martes. 23.04.2024
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El otro mundo

Jorge Luis Barajas

El otro mundo

No se ha visto a ningún yo que naciendo se encontrara sin mundo, por lo que creo que la Realidad que hay la traemos nosotros y no quedaría nada de ella si efectivamente muriéramos, como temen algunos.
Macedonio Fernández

No fui testigo de las circunstancias del origen de mi desdicha, pero he escuchado hablar tanto sobre ello que me han sido dadas infinitas versiones sobre lo ocurrido. He aquí una de ellas. Nací el mismo día en que terminó la guerra, desde entonces mi madre supuso que algo bueno habría en eso. Hoy, hace más de treinta años de su muerte, me atrevo a confesar que el hecho oculta un misterio. Debo aclarar que esta no es la historia de mi desdicha, sino la causa, el origen, que a su vez encierra las condiciones de la vida de mis padres. Según ella, hacía cinco meses que él se había ido navegando por todo el Atlántico con rumbo a las Malvinas. Me contó que estuvo del lado de Argentina gracias a una suerte de patriotismo hereditario, pues mis abuelos habían nacido allá. Después de tanto tiempo carteándose ocurrió el día en que una de las cartas, que se escribían con insistencia y desespero, habría de llegar a su destino trágico. Esta nunca llegó. Después de que aquella carta fuera devuelta a su origen, mi madre entendió el mensaje y se dedicó a callar, según un oficial, por culpa de una remington que atravesó el abdomen de mi padre ocasionando desgarro, contusión y muerte.

En 1982 mi madre escribió esa carta en la que se anotaba lo siguiente:

«Querido Luis debes saber que no existe Amanda sino dos hermosos varones; hubo una complicación en el parto pero nada grave. Tal vez por eso mismo el doctor Rivera se equivocó esta vez. Al parecer venían mal acomodados: por eso el cambio y la complicación. Como entenderás, he tenido a Raúl pinte y pinte la recámara, y él que dale y dale que por qué no me llevaron con su amigo el doctorucho aquel que nos había recomendado. Que según lo mío no es tan grave. Pero que hay que tratar de evitarlo de aquí en adelante porque de seguro ese cabrón confundirá las hemorroides con las caries y luego para qué te cuento, pues es más fácil pintar un cuarto rosa de azul que andar por ahí con el culo en la boca. Te manda saludos y pregunta que a cuántos mataste. Seguimos en las mismas, con la angustia de querer verte de vuelta y los cabrones de la Junta sin querernos decir qué pasa. En fin, no te quiero angustiar, esta vez solo te escribo para avisarte sobre la nueva, que sé que te caerá como un rayo. Pensamos registrarlos esta semana: entérate que uno llevará tu nombre y el otro el de Ernesto, Raúl dice que si es por Hemingway ni lo creas, pero que si es por El Ché acepta, pues al igual que Alonso Quijano, siempre ha preferido las armas que las letras. Y qué más te digo: que aquí seguimos esperando que todo acabe y que vuelvas a estar con nosotros. Por este día es todo.

Te amamos y esperamos que todo te sea favorable. Tuya, A. R. 14 de julio de 1982»

La historia es simple y fantástica si es verdad aquello de que la noción de lo fantástico a veces coincide con lo cotidiano. Cuentan que en el siglo iv antes de nuestra era hubo un caso de dos gemelos que temiendo nacer, se abrazaron aferrándose uno a uno, bien juntitos con la sensación que produce la posibilidad de la muerte. Al nacer, porque no pudieron evitar tal desgracia, se dieron cuenta de que estaban pegados por un costado de la espalda. En mi caso las cosas ocurrieron distintas. Ésta es la anécdota:

Antes de nacer fui dos personas en el sentido estricto; creo que las sigo siendo aunque ahora se haya perdido el sentido estricto. Debo decir que la suerte nunca estuvo de mi lado. A mi madre le diagnosticaron que estaba embarazada de dos varones. Sobra decir que ignoro lo que sucedió en su vientre, aunque haya estado presente. Cuentan que por una extraña razón las dos conciencias se acumularon en uno de los cuerpos. Eso ocasionó que uno muriera a los pocos días y que el otro viviera terriblemente. Con los años —desconozco la edad que tenía cuando comenzó todo—, tuve que vivir con problemas de percepción sensitiva, incluso a veces despertaba en lugares que nunca había visitado. La primera vez que me ocurrió fue hace años. Sucede que desperté en un hospital herido por un navajazo. Me recuperé con los días, pero durante semanas no pude deshacerme de un extraño olor a pólvora. A veces pienso que estas sensaciones me llegaban de otro tiempo. Por ejemplo: una tarde de 1998, durante un recorrido, descubrí que el amor era azul; días después me enteré que la música sabía a chocolate, y que el caramelo sonaba como la alegría; siempre sostuve que la risa olía a fresa y era verde, hasta que una prima me demostró que sabía a cacahuate y que era gris; si han olido el mar, conocerán el olor de la muerte, que del mismo olor es el miedo. Confieso que no me he acostumbrado al silencio de los ojos, pero ya soy capaz de soportar el sonido ruidoso de la nieve en abril; en el 2001 un orgasmo cambió a rojo y meses después me enteré que el dolor suena al llanto de un niño; pero hará un mes que dejé todo atrás, yo pensaba que eran los años pero hay un misterio, algo que desconozco —pero que infiero— en todo esto. Lo primero fue que el caramelo perdió su sonido, la comida empezó a saberme a miedo y todo a mi alrededor ha empezado a oler a agua. Esto es molesto, pues he estado a punto de morir ahogado a causa de las risas de Raúl que vino ayer a visitarme. Le platiqué todo pero insiste en ignorarme.

Después de todo, he indagado sobre mi condición actual. Tengo dos hipótesis. Creo que lo que me atormentó fue mi otra parte, la que habrá estado por allá en un lugar desconocido metido en asuntos de pólvora y mar. La otra idea —que me convence más—, es que me hayan llegado, desconozco los motivos, las imágenes de mi padre a través de olores y sonidos dispersos. Por ello a veces me da por pensar que viví una vida ajena, que mi nacimiento ocurrió en un lugar lejano al de mi origen, y que en ocasiones no hay un mundo para cada nacer, sino que a veces ocurre que hay menos mundo para cada nacer como en mi caso que habito en otro lugar y en otro tiempo.

6 de septiembre de 2013