Es lo Cotidiano

¿Dónde está la vida?

Ricardo de Jesús García Castañeda

¿Dónde está la vida?

La vida está en otra parte narra la historia de Jaromil, un niño que desde pequeño tiene facilidad para la poesía. Una pregunta interesante que surge es si Jaromil escoge este camino o si el camino lo escoge a él, aunque podría ser que ninguna de las dos opciones sea la que padece, sino que, por ejemplo, son las circunstancias, el contexto, las que definen la personalidad del niño y este proceso se va repitiendo a lo largo de la obra mientras creciendo. Él obtiene felicidad gracias al reconocimiento de sus criaturas, las ambiciones de reconocimiento van creciendo, rebasan el círculo familiar, pasan a sectores específicos de la comunidad para, al final, querer abarcar al menos una fracción completa de la sociedad en que se desenvuelve el poeta.

Mi lectura de esta obra de Milan Kundera pone en duda la libertad de elección de una persona: desde el nacimiento ya estamos condicionados a cómo podremos ser, aun antes de nacer ya se tienen planes sobre nosotros. Tenemos una libertad delimitada por las personas más próximas; pero aún más limitada es la libertad de elección, pues además del peso grupal somos presas de nuestra propia inexperiencia y muy a menudo víctimas de nuestras pasiones, que no suelen ser nuestras del todo. 

La novela de Kundera es fiel a las caras problemáticas de la época. Una de ellas el yo, inaprehensible en la acción de su propio reflejo de la vida: “Llegó entonces el momento en que la novela, en la búsqueda del Yo, tuvo que desviarse del mundo visible de la acción y orientarse hacia el invisible de la vida interior”.[1] Esta perspectiva hacia el interior del hombre: deseos, pensamientos, imaginación y sueños, están dominados por las pasiones, tan inaprehensibles como el Yo.

Podemos delimitar las pasiones con nombres y separarlas, pero cuando damos un vistazo interior nos damos cuenta de que no son tan separables como parecen. Suelen ir encadenadas y formar parte de un enjambre complejo que es el fluir vital. Tenemos un ejemplo en la madre de Jaromil. Cuando éste comienza a salir con la pelirroja, ella se siente celosa, pero lo celos están enmarañados con más cosas, relacionadas con su pasado, con los conflictos que ya tenía con su hijo, el distanciamiento, la planeación del futuro, el amor volcado hacia el menor debido a la frialdad de la relación con el esposo.

Kundera maneja tres historias que parecen distintas. Al final nos damos cuenta de que son sólo una, aunque ésta no es una afirmación rotunda, porque podrían funcionar como historias distintas que se mezclan gracias al sueño. Toda la segunda parte de la novela trata de Javier y su viaje por los sueños. Toda esa sección en determinados momentos se puede ver como ajena a la novela, como algo independiente, pues no se menciona a Jaromil ni situaciones pertenecientes a la acción echada a andar como historia principal. Los sueños de Javier se nos presentan como un sueño, un intermedio, como si la obra durmiera y nos mostrara un sueño distinto, no de Jaromil o de Javier, sino de la novela misma, un sueño de la mano de otro sueño, unidos por particularidades, como otras vidas. El sueño y su capacidad de hacernos vivir múltiples vidas, el desdoblamiento del Yo en distintos contextos. Como se puede ver, Kundera siempre es inasible.

Para Kundera la novela se mueve en un terreno completamente propio en donde, para empezar, el autor debe morir. No debe hablar él, sino los personajes de acuerdo al mundo en que interactúan y se van desenvolviendo. El autor no será el mismo cuando concluya su obra, incluso cuando se relea o relea, se encontrará frente a cosas que antes no veía, gracias al olvido y al desenfoque: “Tras el frágil linde lo incontestable (…) se extiende un espacio infinito, el espacio apropiado de lo inventado, significado, exagerado, de lo mal entendido, un espacio infinito de no verdades que copulan, se multiplican como ratas y quedan inmortalizadas”.[2] La novela se mueve en sus propios espacio y tiempo, no es un retrato de la sociedad, aunque aparezcan hechos históricos, Kundera diferencia entre lo que hace un historiador y un novelista.

La diferencia está en el enfoque. Para la novela no será la realidad, sino la existencia: “Y la existencia no es lo que ha ocurrido, la existencia es el campo de las posibilidades humanas, todo lo que el hombre puede llegar a ser, todo aquello de que es capaz”.[3] Las posibilidades son una de las materias primas de la novela kunderiana. Podemos formar novelas al dar este salto al interior del hombre y su existencia, al instalar a los personajes en un contexto; aun cuando en acciones se esté muy limitado, queda el pensamiento que si bien en la novela no podemos ver como tal, la voz narrativa nos lo comunica: cómo los sentimientos se ligan a las palabras, o al revés, para hacer actuar al personaje. El narrador tiene una idea de lo que pasa por la cabeza del personaje para actuar de un modo determinado, el personaje tiene otra idea de las motivaciones y el lector tiene otra. Parafraseando a Kundera: lo que puede decir la novela es lo que nosotros los lectores podemos hacerle decir.

Me parece importante mencionar que dos grandes corrientes, mencionadas por el mismo autor, son palpables en la novela del siglo XX: el surrealismo y el existencialismo. Las artes se rebelaron a los cánones para formar nuevos órdenes. En particular, en la novela de Milan Kundera la ruptura y nuevas influencias son obvias. Para empezar el título de la novela, aunque el autor mencionara que el original era la Edad lírica. Además de los ecos de Marx, Rimbaud, Freud, Breton, que están fuera de la novela, al interior Jaromil, al igual que su país, está pasando por una adolescencia que es la revolución. Dentro de la novela se menciona el título del libro como una consigna de pancarta, que se nos dirá también escribieron después los estudiantes en las paredes de la Sorbona: La vida está en otra parte y aparece en cursivas al principio del capítulo y casi al final aparece también en cursivas: Sueño es realidad.

Si unimos ambas oraciones con un nexo, nos queda: La vida está en otra parte y el sueño es realidad. Me parece fundamental en la obra: si la vida no está en la vida y el sueño puede ser la realidad, éste es el espacio del Yo, suspendido entre ambos: la capacidad de desdoblamiento e imaginación o fantasía y desacosarnos de una idea fija de naturaleza humana. Surgen de inmediato las preguntas: ¿Vivimos entre sueños? O ¿Estamos fatalmente condicionados por nuestro entorno? ¿Qué tan nuestra es nuestra vida? ¿Qué tan manipulable es nuestro sueño por nosotros mismos, si está condicionado por el exterior? La vida es un sueño aceptado por la colectividad y somos esclavos que le lloramos a la libertad para poder soportar nuestra esclavitud. Kundera menciona el sueño en el capítulo dos, pero es difícil estar de acuerdo con él, se nos vuelve a escurrir el autor, pues el sueño es siempre inaprehensible.

Un sueño, según esto, es irrelatable y Kundera estructura una historia en la que intenta semejar un sueño, pero parece más una forma de fantasear. La historia de Javier, que bien podría ser un desdoblamiento de Jaromil, o historias para que el lector encuentre lo uno en lo otro, cosa que sólo supongo, pues nunca se menciona esto en la obra, no es su Yo, podría funcionar como un personaje creado por el niño para poder realizar cosas que a esa edad sólo podría alcanzar fantaseando.

Los objetivos de Javier son viajar de sueño en sueño, sus historias se entrelazan de manera brusca o interrumpida, por el nexo dormir, y encontramos algunos tópicos que se podrían considerar dignos de alguien en la edad lírica como son lista de confabulación, escape al frente, sexo, amor, perdón, traición. Si bien salta de sueño en sueño, él no tiene el control, una situación lo va llevando a otra. El tiempo es incierto y la continuidad no es clara, lo único que Javier tiene es la capacidad de decir dentro de las circunstancias que se le presentan y ser siempre el mismo.

La parte dos se divide en catorce capítulos, los cuales podemos agrupar por separado antes de una ruptura:

I-IV

(A)

V-VIII

(B)

IX-XI

(C)

XII-XIII

(D)

XIV

(E)

                 

A

Puente de Carlos: extravío de la mochila, encierro del policía esposo de una mujer y promesa de escapar con la mujer.

B

Excursión: chica enfermiza atraída por Javier, baile con la mujer mayor (de edad), va a casa de la mujer mayor con la intención de que la chica lo vea.

C

Conspiración: nota la pérdida de la cartera en la que traía una lista de nombres. Huida con él frente como modo de redimir su pérdida.

D

Funeral: funeral de la chica enfermiza. Javier cree que fue por amor a él. Siente el perdón de la chica y su amor aún después de muerta.

E

Puente de Carlos: recupera la cartera con la lista, pero ya no le importa. Traiciona a la mujer y huye solo.

Tenemos tres historias:

ABCDE

1

ACE

2

BD

3

Todas están enlazadas por dormir o despertar (S). 1 es la secuencia completa en el orden común; en la secuencia 2 funciona la cartera como nexo de las historias y en 3 es la chica enfermiza. Una vez hecha la separación podríamos intercambiar el orden y las lecturas de los saltos. Javier siempre será el mismo, sólo estará en distintas situaciones. El desdoblamiento del Yo, por lo menos en la novela será el mismo, porque siempre tomará similares decisiones al estar en iguales situaciones y el lector se podrá preocupar por si Javier pudo decidir no irse con la mujer mayor y eso cambiaría los acontecimientos; pero esto no es verdad, por lo menos en la novela, pues Javier está precondicionado por él mismo y la situación siempre será la misma: desde el principio tiene la intención de hacer sufrir a la chica enfermiza, por mencionar un ejemplo.

El desdoblamiento del Yo, atrapado entre el surrealismo y el existencialismo: si la vida está en otra parte y el sueño es realidad, ¿La vida es un sueño y los sueños sueños son?

 

[1] Milan Kundera, El arte de la novela, Vuelta, México, 1988, p. 30.

[2] Milan Kundera, El telón, Tusquets, México, 2005, p. 179.

[3] Milan Kundera, El arte de la novela, p. 46.