viernes. 19.04.2024
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Soliloquio de una verdad atenuada pero no mucho

Blanca Parra

Soliloquio de una verdad atenuada pero no mucho

Terminé el reporte y lo leí varias veces buscando los casi inevitables errores de dedo. Ni siquiera era la versión para compartir, sino lo que salió de mi cabeza y mis tripas cuando me dijeron quieren una evaluación de lo sucedido esta mañana. ¿Qué? Eso no estaba en lo que teníamos que entregar, repliqué, y apenas fue el inicio del trabajo. No te preocupes, ahorita les mando la hojita esa que llenaste como resumen ¡Ah, no!, salté. Sí quieren una evaluación la hago en forma, respondí ya molesta. Y claro, dejándome llevar por aquello de que hay que hacer las cosas bien desde el principio, decidí hacer un despliegue, a lo mejor petulante, de lo que significa una evaluación y lo que tiene que ver con el aprendizaje, faltaba más.

Algún día a lo mejor aprendo que si lo que entienden por evaluación, o lo que corresponda, es una jodida hojita, pues que eso tengan. Pero entonces a lo mejor es mi padre quien viene a llamarme la atención. ¿Querías trabajar? Pues hay que hacer cada cosa como corresponde y asumir las consecuencias, me dijo cuando llegué a la casa de Tepic, sorprendida porque nadie me esperaba en la terminal de Ómnibus de México, como era lo habitual, en las primeras vacaciones que tomé cuando decidí trabajar, en contra de su deseo. Había adelantado el viaje por un día -por aquello de los boletos- y eso no era correcto. Pero esa es otra historia.

Cinco páginas con la historia y los enlaces a las evidencias de todo lo acontecido: transcripciones, materiales, fotos y videos. Un par de mentadas de madre disfrazadas de elocuente descripción de lo que es el aprendizaje y lo que es la evaluación, con referencias variadas, para evidenciar la ignorancia en lo que ni saben pedir. Solicité a un par de amigos que lo leyeran con ojo crítico, antes de yo revisarlo y dejarlo listo. Lo revisé, dejé las mentadas, quite la erudición de las referencias, y lo envié.

Que sí le puedes quitar los datos de los asistentes y el registro de puntualidad (impuntualidad). Había pasado una semana y pedían revisar el documento, justo cuando terminaba el segundo. ¿Qué? teclee en la laptop, mientras soltaba una majadería -y de nuevo pensé en la cara que pondría mi padre, quién nunca maldecía- y escribía varios párrafos que dejaban saber muy claramente mi estado emocional. No tiene sentido; es parte de lo que debe quedar registrado por lo que venga; no es el meollo del asunto; y muchos más reclamos. Tienes razón en todo. Eso ya lo sé, dijo mi soberbia que nunca se queda callada.

Por supuesto, de lo que se trata es de eliminar cualquier indicio de la ineficiente comunicación y de las sabidas prácticas en el sistema: "mande a cinco elementos de su personal, con tales características, a tal parte, tal día", que el que recibe el mensaje traduce como "ustedes (los que encuentre) se presentan en tal parte, mañana, aunque sea sábado"; y los que reciben la orden se encuentran en tal parte sin ningún interés y quejándose del día y la hora, por supuesto. Prácticas de acarreo bien conocidas. El problema es que se señalen, porque se descubre el desinterés en el proceso, y se pone en evidencia a alguien, por lo menos.

Lo sorprendente es que las mentadas de madre ni siquiera fueron percibidas.

Mi conflicto es que yo tengo que dejar ver todo, que todo debe ser transparente, aunque sea de una manera menos "presente". Un par de líneas cambiadas para decir que en los vídeos se puede ver el número de participantes, que era suficientemente pequeño como para permitir la reorganización del mobiliario, y el tiempo que tardamos en organizarnos. El resto quedó intacto.

No, no es que me tarde mucho escribiendo eso; es lo que me tardo buscando la forma de decir o hacer lo que yo creo que debe ser (o lo que quiero que sea, que viene siendo casi lo mismo). Y si estoy de mal genio, puedo tardarme un rato en encontrar la fórmula más neutra, por decir.

Al final tengo tres documentos que para algo han de servir. Por lo pronto hay una decisión: no hacer nada que explícitamente no haya sido acordado. No elaborar reportes tan llenos de contenido que seguramente sirven muy bien para justificar el uso de recursos por dependencias o personas que ni los esperaban.

Al final, con el estómago todavía revuelto por lo que yo interpreté como una solicitud de mentir ocultando información -de las cosas que más detesto- decidí que en aras de recuperar mi calma, eliminar la adrenalina que me invadía y evitar que algún inocente sufriera las consecuencias, lo mejor era irme de paseo fuera de la ciudad. Funcionó.

Al respecto, la Morra me compartió algo que, según ella, alguna vez dijo San Ignacio: "hay que entrar con la de ellos para salir con la nuestra". Sea pues ;)