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¿Sueña Philip K. Dick con dioses eléctricos?

Fernando Escobar Páez

¿Sueña Philip K. Dick con dioses eléctricos?

Mi primer acercamiento con la obra de Philip K. Dick –y la literatura en general- fue a través de los libros de la colección Martínez Roca que hurtaba a Alexei Páez. Los de Dick eran libros extraños, no tenían  marcianos ni grandes héroes. No eran lo que un niño de diez años acostumbrado a La Guerra de las galaxias y a Viaje a las estrellas entendía como ciencia ficción: los protagonistas eran tipos confundidos con actitudes canallescas, héroes mediocres carentes de músculos, con trabajos comunes que se convertían en juguetes de un destino del que no querían ser parte pero donde insospechadamente se terminaba definiendo la suerte de la raza humana; algo demasiado complejo para una mente infantil, así que tras leer Los Simulacros  y no entender nada, olvidé a Dick durante varios años…hasta que Blade Runner, los mundos brana, super cuerdas y agujeros de gusano de la física cuántica, y Jorge Luis Borges cuestionando la realidad desde un Aleph, me motivaron a retomar su lectura.

Sonará extraño, pero Philip K. Dick fue un escritor metafísico. Sus temas son futuristas y ha sido catalogado como un escritor de ciencia ficción, lectura reduccionista debido a la complejidad de su obra, donde abordó temas políticos, sociológicos y religiosos, algo muy peligroso en los Estados Unidos de la guerra fría. De hecho, Dick estuvo en la lista negra del Comité de actividades anti americanas del senador McCarthy. Escribir ficciones donde los gobiernos autoritarios, la carrera armamentística y las corporaciones monopólicas no quedaban bien parados, lo convirtió en reaccionario ante los ojos del Estado.

En sus propias palabras, su intención era construir sociedades atávicas donde los personajes poseyeran el sentido de la paranoia fundamental para la supervivencia de nuestra especie: “Aunque situados en el futuro, (mis personajes) viven en muchos sentidos… Sus vidas poseen algo de retrógrado. Viven como nuestros antepasados. Es decir, tanto las maquinarias como los escenarios son futuristas, pero las situaciones provienen del pasado”. Las conciencias alteradas y los psicoactivos fueron elementos recurrentes no solo en sus libros sino también en su vida, marcada por episodios místicos que lo obsesionaron  y que nunca tuvieron una explicación psiquiátrica clara, siendo el más significativo –tanto para su obra como para su vida- el acaecido durante febrero de 1974: según Dick, recibió una invasión mental cósmica de conocimientos arcanos que le permitió vislumbrar las múltiples realidades que coexisten en el universo.

Para Philip K. Dick, “todo es verdad, todo lo que las personas han pensado alguna vez”. Postulados similares se encuentran en la obra de escritores tan disímiles entre sí como Jorge Luis Borges y William S. Burroughs. Cuestionar la realidad ha servido de base para aparatos filosóficos desde la época de los presocráticos hasta los simulacros de Jean Baudrillard, pero Dick, más allá de la simulación y el artificio, busca al hombre auténtico y su capacidad de generar empatía, el mayor valor dentro de la limitada escala humana, y por sobre todo, la cualidad suprema que nos distingue de las máquinas y justifica nuestra permanencia en el tiempo. Su teoría de la realidad como un simulacro tiene un fuerte componente ético.

En Exegesis, su delirante diario psico-naútico de 8.000 páginas, escribió: “Parece que somos bucles de memoria –portadores de ADN capaces de experiencia- en un sistema computacional pensante en el que, aunque hemos grabado y almacenado miles de años de información experiencial, y cada uno de nosotros posee depósitos un tanto diferentes de todas las formas de vida, hay una falla en la recuperación de la memoria”.

Según Dick, esta divinidad informática genera realidades desde Sirio, estrella venerada por los misteriosos Dogones de Malí como hogar de los hombres pez que fundaron su civilización. Y es justamente un pez el símbolo de los primeros cristianos y que Philip K. Dick, tras su visión de 1974, adoptó en una especie de delirio gnóstico, según el cual en realidad vivimos en la Judea del siglo I, y que Estados Unidos es un simulacro del Imperio Romano. Esto es posible pues dentro de la teología dickiana no existe una única realidad, todas son posibles y son simulacros al mismo tiempo, la historia es variable y no podemos dar nada por sentado.

Parafraseando el título de una de sus novelas más populares, Sueñan los androides en ovejas eléctricas, obra en la que se basó la película Blade Runner-; sí: Philip K. Dick soñaba con dioses eléctricos, prefiguró en su mente The Matrix. Los soñaba estando despierto, reconoció en ellos al inconsciente colectivo, elementos arquetípicos  y la ética de los primeros cristianos gnósticos. Sus visiones y postulados parecerán delirantes, pero nadie puede afirmar que esta realidad sea la única posible. De existir más realidades, nuestros prejuicios y sistemas de creencias se volviesen obsoletos.

En este link se puede descargar el suplemento de cultura entero http://www.eltelegrafo.com.ec/index.php?option=com_eventlist&view=details&id=2281%3Ajunio-10-de-2012&Itemid=52