Es lo Cotidiano

EL OCCIPITAL DE EINSTEIN (CIENCIA)

¿Qué es una estructura cerebral?

Douglas R. Hofstadter

¿Qué es una estructura cerebral?

 

Cuando la gente se entera de que mis investigaciones tratan sobre los mecanismos ocultos del pensamiento humano, a menudo comenta:

—Oh, así pues estudia usted el cerebro.

Una parte de mí desearía replicar: “No exactamente: reflexiono sobre el pensamiento. Analizo la forma en que se relacionan los conceptos y las palabras, me planteo lo que significa “pensar en francés”, reflexiono sobre lo que hay detrás de un desliz verbal y otros tipos de errores, sobre el modo en que, de forma natural, un suceso nos evoca otro, sobre cómo reconocemos las letras y las palabras, sobre cómo desentrañamos frases pronunciadas con descuido o le lenguaje críptico del argot, sobre cómo hacemos miles de analogías cotidianas o esporádicas, sobre el modo en que nuestro conceptos ganan en sutileza y fluidez a lo largo de nuestras vidas, y así sucesivamente. No me ocupo en absoluto del cerebro; dejo ese ente húmedo, enmarañado y confuso para los neurofisiólogos”

Otra parte de mí, sin embargo, debería responder: “Por descontado que estudio el cerebro humano. Por definición, reflexiono acerca de él, pues el cerebro es justamente el dispositivo que lleva a cabo el pensamiento”.

Esta curiosa contradicción me ha llevado a preguntarme qué entiendo yo y qué entienden los demás por “investigación del cerebro”. La cuestión conduce de manera natural a otra pregunta: “¿Cuáles son las estructuras del cerebro que, en principio, uno podría estudiar? La mayoría de los neurocientíficos, si se les plantease el tema, elaborarían una lista que incluiría (al menos algunos de) los elementos siguientes (ordenados más o menos aquí según su tamaño físico):

aminoácidos

neurotransmisores

ADN y ARN

sinapsis

dendritas

neuronas

conjuntos neuronianos hebbianos

columnas de la corteza visual

área 19 de la corteza visual

la corteza visual completa

el hemisferio izquierdo

 

Aunque todos ellos son objetos válidos e importantes a la hora de realizar un estudio neurológico, para mí, la lista evidencia un punto de vista demasiado limitado. Decir que el estudio del cerebro se limita al de entes físicos como ésos equivaldría a afirmar que la crítica literaria debe centrar su atención en en el papel y en la encuadernación, en la tinta y en su química, en los tamaños de página y en la anchura de los márgenes, en los tipos de letra, en la longitud de los párrafos, y así sucesivamente. Pero ¿qué hay de las elevadas abstracciones que habitualmente consideramos como el verdadero corazón de la literatura: argumento y personajes, estilo y punto de vista, ironía y humor, alusiones y metáforas, identificación y distancia? ¡Detrás de cuáles de esos objetos de los que supuestamente se ha de ocupar la crítica literaria se ocultan tales esencias?

Mi punto de vista es sencillo: las abstracciones son clave, tanto en el estudio de la literatura, como en el del cerebro. En este sentido, he aquí una lista de abstracciones a las que, en mi opinión, los “investigadores del cerebro” deberían prestar igual atención:

el enlace asociativo entre los conceptos “perro” y “ladrido”

los archivos de objetos (tal como propone Anne Treisman)

los marcos (tal como propone Marvin Minsky)

los paquetes de organización de la memoria

(tal como propone Roger Schank)

la memoria a largo plazo y la memoria a corto plazo

la memoria episódica y la memoria melódica

los puentes analógicos (tal como propone mi propio grupo de investigación)

los espacios mentales (tal como propone Gilles Fauconnier)

los memes (tal como propone Richard Dawkins)

el ego, el id y el superego (tal como lo propone Sigmund Freud)

la gramática de nuestra lengua materna

el sentido del humor

el “yo”

 

 Cabría extender arbitrariamente esta lista. Se trata de una simple sugerencia, con objeto de ilustrar mi tesis de que el término “estructura cerebral” debería contemplar elementos de este tipo. Huelga decir que algunas de estas nociones teóricas puede que no tengan validez a largo plazo, mientras que otras podrían adquirirla progresivamente gracias a la investigación. Al igual que la noción de “gen” como entidad invisible que permite la transmisión de rasgos de padres a hijos fue propuesta y estudiada científicamente antes de que ningún objeto físico hubiera sido identificado como el auténtico portador de dichos rasgos y que la noción de “átomo” como constituyente básico de todos los objetos físicos fue propuesta y estudiada científicamente mucho antes de que se lograra aislar un átomo individual y explorar su interior, cualquiera de las nociones indicadas antes podría ser legítimamente considerada una estructura invisible pendiente de localización física por parte de los investigadores del cerebro humano.

Aunque estoy seguro de que encontrar la encarnación física exacta en el “cerebro humano” de una de las estructuras (si es que, por otra parte, hubiera una única localización) representaría un paso de gigante, no me parece que tal mapeado físico deba constituir el principio y el fin de la investigación neurológica. ¿Por qué no otorgar la misma validez, a efectos de esta investigación, al establecimiento de todo tipo de relaciones precisas entre las entidades que hemos enumerado, antes (o después) de que éstas son físicamente identificadas? Al fin y al cabo, ése fue el modo en que se desarrolló la investigación científica en torno a los genes y a los átomos durante décadas, antes de que se confirmara su existencia física y su estructura interna quedase al descubierto.