martes. 16.04.2024
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Wilfred Agbonavbare: un héroe humilde para un club humilde

Pablo E. Montes Palomares

Wilfred Agbonavbare: un héroe humilde para un club humilde

Cuenta […] una vieja profecía de las más ancestrales tribus africanas […] que en el crepúsculo del milenio nacería una legendaria criatura de ébano reencarnación de Oduduwá […]

Los pueblos esperaban con impaciencia a que cumpliera la profecía pero no sabían cuándo, ni dónde se gestaría el nacimiento del bienhechor. Mientras tanto, el 5 de octubre de 1966, sin fastos ni celebraciones y con la simple compañía de sus padres, un ñu y una cebra, nació en un humilde portal de Lagos, Nigeria, el legendario salvador al que sus padres bautizaron como Wilfred.

La historia de Nigeria no es muy distinta al resto de las repúblicas africanas. Apenas consiguió su independencia en el año de 1960, después de un prolongado colonialismo protagonizado por el imperio británico. Ulteriormente una oleada de gobiernos civiles y militares, suscitados después de sendos golpes de estado, han desestabilizado las condiciones políticas de la región y con ello la economía, lo que ha derivado en condiciones sociales poco favorecedoras para su población. A pesar de lo anterior, hablar de Nigeria ahora, es hacer referencia a uno de los países del África Occidental que han aportado un legado importante para el continente entero a través de la cultura y el deporte.

Hasta el año de 1991, Lagos figuró como la capital del país. Asentado en la costa guineana, es uno de los principales puertos del continente negro. Ahora el título de capital recae sobre la ciudad de Abuya; sin embargo, la ciudad costera sigue siendo la referencia más inmediata cuando se habla del país. El futbol se desarrolló de manera amplia en la región debido a la constante afluencia de marinos mercantes, procedentes principalmente de Europa y Asia, quienes organizaban partidillos como una forma de recreo mientras sus barcos yacían anclados. Puede ser que de ahí derive el hecho de que hoy Nigeria sea considerada como una de las potencias de este deporte en su continente.

Las Águilas Verdes, mote con el que se le conoce a la Selección Nacional, fueron la revelación durante el mundial de Estados Unidos 94. El equipo llegó embalado después de quedar campeón en el marco de la Copa Africana de Naciones; estaba siendo dirigido por Clemens Westerhof, y jugadores como Rashidi Yekini, Daniel Amokachi, Emmanuel Amunike y Jay Jay Okocha, serían referentes después de conseguir el 9º lugar del torneo internacional. En ese histórico equipo, la tarea de resguardar la portería se le otorgó a Peter Rufai; como suplentes estaban los guardametas Alloy Agu y Wilfred Agbonavbare. Sin embargo, en las eliminatorias finales donde consiguieron la clasificación para el mundial, Agbonavbare fue el titular frente a Argelia y Costa de Marfil.

Wilfred nació en Lagos en 1966. Debutó en el futbol profesional de su país a la edad de 16 años, estuvo de paso fugaz por la 2da división de Inglaterra y en 1990 llegó a España para buscar suerte. Como muchos jugadores africanos que emigraban a probarse en los clubes europeos, y ante las adversidades del continente africano que no generaban condiciones para desarrollar un buen futbol en sus respectivas ligas, Willy llegó a probarse a un humilde club, enclavado en uno de los barrios más particulares de Madrid: Vallecas.

El Rayo Vallecano tiene sus orígenes en el año de 1924. Antagónicamente existe en la capital española frente a los gigantes Atlético y Real, clubes que se vinculan con ciertos sectores acomodados de la sociedad madrileña. De manera particular, el Rayo está relacionado con la gente del barrio Vallecas, pero también se ha ganado la simpatía de los extractos de la clase obrera, que no necesariamente habitan en la capital. Así, la historia del equipo vallecano es la de un equipo humilde que ha sufrido más descalabros que glorias, situación que no ha mermado el ánimo de sus aficionados, quienes a pesar de las adversidades heredan, de generación en generación, la pasión y el respeto por el equipo franjirojo.

Así mismo, pareciera que los infortunios del equipo lo hacen más fuerte e incluso lo llevan a vivir momentos de gloria. Después de sufrir descensos y gozar ascensos a lo largo de su historia, fue en 1990 cuando se entretejieron los destinos de la entidad Vallecana y Wilfred Agbonavbare, quien encontró a un Rayo jugando en la segunda división. Willy se hizo de la confianza del técnico “Felines” y fue seleccionado para jugar con el primer equipo. Aunque no se ganó la titularidad de inmediato, a punta de esfuerzo comenzó a grabar meritoriamente su nombre con letras de oro, luego de tremendas actuaciones que regaló a la afición del campo de futbol de Vallecas.

Willdfred, apodado el Gato de Vallecas, es actualmente uno de los referentes indiscutibles del Rayo Vallecano, recordado por ser humilde y honesto. Siempre con una sonrisa en el rostro, nunca perdió la sencillez con la que llego de Nigeria. Fue partícipe junto con Cota, Josete y Paco Jémez, de uno de los ascensos más recordados del equipo, el de 1992, ya que sirvió de preámbulo para que se testificaran algunas de las actuaciones más destacadas de Willy. En la temporada 92-93, en el juego que los enfrentó al Real Madrid de Butragueño, Míchel, Hierro y Zamorano, el guardameta nigeriano salió inspirado y no permitió que el cuadro merengue marcara ningún tanto, actuación memorable a decir de los testigos que dio el triunfo al equipo 2 goles por 0. Por si fuera poco, durante la misma temporada, al pagar la visita en el Santiago Bernabéu, un penal cobrado por Míchel rubricó el empate 1 a 1 en propia casa del Real Madrid.

Solo un par de anécdotas bastan para instalar a Agbonavbare en el baldaquín legendario del Rayo Vallecano. No son las únicas pero si las que lo perpetuaron, aunadas a su personalidad y su particular origen.

La historia de un héroe no puede ser completada sin algo de tragedia, pues luego de militar en las filas del club madrileño por seis años, hacia 1996 se retiró del equipo para jugar con uno de la segunda categoría, el Écija Balompíe que le abrió las puertas. Sin embargo no logró enganchar como lo hizo en el Rayo, situación que lo llevó a un retiro obligado a los 31 años.

No se había sabido mucho del Wilfred desde ese entonces; sólo se hablaba de sus hazañas y se rememoraban sus actuaciones. Permanecía en la memoria de los aficionados vallecanos, mismos que no imaginaban la desgracia en la que había caído.

Tiempo después de abandonar el futbol, la esposa de Willy contrajo cáncer de mama y la poca fortuna que el nigeriano pudo amasar de sus tiempos como futbolista, los invirtió en tratar de salvar a su esposa, escenario que lo llevó de nuevo a Madrid para financiar un tratamiento, situación que resulto infructuosa, cuando la mujer sucumbió ante la enfermedad. Y a pesar de que dicho suceso lo dejo en la ruina, nunca decayeron sus ánimos y la alegría que lo caracterizó.

La falta de dinero lo obligó a permanecer en España, donde trabajó como mensajero o cargador de maletas en un aeropuerto, y el poco sueldo que ganaba lo enviaba a Nigeria para solventar la educación de sus hijos. Así lo hizo hasta que sus fuerzas se lo permitieron, pues la vida le sería poco a poco consumida al adquirir un cáncer óseo, y aunque luchó para vencer el padecimiento fue finalmente vencido. Murió solo el pasado 27 de enero, como cuando llegó a Europa veinticuatro años atrás, en un hospital de Alcalá de Henares, sin ver a sus hijos por última vez.

Vaya un sencillo homenaje a través de estas líneas para Willy el “Gato de Vallecas”, un héroe humilde para un club humilde, que no será olvidado mientras se recuerden sus proezas en el viejo campo donde alguna vez jugó. Cada vez que un guardameta vallecano ataje algún remate e impida se marque un gol, el espíritu de Willy se hará sentir en el recinto y los aficionados corearán su nombre. Descansa, Willy.

Fuentes:

http://es.fifa.com/associations/association=nga/

http://colussoscontrakukletas.blogspot.mx/2012/03/wilfred-agbonavbare.html

http://www.iffhs.de/en/

http://matagigantes.net/