viernes. 19.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

EL OCCIPITAL DE EINSTEIN (CIENCIA)

Una sencilla analogía entre el corazón y el cerebro

Douglas R. Hofstadter

Una sencilla analogía entre el corazón y el cerebro

Quisiera hacer una analogía, elemental pero trascendente, entre el estudio del  cerebro y el estudio del corazón. Hoy en día, todos damos por hecho que nuestros cuerpos y nuestros órganos están compuestos por células. Un corazón, por tanto, consta de miles de millones de ellas. Pero contemplar el corazón a esa escala microscópica, aunque sea obviamente importante, conlleva el riesgo de que olvidemos la cuestión fundamental, es decir, que un corazón es una bomba. Del mismo modo, un cerebro es una máquina de pensar y si nuestro propósito es desentrañar en qué consiste el pensamiento, deberíamos centrar nuestra atención en los árboles (y no digamos en las hojas) si pretendemos comprender el bosque. Sólo entenderemos el conjunto cuando examinemos las arquitecturas del cerebro a gran escala y no al analizar con un grado de detalle cada vez mayor los elementos que las forman

Hace unos mil millones de años, la selección natural se topó por casualidad con células que se contraían rítmicamente; los pequeños seres que las albergaban se servían de las contracciones de esas células para distribuir sustancias útiles a través de sus cuerpos. Habían nacido, de modo accidental, las bombas y en el espacio abstracto de la configuración de tales protobombas la naturaleza favoreció los diseños más eficientes. Fue, pues, la funcionalidad de esas células pulsantes y no su composición la variable sobre la que obró la selección natural. Se trataba de un nuevo juego en el que los contendientes eran las arquitecturas rivales a partir del cual evolucionaron rápidamente patrones cada vez más complejos.

Por el mismo motivo, los cirujanos cardiacos centran su atención en las grandes estructuras arquitectónicas del corazón y no en los detalles de las células cardiacas, al igual que el comprador de un coche no analiza la física o la química de las aleaciones a la hora de elegirlo, sino que valora abstracciones tales como el confort, la seguridad, el consumo, la maniobrabilidad, la elegancia del diseño, etcétera. En definitiva, el punto clave en mi analogía entre el corazón y el cerebro es que el nivel microscópico puede ser —o, más bien, es casi con seguridad— inadecuado a la hora de analizar el cerebro si lo que tratamos de explicar son fenómenos tan enormemente abstractos como los conceptos, las ideas, los prototipos, los estereotipos, las analogías, la abstracción, el hecho de recordar, olvidar, confundir o comparar, la creatividad, la consciencia, la simpatía, la empatía, y así sucesivamente.