sábado. 20.04.2024
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Achimec de Arriba, (hoy San Pascual) está ubicado en el municipio de Tepetongo, Zacatecas. Allí nació Veremundo Carrillo Trujillo el día 28 de diciembre de 1933. Su padre, Felipe Cayetano Carrillo Robles, administraba El Terrero, una estancia agrícola y de agostadero, su madre, Damiana Trujillo Ruiz, se dedicó a criar a los once hijos que tuvo el matrimonio, de los cuales Veremundo fue el cuarto.

Su padre solía llevar a la familia por cortas temporadas a Amotita, un rancho ubicado entre las sierras de Tepetongo y Valparaíso. En ese lugar de bosques y arroyuelos el pequeño tuvo la oportunidad de gozar de la naturaleza. Aquellos Días Veremundo los recuerda así:

 

     ¡Oh madrugadas serranas,
     Fragantes de manzanilla!
     ¡Oh infancia incontaminada,
     Fresca flor de maravilla.

 

En Achimec no había escuela ni visita de sacerdotes, de manera que su madre le enseñó las primeras letras, la aritmética y el catecismo. Doña Damiana, que también gustaba de escribir versos, inculcó en Veremundo el amor por la lectura, por la escritura.

Cuando Veremundo tenía siete años la familia se mudó a Huejúcar, Jalisco. Su padre iba a administrar las propiedades de Lolita Arias, una viuda rica de aquel lugar, con quien trabajó mucho tiempo. Luego de un examen, Veremundo comenzó el tercer año de primaria. También entró de monaguillo en la parroquia. Este traslado representó un cambio radical en la vida social del niño, que hasta entonces había sido solitaria, pues entre El Terreno y Amotita, fuera de su familia, convivía con poca gente. En Huejúcar tuvo la oportunidad de alternar con niños de su edad.

De su abuelo, un ranchero de lenguaje franco y sencillo, escuchó historias. Así conoció a los Pares de Francia y aprendió diversos paisajes de la Biblia. Entre los primeros autores que conoció figuran María Enriqueta, el español José Selgas, Amado Nervo, José Enrique Rodó —uno de sus favoritos— y otros autores que se incluían en las antologias escolares.

Veremundo terminó la primaria en 1946, en un internado de religiosas de Guadalupe, Zacatecas, tenía once años y continuaba en su afán de escribir poemas, los que, según los define él, eran “sencillos, de tema religioso unos y satíricos contra mis compañeros otros”. A esa edad sentía a Dios muy cerca; a veces le pedía la muerte: le angustiaba enterarse de la corrupción del mundo y de la conducta de algunos jóvenes que él conocía. Con todo, su entusiasmo juvenil no cejó: participaba activamente en los deportes, las tertulias literarias; incluso llegó a declamar. Tenía doce años cuando se celebró el CD Aniversario de la Fundación de la Ciudad de Zacatecas; el pequeño Veremundo formó parte del Coro Monumental del Cuarto Centenario. Fue también solista del Coro del Convento Franciscano de Guadalupe.

A instancias de su madre, quien le había inculcado el respeto por la figura del sacerdote, ingresó en 1947 al Seminario Menor de Zacatecas. Antes de partir su padre lo llamó aparte y le dijo: “Está muy a tiempo de escoger lo que quiere ser en la vida; si escoge el campo, le compro su caballo y ganado, pero esta vida es muy dura y si decide estudiar, va a tener oportunidad de progresar. Si por alguna razón ya no está a gusto, no se olvide que aquí tiene su casa”. Casi cuarenta años después, le dijo lo mismo cuando se enteró que dejaba el sacerdocio.

Jovita Aguilar Díaz