Mi caballo de palo
Ingrid Bringas
No sé en que momento se me ocurrió dejar de ser niña.
Wendy Guerra
Aún quisiera que fuera nuevamente abril del 94´, porque ni los meses de abril ni los años se vuelven a repetir. En aquella primavera de ese año, además de la alergia, algo que me rodeaba era la música y mis primeros casetes, y es que si bien mi infancia como la de muchos otros chicos de los noventa estuvo marcada por esa transición de la música, parte de mi vida podría describirla como una sinfonía, sobre todo a la edad de 9 años, cuando te sabe mejor un casete nuevo, el olor del librillo interior, que el olor del amor, que a ningún chiquillo le interesa. En aquel abril mi abuelo escuchaba a Piporro con un Raleigh en los labios. Ahí en su voz retumbaba su canto que corría liquido como la misma infancia:
Y ora, por qué lloras,
vale más que llores de adentro pa afuera,
Porque si lloras de afuera pa adentro,
Te inundas a puras lágrimas.
Y es que la memoria y añoranza también deben inundarnos. No sé bien en qué momento dejamos de ser niños. En la música siempre esperaba escuchar el canto de mi pequeña estatura, pero en esa música sólo pude escuchar que con el tiempo no nos crece la infancia; nos crece la muerte.
Ingrid Bringas
Poeta, colabora en diversas revistas impresas y digitales, es editora y fundadora del fanzine “Cosmonauta”.
Se encuentra estrenando su primero poemario La edad de los salvajes, (Editorial Montea, 2015)