sábado. 20.04.2024
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Que 100 Tachas son nada

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Que 100 Tachas son nada

Pues sí, las son absolutamente prescindibles en el número 100 de algo. Si acaso, un elemental recuento y el respectivo paso atrás… aunque sólo para impulsar el siguiente.

Desde el número 01 de Tachas, propuesto entonces a la sólida complicidad de Alejandro García –quien nos aguantó hasta la edición 46-, este proyecto ha mantenido, como suplemento semanal del portal periodístico esloCotidiano, una insignia que nos es propia: la terquedad.

Desde entonces Tachas mantiene los equilibrios –cualquier cosa que eso sea- entre el gregarismo indispensable para animar la publicación y la condición cuasi eremita de quienes lo animamos.

Esa particularidad hace al proyecto dueño muchas veces de un espeluznante localismo, pecado mortal en un universo tan web como el que ahora nos permite estar escribiendo –uno- y leyendo –otros- casi al mismo tiempo. Pero también lo vuelve ávido –desde esta parte de la mesa, por lo menos- de pasar más allá de la escritura, a la conversación desde y sobre lo que se escribe, entre quienes lo escriben y lo leen, etcétera. Y eso sí que puede ser expresado como asignatura por cubrir en lo sucesivo, y para allá iremos en gran parte de lo que sigue.

Tachas se propone ser a partir de sus siguientes números –despacio pero sin pausa- una publicación cada vez mejor estructurada, siempre legible, revisitable como las experiencias que dejan huella, por encima de la aparente inmediatez de un medio web al que por tal naturaleza pudiera caracterizar la efimeridad por más de un motivo: su condición de ser una más entre los millones de proyectos editoriales que pululan en estos no-territorios,  y/o su inaparente inasibilidad física, entre otros motivos.

Y como el mandato A lo que te truje, chencha ya está tronando los dedos al oído, y como ya se  adivina el parpadeo del verbo cantinflear desde la primera línea de este texto, optaremos por entrar en materia –por lo pronto- y poner en tu mesa lectora un Tachas siempre terco, pero cada vez más tuyo.

El equipo entregó, a propósito de esta ocasión, textos que inician con Cien, de Jaime Panqueva.

Arrellanado en el deporte de alto riesgo que implica su butaca en pleno Cine Coliseo, Gerardo Mares Rodríguez se propuso esbozar un panorama sobre la forma en que vemos y escribimos sobre cine en su, nuestro entorno local –al que no hará falta, suponemos, defender su condición global.

Guillermo Cano, diarista devenido en feliz impulsor del ajedrez –desde siempre como practicante y promotor, pero ahora también como instructor-, traza las pálidas líneas de lo que en algún momento será materia para una historia de la inteligencia ajedrecística en las provincias desde donde Tachas anida, con Una historia de cuadritos.

Federico Urtaza pone en letras la cordial exigencia necesaria para buscar, ansiar y hurgar en la experiencia cinematográfica algo que la lleve mucho más allá que una simple historia de monitos en movimiento distrayendo los minutos de alguien sentado en su pasiva observación, y propone Por qué afinar los sentidos.

Edgard Cardoza,  encarrerado en su aliento de poeta mayor, enuncia un Plan de vuelo al que más vale atender parado, en afanes de conjuro.

César Zamora aborda un tema que desde su localista universalidad es nuestro cada que lo visitamos: Efraín Huerta, el universo poético del Gran Cocodrilo.

Pablo E. Montes, especialista en desentrañar los tres pies de este gato adulterado en que el  mainstream suele mutar al deporte, aborda el Futbol y guerrillas.

Y sólo para dejar constancia, insertamos nuevamente aquí la parte nodal de aquel texto en que Alejandro García presentaba el número 01 de este suplemento: ¿Por qué Tachas?

Bienvengamos al festejo.