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Padre nuestro, ¿dónde estás que no te encuentro?

Gerardo Mares

Padre nuestro, ¿dónde estás que no te encuentro?

Este cortometraje del realizador Rodrigo Barquera (los signos de interrogación en el título son míos) agarra por sorpresa. En primera instancia, se trata de un relato de ficción, mezcla de temáticas entre el terror paranoico, el cine de corte apocalíptico, película de posesos y con ciertos deslices al paganismo religioso a la Ken Russell.

Con una duración de casi 25 minutos, el relato es hasta el momento uno de más largos en la producción guanajuatense… y eso que los realizadores no incluyeron los créditos de la casa productora, pero por la notabilidad de varios de sus implicados, acreditable al talento de varios integrantes del Cine Colectivo Guanajuato.

¡Vaya reto se echaron encima los entusiastas chavos! tomando en cuenta los exiguos recursos aprovechados al máximo, eso sí, en la estética de Padre nuestro…, de una factura técnica aseada, lo que ya habla de cierta evolución.

El gran problema de un producto identificable en los códigos de la fantasía, tiene que ver con los esfuerzos por hacer creíble una línea dramática piradísima, la elaboración de una atmósfera malsana que impacte y a la vez sumerja al espectador por las convenciones de lo terrorífico y que por desgracia se sobrecarga hacia el final. Digamos que sus excesos la redimen en parte.

Con algunos puntos muertos que inmovilizan la acción, la premisa, si obviamos la extraña animación que estorba y afecta a la unidad dramática, no carece de cierto interés: una profecía es vociferada en la televisión por un pastor alucinado. La Tierra se sumergirá en una oscuridad cataclísmica por espacio de tres días, en una especie de purgatorio, para expiar los pecados de una señora madura y su nieto púber, en lo que en realidad será la batalla sempiterna entre las tinieblas y luz; el bien y el mal hacinados en un vetusto hogar donde predomina una oscuridad agobiante y poderosa, contra las débiles velas de la fe a punto de extinguirse.

Sostenida en gran parte por la actuación de Lucy Buj (la otrora niña hechicera de El Libro de Piedra), el relato alcanza breves momentos de clímax inquietantes, dinamitados gachamente por un desarrollo frágil, poco trabajado y de diálogos extrañamente recitados por los personajes incidentales.

Si bien el aislamiento como generador de paranoias y la exacerbación de la violencia e irracionalidad humana a partir de un cosmos en agonía, encontraron miradas inteligentes en cineastas afines al terror como John Carpenter (La Cosa del Otro Mundo, Príncipe de la Tinieblas, En la Boca del Terror) y Frank Darabont (The Mist), no cometeremos la desmesura de comparar los inquietantes cantos a lo macabro de los autores norteamericanos con un cortometraje ambicioso pero de resultados modestos.

En el transcurso de este particular apocalipsis de bajísimo presupuesto, un hogar burgués se transformará en habitáculo del mal, en clara evocación al mito de la casa embrujada, sensación acentuada por la orgía de sonidos, susurros y rezos subjetivos. Sin embargo, el sustento literario no fue lo suficientemente convincente para sostener la tensión, cómo no lo son las continuas transformaciones del carácter de los personajes principales, que pasan de individuos paralizados por el terror a una indiferencia incomprensible a sus propios temores primarios, hasta llegar a manifestar demonios internos de voz gutural. Hasta eso, el asunto del hogar degradado para convertirse en un probable altar para el sacrificio pagano, sí que se recrea con convicción.

Muy difícil la tienen los directores que intentan recrear tramas donde se requiere capacidad para la abstracción y la creación de universos complejos. Las objeciones se minimizan cuando el empeño se ve reflejado en el tratamiento dado a las imágenes. La deuda viene en la inconsistencia del conflicto, donde se extraña parte del rigor. No está de más mencionar algunos detallitos en el roll de créditos, dónde no se otorga la mención correspondiente al responsable del score, ni a la rola de Arturo Meza, no se consigna al escritor del alucine y es bastante visible el descuido en la ortografía de los mismos, además de no consignar el año de su producción... Así no se puede competir con seriedad en certámenes fílmicos. Simbólico de la falta de conexión del producto con el espectador, resulta ser su pobre repercusión en YouTube.

Padre nuestro donde estás que no te encuentro (sic)/ D: Rodrigo Barquera de Anda/ G: No Acreditado/ F en C: Gerardo Leos y Carlos Vázquez/ E: Andrés Lugo/ M: No Acreditada/ Con: Lucy Buj, Alexis Zalazar, Isabel Guzmán y El Cholo/ P: No acreditada. México. Año: No Acreditado.

https://www.youtube.com/watch?v=s9D4IAymyLE