Es lo Cotidiano

¿Tachas?

Entre los escritores importantes de Norteamérica, F. Scott Fitzgerald fue el último en creer en los ideales románticos genteel que se divulgaron en la cultura norteamericana a finales del siglo diecinueve. Santayana dijo de los hermanos William y Henry James que uno, el novelista, había superado la tradición genteel de manera clásica, comprendiéndola, y el otro, el filósofo, la había superado de manera romántica, continuándola en su contraria. Superar la tradición genteel fue también para Fitzgerald, requisito previo para crear un arte duradero. La tradición genteel era una especie de orden; al criticarla, refundiéndola y transformando finalmente sus valores, Fitzgerald, más que ningún otro novelista de este siglo, logró crear en su ficción una visión optativa del orden, una visión apolínea del orden moral y de la belleza calculada.

En la Eneida, de Virgilio, un sacerdote de Apolo llamado Laocoonte arroja su venablo contra el caballo de madera para prevenir a sus compatriotas de la perfidia griega. Pero los troyanos no le hacen caso. Luego, respondiendo a la llamada de Atenea, vinieron dos serpientes desde el mar y lo destruyeron junto con sus hijos. El escritor inglés Malcolm Lowry, advirtiendo la cualidad apolínea de la obra de Fitzgerald, transformó el  mito de Laocoonte en una metáfora para ilustrar la carrera de Fitzgerald. En su relato Trough the Panama, jugando con el título de la novela inconclusa de Fitzgerald (The Last Tycoon) lo llamó “el último Laocoonte”. “A mi entender —dice un personajede Lowry que ha estado leyendo The Crack-Up— su última obra representa las mejores cualidades del decoro y la dignidad, ausentes con demasiada frecuencia hasta en los ingleses. Estas cualidades verdaderas son esenciales al espíritu de Norteamérica. ¿Se pueden expresar sin adulación?

Cuando The Crack-Up apareció en 1945, cinco años después de la muerte de Fitzgerald, muchos lectores la interpretaron con un sentimiento similar. La obra de Fitzgerald, liberada de las frustraciones y debilidades de su vida, se eleva ante la consideración del público y de la crítica para colocarse junto a la de los escritores norteamericanos más grandes y ejemplares: junto a la de Cooper, Hawthorne, Melville y James, cuya ficción describe, entre otras cosas, los valores más osados, fuertes y gratos de la vida norteamericana. ¿Pero se puede alabar tanto a Fitzgerald sin caer en la adulación? Pocos escritores norteamericanos han sido tan sinceros como él al mostrar su historia de fracasos e ignominias. Fue tan poco respetado en su época que pocos críticos se molestaron en tratarlo con dignidad, más tarde, compensando su olvido, los críticos y biógrafos echaron por las bordas las normas críticas en su esfuerzo por ser algo más justos. En la actualidad su fama es extraordinaria y se conoce casi todo lo que se puede conocer sobre su vida y obra. Sin embargo, ni su arte ha sido valorado con plenitud ni se ha calibrado su significado.

Robert Sklar