miércoles. 17.04.2024
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La mujer que escribía poemas a la lluvia

Edgar Omar Avilés

La mujer que escribía poemas a la lluvia

A cinco años del naufragio, la mujer —sola en su reducida isla desierta—, sin más compañía que unos viejos libros —de los cuales arrancaba las hojas para deslavarlas y escribir sus poemas utilizando varas carbonizadas—, pescó una botella de mar. Adentro encontró una piedra larga, delgada y aplastada como navaja de afeitar, que tenía torpemente esculpido: “metuia”. La mujer emocionada volvió a leer la palabra mil veces. Al final concluyó casi en llanto: “Es una clave que significa: MuÉstrame TU poesÍA”.

Y la mujer respondió mandando en la botella un poema.

¿Por qué el pianista del cielo
No nos brinda sus notas de lluvia?
Si hay nubarrones
Colmados de un gris
                 Que penetra
Hasta lo más

Hondo
Del
           Silencio.

Siete días tuvieron que pasar para que llegara la respuesta: “jumuitay reehlat rpotos juka”. La mujer, sin encontrar coherencia ni patrón, decidió que el mensaje significaba: “Es hermoso”. Y le mandó otro poema.

Los días de marea muy alta se sucedieron junto con las notas, esculpidas cada vez con mayor pericia en las piedras:

“uslkia nawt terso ohj”
“ubop calido koilt”
“sqawt suave qujria es kolip”
“si deshj mucho koiltrwp gusta”

Con los meses, su lector aprendía a escribir más y más palabras del castellano y ella le procuraba los poemas de lluvia, segura de que esos eran los que más le agradaban.

Por tanta lluvia
De frío tiembla en el charco
Nuestro reflejo.

Tras casi dos años se agotaron sus reservas de papel. Luego de mandar vacía la botella, la última nota pétrea que arribó a su costa, suplicaba: “por que no mandas son calidos suaves sensibles consistentes tengo frio vivir sin ellos”.

A los pocos meses pasó una embarcación. La mujer imploró y tuvo que entregar su cuerpo para que le fuera concedido el deseo de ir a la otra isla que, los marineros aseguraban, era la única cercana en esos lares.

—Pero no alberga nada, ni árboles, ni pastos. Sólo los fuegos del Sol, las lluvias y los témpanos de la noche entre sus arenas estériles y sus filosas piedras aplastadas —le advirtieron mientras subían sus pantalones.

Ella replicó:

—Allí se encuentra mi lector, mi gran admirador, y sea hombre o sea mujer yo lo quiero para mí. ¡Necesito conocerlo y rescatarlo!”

Por último solicitó papel y escribió un poema que guardó en la botella para después entregarlo en persona.

Cuando llueva
Podré escupir las penas
Por la ventana.
Mientras brota la tormenta prisionera
Se bambolea la noche en la mirada.

Llegaron a la otra isla. La mujer emocionada bajó para abrazar y besar al único que la comprendía. Pero regresó desconsolada tras unas horas, murmurando:

         —No hay nadie, pero he dejado mi poema.

Y se desplegaron las velas.

Por la noche se recostó en la proa acunada en una mar juguetona. Vio al cíclope azabache que en el cielo se burlaba mostrándole sus millones de dispersos dientecillos; luego sonrió entre enternecida y aniquilada por la decepción, percibiendo en los aires fantasía. Recordó entonces, sin comprender cabalmente, que en aquella isla sólo encontró a un animal feo y a su familia —algo parecidos a koalas, aunque sin pelo—, tan juntos arrebujados en un nido hecho de pedazos de papel llenos de una plasta gelatinosa como pegamento. En alguno de los pedazos de papel alcanzó a leer:

Son
        las
              lluvias
El recuerdo de un conjuro...

 

Édgar Omar Avilés (Morelia, Michoacán, en 1980). Su libro más reciente es No respiramos: inflamos fantasmas (Posdata, 2014). Además, es autor de Cabalgata en Duermevela (Tierra Adentro, 2011. Premio Nacional de Cuento Joven "Comala"); Luna Cinema (Tierra Adentro, 2010. Premio Nacional de Cuento de Bellas Artes "San Luís Potosí"); Embrujadero (Secum, 2010. Premio Michoacán de Cuento "Xavier Vargas Pardo" 2010); y La Noche es Luz de un Sol Negro (Ficticia, 2007. Primera Mención del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2004). De una novela: Guiichi  y uno de ensayo: La VALÍStica de la Realidad (Secum, 2012. Premio Michoacán de Ensayo “María Zambrano” 2012).