríguez en el prólogo a su Obra poética 1953-2003: “poeta de tiernas finezas y de entrañables imágenes […] poeta de un mundo que por cercano al nuestro nos pertenece en lo medular y en lo discreto […] Seductor poeta, y poeta de claridades, su obra atrae por su acuidad y su diafanidad.”[1]

El poeta humanista nunca desmaya y sigue su lucha. Después de la fundación de la facultad de humanidades, junto con la Dra. Diana Margarita Arauz Mercado, el Dr. Luis Felipe Jiménez Jiménez, el Mtro. Alberto Pérez Pereira y la Dra. María José Sánchez Usón da vida a un nuevo proyecto, la Asociación Zacatecana de Estudios Clásicos y Medievales (AZECME, 2007, que “pretende ser un punto de encuentro, reunión y reflexión sobre las diferentes facetas de la cultura antigua en general”[2]) presentado con entusiasmado apoyo a y renovación de los estudios clásicos, abandonados y arrinconados. Esta asociación ha permitido incursionar en nuevos talleres, nuevas visiones, adentrando e interesando a la juventud, especialmente a aquellos que pertenecemos a las humanidades.

Veremundo es un humanista por naturaleza. Al leer su obra poética me encontré con un poema que plasma algunas imágenes interesantes, al ya haber conocido un poco de su vida, de su mundo, y sobre todo del cómo fue su construcción personal, desde teólogo hasta humanista (mundano) —entiéndase esto— desde el punto de vista de los dos amores en los cuales incursionó y han estado presentes sobre todo en su obra poética: el amor divino y el terrenal.

Escuchad: soy un hombre.
¿Rubio? ¿Negro? ¿Moreno?
¿De oblicua mirada?
¿De color de la Carne de Verbo?

Soy un hombre: sabed.
Os tendrá que punzar mi secreto:
Hay un hondo alarido de siglos
En mi herido silencio.

Soy un hombre de plaza y de teatro,
De prisa y bostezo.
Soy un hombre de puño cerrado y danzar epiléptico.

Reconcentro, cronómetro en mano,
mi poder, mi fastidio, mi ensueño,
y lo lanzo a girar por el cosmos
y en la luna lo estrello.

Solivianto y aplaudo,

Amenazo y miento…

Y entorpecen mi sabia campaña

El amor y el miedo.

 

A Dios va mi grito
De ansia o de desprecio.
Y en mi grito va Dios, complaciente:
Estallido y Eco.

 

Soy un hombre ridículo y sabio,
Poderoso y enfermo.
Por mis venas discurre mi siglo
Frívolo, trágico, espléndido.


Soy un taumaturgo,
soy un paralítico y ciego.
Me tiro a la charca,
Repto, corro, vuelo.

 

¿Qué os importa el color
de mi epidermis o mi pensamiento?
Mi conflicto es de amor:
¡Soy un hombre! ¡Sabedlo!

 

Os exijo amor
Para mi espíritu y para mi cuerpo…
Porque habéis de saber
que mi carne es hermana
De la Carne del Verbo.[3]

Cada palabra dibujada, matizada y sobre todo reflejada en su poesía, cada verso, cada estrofa, cada poema es una parte de la esencia de Veremundo como poeta y como hombre.

Sería redundante decir, y expresar todos y cada uno de los logros y acciones que han llevado al maestro, amigo y señor Veremundo a ser lo que es, creo que eso ya todos lo sabemos, y por ello estamos aquí, por lo que sólo me resta decir, ¡Gracias Maestro!

 

[1] Veremundo Carrillo Trujillo Obra Poética 1953-2003, Instituto Zacatecano de Cultura «Ramón López Velarde», México, 2003, p. 11. p. 9

[2]http://www.azecme.org/

[3] Veremundo Carrillo Trujillo, Op. Cit. p. 96.