Es lo Cotidiano

Paseo dominical

Flor Bosco

Paseo dominical


 

Los domingos de mi niñez eran un bullicio hasta que, al cruzar  la reja del cementerio, sólo el aire entre los cipreses alzaba la voz. Mis padres y hermanos se dirigían a la tumba de mi hermana menor y yo a explorar el mundo introduciéndome por un atajo bordeado de figuras aladas; con andar pausado y mirada menguante presagiaba el perturbador encuentro con la muerte en víspera encarnada en una red de hormigas sobre el traslúcido cuerpo de algún polluelo caído del nido que, retorciéndose, contendía por su promesa de ave.

Yo soplaba con fuerza sobre su piel amoratada hasta arrancarlo de ese ejército de mandíbulas hambrientas, luego le daba calor introduciéndolo en mi boca y al retirarlo, invariablemente, salía de algún repulgo un soldado tenaz. Respondiendo al instinto lanzaba a la cría contra la tierra. De regreso a casa, el abrasador remordimiento por mi reflejo homicida se hacía soportable ante la esperanza de triunfo al domingo siguiente.

(De la serie Sombrías nostalgias)