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Del otro lado del puente | Letras de La Piedad

Yara Imelda Ortega

Del otro lado del puente | Letras de La Piedad

Si bien escribir un libro no es cosa fácil, realizar una antología de letras es tarea harto ardua... partiendo desde una posición sumamente discriminatoria, en la que el eje rector significa desechar los conceptos preconcebidos del verso amoroso, de la prosa analítica; pretendemos en éste trabajo ofrecer al público emergente, una óptica muy local que sin embargo aborda temáticas de orden universal e intemporal.

Reunimos textos publicados hace algunos ayeres, de forma absolutamente artesanal. Libros "de autor", producciones independientes, de autores que si bien algunos son profesionales, otros son profesionistas, algunos solo responden a la convocatoria del Maestro Luis Ignacio Arredondo Icardo, quien como facilitador de un taller de creación literaria, con amplia trayectoria como cuentista, narrador, dramaturgo, instructor pero sobretodo, constante ejercedor del oficio, coordinó la publicación de "Alma Desnuda", ópera prima de algunos de sus talleristas.

El titulo lo dice todo, ya que desvela las inquietudes y sentires de humanos que sobreviven enmedio de tragedias y milagros cotidianos; hechos, sucesos e incidentes quizá pequeños enmedio del tráfago de la existencia...

Vamos del existencialismo a la realidad dura y pragmática, que a veces nos impide percibir una estética apartada del ideal griego, que engloba todo lo bello y lo bueno. Donde la pobreza, la desigualdad, la deseducación producto de usos y costumbres favorece la opresión y el sufrimiento, la explotación y el consumismo, visto por la miopía de un niño o el desencanto del anciano. Desde la desilusión y hastío del joven que lo tiene todo, al aburrimiento de la mujer a quien no le falta nada... sólo el amor. 

Objetos simples, la decadencia de la inutilidad, mitos deconstruidos y la edificación de "nuevos ideales", búsqueda del significante personal escondido en el signo o el símbolo comunitario... elaboración de nuevos códigos de significancia y pertenencia en una sociedad cada vez más carente de elementos de cohesión formadores de identidad.

Letras locales que superan las barreras geográficas, que sólo existen en la mente de quienes pretenden "poseer" y terminan perdidos en el marasmo de la posesión de aquello que soñaron dominar. Gritos ahogados por la libertad en la opresión de la mercadotecnia de sueños, en el barullo aturdidor de que eres lo que tienes, en la prisa de obtener satisfactores inmediatos a necesidades primero creadas, luego sentidas, en una sociedad que condena el pensar distinto, el actuar diferente.

Son Los Malditos del siglo XX que traspasan la barrera de la codificación temporal, para convertirse en voceros vigentes de un siglo que "comenzó" hace más de una década, pero fue previsto por pensadores, humanistas y profetas que en su tiempo fueron vistos como rara avis por sus contemporáneos presas del conformismo temerosos de salir de un área de confort que significaba el mainstream de entonces, y que ahora ha perdido su valor de entonces.

Sigamos los pasos de los "románticos", que como Bécquer, Baudelaire, Poe y los que caminaron las sendas de la oscuridad, ahora buscamos la luz de la libertad al aire de la inconformidad. Espero sea de su agrado por lo menos una línea. El fin último en el arte es generar un diálogo entre el autor y el receptor, al margen de un código rígido. Es una decodificación que se recodifica al ser percibido... se reinventa al romper las reglas. Es la serpiente que muerde su cola. El infinito de posibilidades, no sólo intelectualmente establecidas, sino emocional y gráficamente plasmadas, que abre las puertas a una nueva forma de ver la vida, que normalmente nos es vendida como insatisfactoria.

Nos vuelve a los orígenes y a reinventar la posibilidad de una nueva realidad, actual y sin embargo, primitiva. 

Como decimos en mi terruño, La Piedad de Cabadas, Michoacán de Ocampo... "Ahí hágale", modismo que indica el imperativo para iniciar una nueva labor, otro quehacer.

 La moneda está en el aire. 

Yara Imelda Ortega, editora invitada