Es lo Cotidiano

Galeano

Pablo E. Montes Palomares

Gracias por luchar como un 5 en la mitad de la cancha y por meterles goles a los poderosos como un 10. Gracias por entenderme, también. Gracias, Eduardo Galeano: en el equipo hacen falta muchos como vos. Te voy a extrañar.
Diego Armando “Maradona”

Los días siguientes al 13 de abril de 2015 ya no serán lo mismo, Eduardo Germán María Hughes Galeano decidió que su estancia en este mundo debía terminar y que Los fantasmas del día del león debían permanecer para dar constancia de su obra. Nos abrió los ojos y dio cuenta a través de la historia, del despojo imperialista que dejó Las venas abiertas de América Latina y la sigue desangrando hasta nuestros días. Dio  noticia de ello ya que, además de su oficio de cronista, fue también un Vagamundo, que recorrió rincones inexplorados en las tierras inhóspitas de los sentimientos y las pasiones, durante Días y noches de amor y de guerra. Antes de irse nos enseñó que al balompié habría que tratarlo de Su majestad el fútbol. Disparó a gol mil y una veces, no sin antes gambetear con la poesía y driblar con la historia. Testificamos El fútbol a sol y sombra sin mediatintas o tapujos; nos mostró cómo sobrellevar y aceptar nuestra adicción a lo que ahora llaman opio de los pueblos. Se ha ido, dicen, pero permanecerá eternamente como una de las Voces de nuestro tiempo.

Para la derecha, el futbol era la prueba de que los pobres piensan con los pies; y para la izquierda, el futbol tenía la culpa de que el pueblo no pensara. Esa carga de prejuicio hizo que se descalificara una pasión popular, hasta que ingresó al campo de juego Eduardo Galeano, líbero central. A veces se cargaba en sus hombros la responsabilidad de la defensa y luego, casi a la par, fungía como creador de espacios para ir al ataque. Su partido debut fue en Montevideo el 3 de septiembre de 1940. Vio la luz como uruguayo, pero defendió las camisetas de todos los pueblos vilipendiados del mundo. Buscó su posición ideal en diferentes zonas de la cancha: obrero, pintor, cajero de banco, mecanógrafo y mensajero fueron algunas de las funciones que desempeño dentro del campo de juego, hasta que descubrió su verdadera vocación y surgió el crack. Armado con sus botines de papel y tinta desarrolló algunas de las más grandes jugadas de todos los tiempos. Yo alineé con él, en el mismo equipo; jugábamos muy bien, éramos una maravilla, pero sólo de noche mientras dormíamos.

Monte vide eu, he visto un monte, dijeron los primeros exploradores, y así se llamo aquel lugar, enclavado en el Cono Sur, la región más austral del continente. De ahí es y fue Galeano, de esa parte de donde hace calor mientras en el resto del mundo temblamos de frío. Puede ser que de ahí le venga el carácter de ir contracorriente, de su tierra de origen que va al revés de lo que se considera normal, habitual o cotidiano. Nació rico y defendió a los pobres; nació católico y se convirtió al paganismo del futbol; su ascendencia fue italiana, española, alemana y galesa, pero se identificó más con el mapuche, el tzotzil, el salvadoreño y el charrúa. Así demostró su tendencia de ser ese descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”.

Así es Galeano: un terco, un necio que se fue pero no se ha ido, testarudo hasta su final que en realidad es su principio, y así como él, creo que la muerte y el nacimiento son hermanos. Que la muerte ocurre para que el nacimiento sea posible. Y que hay nacimientos para confirmar que la muerte nunca mata del todo.

Sit tibi terra levis, Maestro.