sábado. 20.04.2024
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CINE COLISEO

El diablo, probablemente

Gerardo Mares

El diablo, probablemente

La imaginería en el género del terror es tan rica y variada que, a pesar de no contar con una deferencia más cordial dentro del circuito de los festivales europeos de cine clase A, no falta la estima que le han profesado algunos autores de grandes vuelos, entrándole con placer culposo a la elaboración de filmes en algunos casos con pedanterías renovadoras. Entre los que han realizado una aportación legítima, inteligente y personal, se puede mencionar a Michael Mann (The Keep. 1983); Roman Polanski (Repulsión. 1965, El bebé de Rosemary. 1968, La Novena Puerta. 1999); Andrzej Zulawski (Possession. 1981), Alan Parker (Corazón Satánico. 1987) y Stanley Kubrick (El Resplandor. 1980).

A este grupo se puede unir Lars von Trier; L’enfant terrible que suele poner los pelos de punta nomás con su pura presencia en cuanto certamen le abre la puerta, y que en la mejor tradición presidencial, ha sido su propia lengua la que le propinó un contundente nocaut en el apogeo de su carrera, y que inexorablemente lo tuvo convertido en un apestado por un breve tiempo… Dueño de un exquisito sentido para la composición y asumiéndose en la pose de un poeta romántico, Anticristo bien puede disfrutarse bajo la perspectiva de un canto a lo macabro, distinguible desde la utilización de la música extra-diegética; la que tiene intención de auxiliar en la creación atmosférica, que parece orquestada por un artesano competente de imaginación limitada.

Si fuera nada más por su personalidad, cabría la posibilidad de etiquetar la conducta del realizador en la misantropía irredenta; pero lo que también queda claro a través de su fecunda filmografía, es que se trata de uno de los escasos directores que filman con una pasión arrebatada y este furor, por lo general, queda impregnado en cada uno de los cuadros que componen una obra rabiosamente personal. Nunca muy dado a la sutileza, ni siquiera en sus melodramas de folletín –Bailando en la oscuridad (2000); Rompiendo las olas (1996)-, sorprende la resolución formal en la muerte de un niño, hecho acaecido por una simple manifestación natural que está presente en la cotidianeidad humana: la ley de gravedad… y salvo el coito del prólogo, nunca más volveremos a presenciar gestos sentidos o caricias reconciliadoras entre los amantes, agobiados más bien por el peso de la culpa. Esta distancia emocional se acrecentará a medida que la desesperación y la angustia acentúen un cuadro patológico que amenaza con llevar a la mujer a un estado de putrefacción moral.

Así, el personaje interpretado por Willen Dafoe intentará reconstruir una relación fracturada hasta sus cimientos más íntimos a partir de la racionalización del dolor, en una convencional terapia de choque. En un viraje perverso, la mujer y el propio von Trier se encargarán de darnos a conocer a cuentagotas la futilidad del esfuerzo, ya que estamos ante un conflicto primario, por ende brutal y desmadrado, en medio de un microcosmos donde la manifestación del mismísimo Satán se encontrará paso a paso, en los troncos secos y podridos de árboles muertos en una atmósfera malsana, en el cadáver de un zorro en avanzado estado de descomposición y hasta en el propio refugio habilitado para la sanación.

Para ser un lugar llamado Edén, alberga demasiados demonios. De hecho, como en la célebre Evil Dead (1981) de Sam Raimi, la cabaña en el bosque oculta misterios y manifestaciones cochambrosas, develadas a partir de grabados medievales de iconografía característica. Y entonces sí, con el desparpajo de un buen churrero, el realizador danés se da vuelo mandando al carajo las pretensiones artísticas y la lógica interna impecable con que suele cimentar sus relatos, convirtiendo ipso facto a una fémina doliente en una arpía con una capacidad manifiesta para la crueldad verbal, la tortura y el sexo sadomasoquista, en un aquelarre esteticista hasta la médula.

Lo malo para la vanidad del realizador danés, es que la parte final de su pieza parece un pálido derivado de corrientes no muy apreciadas por sus excesos, como el mondo y el torture porn. De hecho, von Trier refuerza la noción fantástica que había intentado equilibrar con la pieza dramática y el manejo del suspenso de los primeros capítulos. Al terminar la pobre Charlotte en una improvisada pira funeraria (La Tía Alejandra. Arturo Ripstein. 1985) se evoca de inmediato el ejercicio de estilo del autor mexicano. Y la secuencia final es una clara reminiscencia a la célebre película de Benjamin Christensen, Häxan, la brujería a través de los tiempos (1922), quizá la obra que tuvo en mente a la hora de acometer este trabajo; fusilando, eso sí, con elegancia y descaro.

Antichrist (Anticristo)/ D y G: Lars von Trier/ F en C y BN: Anthony Dod Mantle/ E: Âsa Mossberg y Anders Refn/ M: Kristian Eidnes Andersen/ Con: Willen Dafoe, Charlotte Gainsbourg y Storm Acheche Sahlstrom/ P: Zentropa International Köln, Slot Machine, Menfis Film, Trollhättan Film AB. Dinamarca. 2009.