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CINE COLISEO

Amor Apache

Gerardo Mares

Amor Apache

El término torture porn, de evidente carga peyorativa, es atribuido al crítico David Edelstein a efectos de calificar la violencia extrema que se reveló en la película Hostal (2005), filme realizado por el germano Eli Roth, avalado por Quentin Tarantino y cuyo trancazo de taquilla al parecer abrió una caja de pandora.

Esta tendencia fílmica de corte truculento, que ni es tan provocadora como varios fanáticos presumen, se alimenta de varias corrientes de cine que tienen su pasado bien ganado; hibridaciones y mezclas que convierte a este subgénero en un pastiche perfectamente delimitado, de tramas predecibles, de un aburrido considerable, con cierta tendencia al esquematismo además de una ambigüedad moral bastante cuestionable.

Digo, no es nada grato estar presenciando mutilaciones a cada rato y que encima la película nos esté choreando que los personajes se lo tienen bien merecido por andar de calenturientos practicando el amor apache, como si se tratase de un velado tono de advertencia para nosotros, los espectadores…

Cronológicamente, las estéticas que nutren al torture porn están ubicadas a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta. Y las temáticas más socorridas son el thriller erótico urbano en su vertiente de violación y venganza, la explotación exagerada de la violencia propia del género mondo con su consecuente propaganda sensacionalista, mezclada con la estética artificiosa del splatter y del giallo. O más en específico, de la obra del tablajero Dario Argento como el referente perfectamente reconocible por el espectador leonés.

Entre los precursores poco honorables del también conocido como Gorno (acrónimo de gore y porno) podemos citar la salvajísima I spit in your grave (1975); The last house on the left (1978); inclusive se pueden identificar ciertas concordancias con los desopilantes churros sanguinolentos de Herschell Gordon Lewis realizados en los años sesenta.

Lo que si queda bastante claro para los espectadores que disfrutan estas bazofias modernas, o al menos eso quiero pensar, es que nunca podrán acusar de sensibles, sutiles o timoratos a los principales responsables de estas odas al sadismo. A pesar de estar enclavadas en el gueto genérico del terror, aquí si puedo manifestar sin pudor ni vergüenza cierto grado de ignorancia y valemadrismo.

Si acaso he revisado con curiosidad varios filmes relativamente inquietantes: Martyrs de Pascal Laugier, quizá la mejor de todas y sobre la que hablaremos en una colaboración futura; Viólame, el rudísimo tour de force realizado por Virginie Despentes; Funny Games, un inopinado y aburrido remake dirigido por Michael Haneke a una película previa de su autoría; The Collection, un desopilante churro de Marcus Dunstan que lleva eso de la temática del asesinato serial a niveles de genocidio… y en abonos, tanto El Juego del Miedo como la película que abre el presente texto y que manifiestan a cabalidad la estética del subgénero, la previsibilidad de sus argumentos, la exagerada inverosimilitud de sus secuencias shock, además de sacarle la vuelta por vía de la elipse a ese complicado asunto de la vejación sexual, a pesar de los tiempos violentos que vivimos. Lo que termina por afectar irremediablemente el resultado final.

No obstante lo anterior y que la opinión de los “expertos” suele importar un comino a medio mundo, este tipo de cine se ha convertido en una corriente cinematográfica altamente popular, de enormes ganancias y de manufactura internacional –existe torture porn en Asia, Europa, por supuesto en Estados Unidos o donde el marco legal lo permita, y ha llegado para instalarse en nuestro país, eso sí, con ambiciones autorales en Daniel y Ana y Después de Lucía de Michel Franco y Somos lo que hay de Jorge Michel Franco.

Y la cochambre también proviene de Serbia, un país que ha dado algunos creadores de talla internacional (Emir Kusturica, por ejemplo) de los que se pueden sentir bastante orgullosos; aunque el presente trabajo de Srdjan Spasojevic no abone en mínimo grado para agrandar el honor cinematográfico del país balcánico.

Sinopsis: Milos, un actor porno en un retiro forzado, es invitado por Marija a que participe en el nuevo proyecto de Marko, un desconocido realizador. Al principio reticente, Milos acepta convencido por su esposa Lejla y por la situación económica por la que atraviesa la familia. Al darse cuenta que ha entrado a un mundo de pederastia y sometimiento sadomasoquista perpetrados por un grupo de mafiosos que se hacen pasar por cineastas, Milos intenta romper el acuerdo pero es drogado. Y en ese estado psicotrónico, el actor convertido en una bestia lujuriosa y furibunda, fornica y decapita a una joven mujer instigado por Marko. Raptada la familia del actor por varios secuaces del cineasta, el actor sodomiza a su hijo mientras su envidioso hermano viola a Lejla, convertidos en carne de cañón del video snuff y quienes yacen inconscientes con el rostro oculto. Al darse cuenta de la trampa, en un feroz ataque irracional, Milos asesina al crew donde incluso utiliza su pene erecto como ¡arma punzocortante!…   

Precedida por el escándalo judicial que casi lleva directo a la cárcel al director del festival de cine fantástico de Sitges, Ángel Sala, por haber programado y exhibido un filme aborrecido por un titipuchal de gente, en parte porque contiene una desvergonzada  secuencia elíptica donde se viola a un recién nacido y Marko, uno de los personajes supuestamente tenebrosos, brama con arrogancia la inauguración del porno neonatal como si fuera un alumno aventajado de Russ Meyer; el suceso que implicó al promotor cultural hispano inmediatamente nos obliga a recordar algo similar ocurrido a Ruggero Deodato con su tristemente célebre Holocausto Caníbal, su no del todo comprobado encarcelamiento posterior y que parecería que ya no deberían de ocurrir este tipo de coacciones a la libertad de creación, y otro tanto por la permisividad de los tiempos actuales…

Esto no ha sido así en esporádicas ocasiones en el arte cinematográfico, de tal modo que el conflicto generado logró beneficiar a los productores de A Serbian Film con una publicidad gratuita nada desdeñable; por lo demás, una película que muestra de manera evidente el cuadro sintomático ya descrito. Como se puede leer en la escueta descripción de la película donde se relata algo mediamente interesante, queda evidenciado que dichas líneas argumentales no son precisamente un dechado de originalidad literaria aplicada al cine, un tema que ya había sido abordado por Joel Schumacher en 8 mm y con un poco de mayor agudeza e intriga en Tesis de Alejandro Amenábar.

Y es que si de algo peca este pesado thriller balcánico, es de sugerir situaciones de un alto grado escatológico que nunca se ven reflejadas en la pantalla. Esto se puede deber por culpa de los mentirosos y manipuladores trailers que circulan en la red. Las secuencias eróticas son tan falsas y mojigatas que producen cierto grado de irritación y por ello bien merecerían pertenecer a una antología del cine pornosoft chafa que proyecta Cinema Golden Choice los sicalípticos sábados por la noche; secuencias dizque lúbricas dignas de ser exhibidas en una vulcanizadora.

A la recreación de los asesinatos y de la violencia en general, si bien no están tan mal filmadas como se podría suponer, no ayuda mucho una decapitación truqueada de manera artesanal, lastrada además, de un humor involuntario que hace brotar la carcajada de manera estrepitosa. Y un poco de pena ajena… con valores de producción más refinados que los churros viejitos consignados, una estética cuidada que acentúa el carácter artificioso de la trama, la cinta promete mucho y cumple muy poco, en vista de las expectativas planteadas al público.

Incluso se ve superada con la ornamentación menesterosa, el feísmo documental de bajo presupuesto y el humor enfermizo militante de varios especímenes del “mondo”; humor insalubre que no ha alcanzado las grandes cotas en nuestra ciudad desde que se proyectaron Este Perro Mundo 1 y 2, La Locura Americana en sus tres versiones y algunas otras joyitas por el estilo.

De imposible proyección comercial en nuestros lares, no sería nada raro que esta insufrible bazofia se convierta en el futuro cercano en un filme maldito, una inmerecida distinción para la posteridad para una obra lastrada por la solemnidad más pretenciosa; delito, este sí, por el cual todos los presuntos implicados deberían ser entambados a cadena perpetua y condenados a ver una y otra vez su delirio provocador.  

A Serbian Film (Srpski film)/ D: Srdjan Spasojevic /G:Aleksandar Radivojevic, Srdjan Spasojevic / Ed: Darko Simic/ F en C: Nemanja Petrovic/ M: Sky Wikluh/ Con: Srdjan Todorovic, Sergej Trifunovic, Jelena Gavrilovoc, Slobodan Bestic, Katarina Zutic/ P: Srdjan Spasojevic para Contra Films/ Serbia. 2010.