sábado. 20.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

¿Tachas?

 

Los rasgos peculiares del ensayo que explícitamente declara Montaigne en este pasaje pueden reducirse a falta voluntaria de profundidad en el examen de los asuntos; método caprichoso y divagante, y preferencia por los aspectos inusitados de las cosas. Recordemos que Bacon, en sus Ensayos publicados poco después de los de Montaigne (1597), definiría el género naciente como dispersed meditations.[1] Pero además de estos rasgos explícitos existen, tanto en los ensayos de Montaigne como en los de Bacon, otros implícitos que acaban de conformar las características del nuevo género. Los nuevos rasgos son: exposición discursiva, en prosa;[2]  su extensión, muy variable, puede oscilar, entre muy pocas líneas y algunos centenares de páginas, mas parece presuponer que pueda ser leído de una sola vez; finalmente es un producto típico de la mentalidad individualista que crea el Renacimiento y que determina —según lo ha descrito Burckhardt— “un múltiple conocimiento de lo individual en todos sus matices y gradaciones”,[3] en forma de descripciones espirituales, biografías y descripciones externas del ser humano y de escenas animadas de la vida.

La expresión más concisa y exacta que corre a propósito del ensayo es “literatura de ideas”.[4] En efecto, el ensayo es un género híbrido en cuanto participan en él elementos de dos categorías diferentes. Por una parte es didáctico y lógico en la exposición de las nociones e ideas, Pero, además, por su flexibilidad efusiva, por su libertad ideológica y formal, en suma, por su calidad subjetiva, suele tener también un relieve literario. De acuerdo con los esquemas y denominaciones establecidas por Alfonso Reyes en El deslinde,[5] el ensayo sería una forma de expresión ancilar, es decir, que en él hay un intercambio de servicios entre la literatura y otras disciplinas del pensamiento escrito. Por su forma o ejecución verbal, puede tener una dimensión estética en la calidad de su estilo, pero requiere, al mismo tiempo, una dimensión lógica, no literaria, en la exposición de sus temas. Por su materia significada, puede referirse a temas propiamente literarios, como son los de ficción, pero, en la mayoría de los casos, se ocupa de asuntos propios de otras disciplinas: historia, ciencia, etc. Es pues, ante todo, una peculiar forma de comunicación cordial de ideas en la cual éstas abandonan toda pretensión de impersonalidad e imparcialidad para adoptar resueltamente las ventajas y las limitaciones de su personalidad y su parcialidad. En los ensayos más puros y característicos cualquier tema o asunto se convierte en problema íntimo, individual; se penetra de resonancias humanas, se anima a menudo con un toque humorístico o cierta coquetería intelectual y, renunciando cuando es posible a la falacia de la objetividad y de la seriedad didáctica y a la exposición exhaustiva, entra de lleno en un “historicismo” y se presenta como testimonio, como voto personal y provisional. Sin embargo, hasta el juego mental más divagante y caprichoso requiere, en mayor o menor grado, de algún rigor expositivo; y justamente en la variada dosificación de estos dos elementos: originalidad en los modos y formas de pensamiento y sistematización lógica, radican los diferentes tipos de ensayo.

José Luis Martínez  

 

[1] Bacon, Essays, Dedication to Prince Henry, 1612.

[2] Sin embargo, los poetas ingleses Dryden y Pope escribieron auténticos ensayos en verso sobre temas preceptivos y filosóficos. Las metamorfosis de las plantas de Goethe es también un ensayo en verso.

[3] Jacob Burkhardt, La cultura del Renacimiento en Italia, Trad. de Ramón de la Serna, Editorial Losada, Buenos Aires, 1942, pp. 250 ss.

[4] Xavier Villaurrutia llamó al ensayo “producto equidistante del periodismo y del sistema filosófico”: Textos y pretextos, La Casa de España en México, 1940, p. 104.

[5] Alfonso Reyes, El deslinde. Prolegómenos a la teoría literaria, El Colegio de México, México, 1944, pp. 30 ss.