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UN RATITO DE 'TENMEALLÁ'

El jardín de los cerezos: Dallas buyers club, de Jean-Marc Vallée

Juan Francisco Camacho

El jardín de los cerezos: Dallas buyers club, de Jean-Marc Vallée

 

Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas […]
Blancanieves se despide de los siete enanos, Leopoldo María Panero

 

Mis amigos y yo estuvimos obsesionados con una serie gringa que terminó cuando empezaba el horrible semestre pasado. Estando yo medio perdido, me olvidé del asunto de Breaking Bad (así se llamaba), de mi héroe Walter White, y me puse a vivir. El asunto es que hace poco, viendo los óscares, me dio gusto que Mathew McConaughey —otro de mis héroes de ficción en su papel de Rust Cohle en la serie True Detective— se llevara la estatuilla a mejor actor; lo mismo pasó con Jared Leto, a quien siempre juzgué mal por la música de su banda (lo que mejor puedo hacer).

Dallas Buyers Club (2013) se llama la película por la que ambos fueron premiados. Y me traigo la memoria de Breaking Bad porque en un principio pensé que el plot llevaba el mismo argumento: un enfermo terminal que se hace malo para salvar su vida y la de su familia. Estaba equivocado.

Ambientada en los años ochenta, cuando el virus del VIH empieza a germinar en las sociedades norteamericanas, sobre todo en la comunidad gay, trata la historia de un vaquero ramplón y homofóbico, tipo de white trash de Texas que hace con su vida pura crápula y vicio. Estando en el trabajo se accidenta y en el hospital es diagnosticado con el virus. Le quedan 30 días de vida. Así va estructurándose la historia, moviéndose por días que nos conducen en tercera persona a la situación de un enfermo y sus maniobras para seguir con vida, hasta encontrar una salvación en lo clandestino.

Tres personas le serán de gran ayuda: la Dra. Eve Saks (Jennifer Garner), soporte incondicional; el Dr. Vass (Griffin Dunne), quien le proporcionará medicamentos en México no aprobados en Estados Unidos; y Rayon (Jared Leto), un travesti que conoce en el hospital donde la doctora trabaja, y —a lo largo de toda la película— su cómplice. Con estos elementos, Ron Woodroof (Mathew McConaughey), el vaquero ahora no tan ramplón, formará el Dallas Buyers Club, una organización que, con una cuota de ingreso, provee medicina de contrabando a los enfermos de SIDA —en su mayoría homosexuales—. Pero llevar las riendas del club será jugar con fuego cuando el gobierno y las organizaciones empiecen su cacería.

Dirigida por Jean-Marc Vallée, y basada en hechos reales, ha venido cosechando buenas críticas y reconocimientos. A saber: seis nominaciones de la academia, de las que se llevó dos óscares por mejor actor y mejor actor de reparto; dos globos de oro por igual. Lo de menos son los premios, Leto y McConaughey hacen una dupla que va en una dinámica de la irritabilidad a la camaradería, casi amor-odio: los personajes se entrañan. Si usted pone atención en la escena de las mariposas —la más intimista— sabrá de la conexión de la que hablo.

La producción fue difícil, se habla de que se quiso filmar a mediados de los noventa, pero las circunstancias lo hicieron imposible. La película duele porque se siente cercana; muy en el fondo son luchas que se hacen para mantener un hilo de vida que así de delicado pesa más. Las organizaciones juegan con sus números y afuera la gente se muere de desesperanza. Aplaudo la dedicatoria que hace Jared a las 36 000 000 de personas que perdieron la batalla, a los estigmatizados que cargan con el agobio de la injusticia por el hecho de ser quienes son o por amar lo que se cree incorrecto. Dallas Buyers Club es imperdible porque enfoca desde adentro, haciendo partícipe a los espectadores de la indignación, pero también enseñando que la vida se saborea desde los instantes.

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