Dichoso aquel que sufre su desierto de jolgorio
y bebe en la pulpería la cervecita de la goma
y mal gana su pan con el oficio de su padre.
Muy lejos de la insidia
no lo despierta la turba espectral
ni teme débil su plaza sombría.
Con fantasma no guarda cuenta
ni su noche es asolada por duda.
Rotundo aleja la soberbia de su lengua.
Sentado en la gradita de la venta
la pijulita cenceña culoncita
le apunta dos cervezas más
otras dos para llegar a cinco.
Hacen cita para revolcarse
sudorosos en el cuarto del motel
el mismo donde estuvieron esta semana
la pasada, la anterior a ésta.
Dichoso aquel que derrama su última poca tarde
en calzoncillo y chinela de gancho
medio chiflado, magro, viejo dundo
solitario conversa con su sombra.
Dichoso aquel que no arrepiente su vida
ni apoyado en bordón dice boinas de soledades.