viernes. 19.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

Diario de un loco, de Lu Xun

Jaime Panqueva

Diario de un loco, de Lu Xun

¿Es justo comer carne humana? Pregunta el hermano menor, el loco, el diferente, aquél que nos habla en medio de la estulticia sobre la vida, en una aldea china de antropófagos. Lu Xun, también conocido como Lu Sin o Lu Hsün en las diferentes transcripciones de su nombre, es considerado el padre de la literatura china moderna. Nacido en el seno de una familia que se fue sumiendo en la desgracia, Lu Xun tuvo una educación muy particular pues no se le podría clasificar como un alumno sobresaliente, y a pesar de estar muy inclinado hacia las letras y el humanismo, intentó estudiar medicina con una beca en el Japón, donde por sus experiencias con la propaganda de la guerra ruso-japonesa, decidió volcarse de lleno a la literatura. En su estancia en Japón su contacto con la literatura occidental fue fundamental, pues tradujo novelas al chino clásico, entre ellas algunas de Julio Verne. Influido por sus lecturas de Nietzsche, le fue imposible por razones económicas continuar estudios en Alemania. Fue también un apasionado lector de los escritores rusos. Diario de un Loco, relato homónimo de otro cuento famoso de Gogol, es una pieza maestra y, curiosamente, el primer cuento que se publicó en 1918 con el nombre que le haría mundialmente conocido. Un juego magistral entre el autor y los lectores a través de una veracidad constantemente en entredicho, que no cesa de inquietar por su precisión. Sorprende en un relato tan corto la cantidad de preguntas que despierta y su capacidad alegórica, siempre al filo de la cordura, pues ninguna de las aseveraciones de los párrafos introductorios puede presentarse por definitiva o cierta. En este campo de la mentira y la verdad, Lu Xun acorrala al loco en un tono muy diferente a Gogol, privándolo de la carga satírica. La versión en español que se consigue en el mercado fue traducida indirectamente por Sergio Pitol, a quien debemos excelentes traducciones del inglés, quien descubrió a Lu Xun a principios de los años sesenta, cuando vivió unos meses en Pekín.

Extraordinario calígrafo, algo muy importante para los chinos, pero que se menciona poco, la obra de Lu Xun fue más fecunda –en términos de cantidad- en el campo del ensayo. Sin embargo, en sus ficciones o su retrabajo de antiguos mitos se aprecia su mirada, inconforme con la época en que le tocó vivir. Murió en Shanghai, donde reposan sus restos, un año antes de la invasión japonesa a China. Mao Zedong elogió de tal manera su trabajo en su etapa de joven revolucionario, que luego, cuando sus críticas atemporales aludían al propio sistema, fue imposible sacarlo del plan de estudios. Si ponemos de lado los argumentos aquí expuestos, sólo por esta atemporalidad valdría la pena leer a Lu Xun.

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