Es lo Cotidiano

GUÍA DE LECTURA

Liezi

Jaime Panqueva

Quizas cuando uno empaca las maletas para regresar de un largo viaje, recuerda por una analogía inversa algunas de las palabras con las que el Liezi, también conocido como el Libro de la perfecta vacuidad, exalta al lector a vaciarse, para poder fundirse con todo el elemento creado y lograr un estado en el que ni el fuego, ni el agua, ni ningún otro elemento puede dañarnos. No sé si eso incluya, aunque lo anhela el viajero, los cada vez más molestos sistemas de seguridad de los aeropuertos o el seguro cobro de una prima por el sobrepeso de su maleta que, inversamente a lo que pide el texto, no hace más que llenarse. El Liezi puede convertirse para cualquier lector en un libro entrañable; conformado por historias sencillas pero profundas y a veces inquietantes, nos habla de la importancia de fluir con nuestra vida, de evitar la competencia y hallar un estado de equilibrio con nuestro entorno. Su fecha exacta de escritura no se ha definido con certeza pero oscila entre el siglo V y IV antes de Cristo. El nombre de su autor también se encuentra en entredicho, e incluso se le menospreció durante varios siglos, hasta que un erudito taoísta lo reivindicó hacia el siglo tercero de nuestra era. Con los años y la particular iluminación que destilan sus páginas, se ha convertido en uno de los tres libros fundamentales del taoísmo, junto el Tao te king y Zhuangzi. Sin embargo, entre éstos es el menos abstracto, pues sus historias nos tocan de forma directa a través de los milenios. El  protagonista de muchas de ellas, y quien da nombre a la colección, Liezi o Lie Tse, según la transcripción, fue un viejo sabio que logró encontrar la vía del cielo, pero permaneció en el anonimato para vivir feliz en su estado de gracia. Talvez, ahora que el regreso es inminente y las maletas se cierran como por arte de milagro tras dejar fluir a los elementos, algunas palabras del Liezi toman sentido para el viajero de esta historia: "Lie Tsé se dio cuenta de que su aprendizaje era superficial y estaba sin duda muy lejos del entendimiento de la vía del cielo y de la tierra. Así que regresó a su casa y no la abandonó durante tres años. Cocinaba para su esposa y hacía las tareas domésticas. Cuidaba de los cerdos y era bondadoso con todo el mundo y con todas las cosas. Se distanció de los asuntos del mundo y se liberó del enredo de las verdades y de las mentiras.Ya no era un pedazo de jade esculpido, sino un trozo de madera sin tallar. En medio del mundo turbio, permanecía fiel a sí mismo, y pasó el resto de su vida con simplicidad y tranquilidad." Disfruten su lectura.

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