martes. 23.04.2024
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La ingeniosa lengua de Shakespeare

Sara Andrade

La ingeniosa lengua de Shakespeare


Este es, por tanto, el mérito de Shakespeare: su teatro es el espejo de la vida.[1]
Samuel Johnson

 

Enfrentarse a William Shakespeare y a la obra que le pertenece nunca ha sido una tarea sencilla. Y uno de los trabajos más complicados es romper la barrera del idioma. No sólo porque los textos están en inglés, sino porque es un inglés de hace más de cuatro siglos. Las traducciones siempre van a encontrarse de infinitas maneras, los Hamlets, Otelos y Romeos cambiarán de discurso dependiendo de la editorial. Pero ahondar en si Shakespeare debe ser leído en su idioma original y con una taza de té en la mano o no, es  necio y no nos permite profundizar en otras preguntas que surgen.

Para empezar, ¿qué particularidades tiene el inglés de Shakespeare que lo vuelve un paradigma de la cultura inglesa? Frases como “vanishing into thin air[2] (desaparecer de la nada), repetidas hasta el hartazgo y convertidas en lugar común, fueron forjadas por el ingenio de un hombre y luego embebidas por una sociedad entera, hasta formar un vocabulario colectivo, del que ya nadie sabe su origen cierto.

Después, ¿qué tanto afecta la presencia del dramaturgo a la literatura del Renacimiento y de periodos posteriores? La literatura inglesa ya no se entiende sin Shakespeare entronizado en el santuario de los maestros de las letras. Fue su presencia tan grande y tan pesada que hay veces que todo parece girar en torno a sus historias y personajes, que aunque detrás de un velo y debajo de muchas hojas y cubiertas, atrae hacia sí a todos los autores.

Qué es, pues, lo que hace a la lengua de poeta de la naturaleza tan brillante y absoluta.

1. The Queen’s English. El inglés isabelino

El inglés británico nunca ha visto una transformación más pronunciada y veloz como sucedió en los siglos XVI y XVII: fue en esta época —el reino británico se vio envuelto en todos los acontecimientos culturales y sociales propios del Renacimiento— cuando un lenguaje propiamente literario comenzó a estandarizarse.[3] El inglés isabelino tenía una particularidad que lo hacía diferente al español barroco: no existía un diccionario o una gramática que regulara su uso poético o culto. En España, se tenía la Gramática castellana de Nebrija desde 1492, pero en el Reino Unido no se ve un buen diccionario en las estanterías hasta que Samuel Johnson publica el  Dictionary of the English Language (Diccionario del idioma inglés) en el año de 1755, después de que los academicistas, e incluso los nobles, se quejaran de no tener un “estándar en el idioma” y no poseer más que simples “libros de palabras” sin más peso ni importancia, a diferencia de sus contrapartes alemanas y francesas.[4]

El inglés poseía, pues, una plasticidad y libertad importante que lo transformó del inglés medieval de Chaucer, todavía con  una fuerte carga de anglicismos y latinismos, a un inglés británico, moderno y coloquial. Y es de este inglés del que Shakespeare se abraza para escribir sus obras: el inglés literario nunca estuvo tan cerca al habla normal, y fue particularmente adecuado para expresar el pensamiento y los sentimientos de la época. Y nadie mejor para plasmarlo en papel que el centro del canon inglés, que perduraría hasta la llegada de los escritores victorianos y con ellos otro orden y otra estructura.

El panorama lingüístico al que se enfrenta Shakespeare es el siguiente: no hay reglas en el juego, ni diccionarios, ni tratados ni gramáticas ineludibles (porque no se puede negar definitivamente la existencia de “libros de palabras” bastante deficientes) y el lenguaje literario, a diferencia del español, no es una búsqueda culta y constante de la belleza en las letras, ni esperaba encontrar y expresar ideas filosóficas más allá de las aceptadas en la era isabelina. Existe belleza e ideología, sí, pero la literatura se entiende en cuanto esté dentro de un orden social y cultural, y en cuanto ésta pueda ser comprendida perfectamente por el posible público de las obras teatrales.

La educación isabelina seguía la pauta humanista que se podía encontrar en cualquier universidad europea del siglo XVII; un chico de clase media tendría clases de retórica, gramática latina y literatura clásica hasta los catorce años, y aunque no hay datos suficientes que comprueben que Shakespeare asistió a una Grammar School,[5] se intuye a partir de su escritura, y más si pensamos en sus obras históricas. Shakespeare conocía bien el latín, pero se limita a utilizarlo de manera irónica en sus obras (Thou, sapient sir, sit here, le dice el Bufón al Rey Lear[6]) o para crear nuevas palabras (assassinate, asesinato en español, que viene del latín assesinare[7]) que más adelante el inglés común utilizaría en su vocabulario.

Shakespeare juega con el inglés hasta donde éste se lo permite y estas transformaciones repercuten en la literatura que vendría después de él. Harold Bloom dice que no es una sorpresa, entonces, que la obra de Shakespeare sea tan cercana para los lectores anglohablantes: más de 3,000 palabras anexadas desde el primer tomo del Oxford English Dictionary son creaciones shakesperianas[8] y su vocabulario es tan extenso que es capaz de utilizar 7,000 palabras en sus obras y no repetirlas ni una vez más. Bloom declara: “El primer inglés moderno fue modelado por Shakespeare (…) y se ha convertido en el primer autor universal, sustituyendo a la Biblia en la conciencia secularizada”[9]. El inglés de la Reina se eleva por encima de las nubes y toma su posición en los últimos círculos del universo isabelino.

2. O Romeo, Romeo! Wherefore art thou Romeo! Las voces teatrales

El teatro era un punto focal de suma importancia para la sociedad isabelina y jacobina. En un mismo espacio se podían encontrar diferentísimos personajes y jerarquías que en la realidad no llegarían a tocarse; los reyes, ataviados con exageración y opulencia, se codeaban con hidalgos pobres y lavanderas. Desde la creación del primer teatro en Londres para el año de 1576, los habitantes de la ciudad han asistido con regularidad a las puestas en escena, de una temática muy variada, que abarca las comedias, los dramas históricos y las altas tragedias por las cuales sería bien conocido Shakespeare.

Entonces ¿las obras de teatro de Shakespeare serían siempre tenidas en más estima que las obras poéticas de Spenser o Sidney por su forma de expresión? Es innegable, sin embargo que, una obra representada en el Globe[10] una docena de veces y vista por miles de personas tendría una influencia considerable, y sobre todo en el lenguaje como ya se ha mencionado. Pero ¿cómo hablaban los personajes, y el mismo autor, de forma que el público entendiera lo que veía a pesar de la retórica y de los juegos de palabras?

Shakespeare prefería usar el verso blanco (blank verse) o el pentámetro yámbico[11] sin rima por su semejanza con el inglés común.[12] Los diálogos en verso rimado y en prosa eran usados en ocasiones que lo ameritaban: monólogos dramáticos o comentarios lógicos en el caso de la prosa, como sucede en las cartas de Macbeth a Lady Macbeth, o para canciones y parodia de poemas, como la poesía amorosa de Orlando en Como gustéis, en el caso del verso. La frase “verso para la clase alta y prosa para la clase baja” no podía estar más equivocada en el caso del lenguaje dramático de las obras de Shakespeare: el verso blanco domina y nivela a todos los personajes, ya sean nobles atormentados o campiranos cantores. El ya famoso soliloquio de Hamlet está escrito en verso blanco, y ya no es cuestión de “ser o no ser”, de verso o prosa, sino de escribirlo (y declamarlo) con emotividad.

Es muy importante volver a destacar la diferencia entre el teatro español y el teatro inglés: el uso del lenguaje no podía ser más diferente. Shakespeare no escatima en transformar su idioma en favor de la acción dramática, pero no busca llegar a un estetismo total; la palabra nunca intenta elevarse a planos místicos, más allá de lo que se intenta contar. Texto e historia conviven a un mismo nivel. Sus palabras, personajes y situaciones están llenos de vitalidad e ingenio. Estudiosos le llamarían a esta habilidad estilística y narrativa “intelecto”, John Keats, “negative capability[13]: la capacidad de Shakespeare de recibir, comprender y superar su entorno.

Una muestra muy clara del ingenio de Shakespeare se puede encontrar en sus juegos de palabras. Existe una larga tradición de estudios y estudiosos que se detienen a analizar el punny lenguage del Bardo. Samuel Johnson comentó que los juegos de palabras eran para Shakespeare lo que los “fuegos fatuos son para el viajero; los sigue con todas sus aventuras, con toda seguridad lo desvían de su camino y con toda seguridad lo hunden en el fango”.[14] A pesar del desdén dieciochesco por los juegos y las metáforas aparentemente innecesarias, los críticos no pueden dejar de apreciar su valor y belleza. Algunos ejemplos:

En el primer acto y en la primera escena de “Romeo y Julieta”, Romeo se lamenta del amor no correspondido que sufre de parte de Rosalina. Comparte diálogo con su primo Benvolio, quien pregunta el porqué de su tristeza:

BENVOLIO 
[…] What sadness lengthens Romeo's hours?

ROMEO 
Not having that, which, having, makes them short.

BENVOLIO 
In love?

ROMEO 
Out—

BENVOLIO 
Of love?

ROMEO 
Out of her favour, where I am in love.[15]

 

Shakespeare, en las lamentaciones amorosas de Romeo, que se supondrían dolorosas y tristes, inserta con facilidad un juego de ligereza cómica. Romeo anteriormente “enamorado” ahora está “fuera del amor”, out of love. Johnson habla del gusto del poeta por los puns: un gusto tan intenso que los juegos de palabras son utilizados a costa de la razón y entereza.[16] Como es en el caso de “Antonio y Cleopatra”, que posee tantos juegos de palabras y tan enrevesados, que la palabra “gusano” (worm) vela tras de sí una dura crítica a la familia del Earl de Oxford.[17] No hay ni que mencionar la dificultad de su traducción; los estudios preliminares de las obras compiladas están llenos de advertencias de este tipo y de cómo son intraducibles al español del siglo XXI.

Sin embargo, las voces son claras para los que escuchan. Sus obras respetan las unidades de acción y las exigencias aristotélicas; sus argumentos fluyen como ocurrirían en la vida real, existe coherencia, prosodia y vivacidad. Su teatro es el espejo de la vida isabelina, y lo que contiene dentro de él se vuelve sin ninguna prisa universal y mítico.

3. O, brave new world. Influencias e influenciados

De un estacionamiento de una iglesia en Leicester, en febrero de este año, fueron exhumados los restos del desaparecido Ricardo III. Su cuerpo fue enterrado en ese mismo sitio seiscientos años atrás, luego de morir en la Batalla de Bosworth Field, una de las tantas acaecidas durante la Guerra de las Rosas.

 Los arqueólogos e historiadores, después de realizar las pertinentes pruebas de ADN, concluyeron que estaban ante los huesos del infame rey al notar su columna torcida. Pero esta sería una visión creada por William Shakespeare, luego de describirlo jorobado, violento y desquiciado, a tal grado que sus últimas palabras en la representación fueran “¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”.[18]  Y es que a pesar de las múltiples pruebas históricas de los avances políticos que realizó Ricardo III, la concepción del rey loco quedaría grabada con fuerza en el imaginario colectivo británico.

El inglés moderno es el Inglés de Shakespeare, al igual que es padre de las posteriores manifestaciones teatrales y literarias en el Reino Unido y fuera de la isla. Las influencias se extenderían hasta alcanzar los ríos sureños de Estados Unidos, en donde el southern gothic y autores como William Faulkner y Flannery O’Connor se empaparían del universo shakesperiano, y reconstruirían sus tragedias, el dolor y el éxtasis de estas, traduciéndolas a un nuevo lenguaje y a una nueva visión del mundo.

Más cercanos al Bardo, se encuentran los escritores ingleses descendientes de su revolución: Coleridge, Tennyson y Keats. Poetas que escribieron a la sombra, y no con rencor sino con  veneración y respeto. George Steiner llamaría a la obra de estos poetas “variaciones de los tópicos de Shakespeare”.[19] John Milton compondría el famoso epitafio “An Epitaph on the admirable Dramatic Poet, W. Shakespeare” y Alexander Pope escribiría la primera edición crítica de la obra completa de Shakespeare.

En Dickens la influencia sería mucho más notoria. El autor usa de manera concienzuda citas de las obras de Shakespeare en boca de sus personajes; Dickens conoce y entiende su deuda con el poeta y populariza muchas de sus frases y refranes, incluso las revistas que publica (Household Words y All The Year Round) toman su nombre de Otelo y Enrique V.[20]

Los victorianos tendrían una conciencia muy clara de la influencia shakesperiana. Comprenden la intensidad con la cual sus palabras se filtran en su habla, en su poesía y en su cultura. Su presencia ya es ineludible. Jane Austen lo dice en palabras más claras: “Pero uno es familiar con Shakespeare sin siquiera conocerlo. Es parte de la constitución del hombre inglés. Su pensamiento y su belleza están tan extendidas que uno los toca en todas partes; se es íntimo con él por instinto”.[21]

Ya para el siglo XX muchísimos autores  titularían sus novelas con frases extraídas de las obras teatrales: Brave New World (La Tempestad) de Aldous Huxley, Something Wicked this Ways Comes (Macbeth) de Ray Bradbury, The Winter of our Discontent (Ricardo III) de John Steinbeck. La cultura popular, y con particularidad el cine americano, llevaría el conocimiento común de las culturas directamente influenciadas por Shakespeare a países que nunca habían escuchado hablar de él: Trono de Sangre de Akira Kurosawa, que sería llamada el Macbeth japonés, West Side Story, el Romeo y Julieta de Brooklyn, My Own Private Idaho, una versión ligera de Enrique IV de gran éxito comercial.

El diamante shakesperiano, como la llamaría Johnson, se posaría muy cerca del sol, y los rayos brillantes que  emanarían del cristal alcanzarían a tocar paisajes más improbables que la isla encantada de “La Tempestad”. Sus palabras se volverían tan propias para los hombres como una lengua materna, su obra tendría el mismo alcance de los clásicos y su ingeniosa lengua seguirá hablando a través de los años. Bloom sentencia: “Shakespeare permanecerá, aunque lo expulsen los académicos (…) él informa extensamente el lenguaje que hablamos, sus personajes principales se han convertido en nuestra mitología y es él nuestro psicólogo”.[22]

Y podrían encontrarse los huesos de infinitos reyes y reinas en todos los estacionamientos del mundo, pero Ricardo III siempre se verá eclipsado por el poeta y dramaturgo.

 

[1] Samuel Johnson, Prefacio a Shakespeare, Acantilado, 2003, Barcelona, p. 4.

[2] The Cambridge History of English and American Literature, The Language from Chaucer to Shakespeare, consultado en: http://www.bartleby.com/213/2011.html

[3] Ibid.

[4] Jack Lynch,  How Johnson's Dictionary Became the First Dictionary, 2005 consultado en: http://andromeda.rutgers.edu/~jlynch/Papers/firstdict.html

[5] Escuelas de chicos

[6]William Shakespeare,  Rey Lear, Aguilar, Madrid, 2006, Acto II, Escena 6.

[7] Diccionario de etimologías, consultado en: http://www.etymonline.com/index.php?term=assassinate&allowed_in_frame=0

[8] Jim Garret, California State University, Reading Shakespeare’s Language, consultado en: http://www.calstatela.edu/faculty/jgarret/417/Reading-Shakespeare.pdf

[9] Harold Bloom, Shakespeare, La invención de lo humano, Anagrama, 2002, Barcelona, p. 33

[10] El Teatro Globe sería construido hasta 1599 y en él se representarían Otelo, Macbeth, Julio César, El Rey Lear, entre otras.

[11] Verso de diez sílabas, en el que se intercala una sílaba tónica y otra átona.

[12]Deborah Schwartz, Shakespearean Verse and Prose, 2013, California State University, consultado en: http://cla.calpoly.edu/~dschwart/engl339/verseprose.html#blankverse

[13]  Encyclopædia Britannica,  Elizabethan and early Stuart drama, 2013, consultado en: http://search.eb.com/shakespeare/article-12823

[14] Samuel Johnson, op. cit., pág 30

[15]“ Benvolio: […] ¿qué pesadumbre alarga las horas de Romeo? / Romeo: El no poseer lo que, poseído, las abrevia / Benvolio: ¿En amor? / Romeo: Privado… / Benvolio: ¿De amor? / Romeo: Privado de los favores de aquella a quien amo.”

[16] Samuel Johnson, op. cit., p. 31

[17] Richard F. Whalen, The Queen’s Worm, Shakespeare Oxford Newsletter, 1998, consultado en: http://www.shakespeare-oxford.com/?p=59

[18] William Shakespeare, op. cit., tomo I, Acto V, Escena IV

[19] Ronald L. Dotterer, Shakespeare: Text, Subtext, and Context. Susquehanna University Press, 1998

[20] Daniel Pollack-Pelzner, Dickens and Shakespeare's Household Words,

[21] Jane Austen, Mansfield Park, consultado en: http://sparks.eserver.org/books/austen-mansfieldpark.pdf

[22] Harold Bloom, op. cit., pág. 35