Es lo Cotidiano

UN RATITO DE TENMEALLÁ

Las vicisitudes y la vida de los héroes

Jesús Gibrán Alvarado Torres

Las vicisitudes y la vida de los héroes


—Si vienes a visitarme, algo malo te ha pasado o te va a pasar —se rió Adelaida, palmeándole la espalda—.
Mario Vargas Llosa

 

La más reciente obra de Mario Vargas Llosa, El héroe discreto (Alfaguara, México, 2013, 385 pp.) es una narración que fluye con sencillez y que atrapa fácilmente; la estructuración del texto es un aliciente más para mantener al lector en vilo y a la espera de lo que sucederá no sólo en la siguiente página, sino en el siguiente capítulo. Esto, debido a que se desarrolla una doble historia, la de Felícito Yanaqué, dueño de una línea de autobuses en la ciudad de Piura; y la de Ismael Carrera, hombre que maneja una compañía de seguros en Lima.

El libro cuenta con XX capítulos y la alternación en los acontecimientos hace que su lectura sea amena y rápida; otro de los aspectos que se deben señalar es que el lenguaje es uno de los rasgos característicos no sólo de las ciudades peruanas en las que se desarrollan las acciones, sino de la habilidad del escritor para llevar al papel el habla de esta zona sudamericana. Vargas Llosa entrega al público un par de historias homogéneas y a la vez disímiles, historias que se bifurcan en el clímax y muestran la calidad literaria del ganador del Premio Nobel.

Los héroes

Felícito Yanaqué e Ismael Carrera son dos personajes que comparten ciertos caracteres o conductas, los dos son correctos, intachables y llevan la vida que se labraron desde pequeños, cada uno a su modo supo hacerse acreedor a las comodidades que gozan y el problema que se debe resolver en el texto radica en los problemas que se les presentan a cada uno; Felícito recibe notas de extorsión firmadas con una arañita, en las que le piden que dé una cuota mensual a cambio de protección o se deberá atener a las consecuencias; por otro lado, el problema de Ismael es familiar, sus hijos, holgazanes que no saben lo que es ganarse el pan, sólo están a la espera de que su padre muera para ser los dueños de la compañía de seguros.

La historia de Felícito Yanaqué está llena de superstición, suspenso y el ambiente detectivesco en el que la figura principal es el sargento Lituma, todo gira en torno a las peripecias que se deben sortear para dar con los responsables de las amenazas que recibe el dueño de transportes Narihualá; además se le agregan los problemas maritales y sus aventuras con Mabel, su amante. Felícito hace remembranzas de su matrimonio y los problemas que lo llevaron a necesitar de los amores fuera del matrimonio, la difícil empresa de llegar a ser alguien en la sociedad piurana, y la siempre presente figura sin igual de su padre.

Por su parte, Ismael Carrera se podría decir que es sólo un motivo, sobre el cual se desarrollan los acontecimientos sobre la vida de don Rigoberto, un fiel trabajador que ha estado al servicio de la empresa de seguros; y es amigo de Ismael, tanto que conoce las intimidades y forma parte del selecto séquito que está a favor de lo que planea hacer Carrera para dar la lección a sus hijos de que las cosas en la vida no son fáciles. La trama va tejiéndose al lado de la familia de este sosegado trabajador limeño, quien ayuda para que todas las cosas salgan como se han planeado, pero al mismo tiempo él tiene que sortear todos los escollos que se le presentan, como serán las apariciones repentinas de Edilberto Torres.

Las bifurcaciones y el cierre

La relación entre las partes se da, como la mayoría de las situaciones presentadas en la obra, de forma inesperada y en la situación más trivial posible, no por medio de los personajes que dirigen las riendas del texto sino por una hermana de Lucrecia, la esposa de don Rigoberto. Esta serie de acontecimientos que se van desenlazando poco a poco en el texto dan la sensación de un misterio propositivo por parte del autor, quien va llevando a los lectores por los caminos abruptos de las dos ciudades peruanas, lleva la batuta y guía cada uno de los pasos a seguir.

El héroe discreto es un libro que nos invita a conocer los sentimientos humanos de una forma cruda, verosímil y sencilla en su lectura y en las situaciones presentadas, Vargas Llosa una vez más acierta en cada una de las páginas que componen el volumen, historias paralelas que llegan a entrecruzarse en la sobriedad de uno de los capítulos y aunque el cierre viene un poco a menos, lo que debemos rescatar es la maestría del escritor para mantenernos cerca de sus historias, sin lugar a dudas, un texto que aviva las ganas por la lectura en nuestro idioma, que nos invita a estar a la espera y a convertirnos en héroes discretos en este mundo que nos arrastra hacia sus fauces.