miércoles. 24.04.2024
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Conocidos como Los Güarichos

Conocidos como Los Güarichos

En mi pueblo se le llama así a una variedad de avispas. Negras, de cintura estrecha y picadura ponzoñosa. Se apropian de los colmenares y se alimentan de larvas, miel y polen. Luego se van comiendo las estructuras por dentro. Y te das cuenta sólo cuando cae el panal vacío y destruido, inútil. Pero cuando esto sucede, ya se han ido a infestar otra colonia.

Y eso eran, precisamente. Peores que zánganos (por lo menos éstos sirven para perpetuar su especie). Dañeros.

Pedro y Pablo, para la familia; eran gemelos, idénticos. Inidentificables, incluso para su madre, cuya subnormalidad mental rayaba en la estulticia. Su padre, discapacitado a su vez por los excesos, hacía la vista gorda a las quejas de los empleados. “Son niños…” respondió displicente cuando alcoholizaron a la perra del velador. Cuando supo que murió intoxicada, el mismo día que la habían vacunado, soltó la carcajada.

Pedro embarazó a una niña en la secundaria. Pablo era conocido por sus desviaciones hacia niños de su mismo sexo. Los dos, a su manera, eran insaciables. Circularon filmaciones de animales torturados. Luego, ya sin cámara testigo, se supo de jóvenes a quienes “recompensaban” con drogas o alcohol.

Cuando Pedro llegó a la edad de “merecer” contrajo matrimonio con una chica sin antecedentes. Sin pasado, no sabía que cancelaba así su futuro. Pablo ahí sigue, jugando al Michael Jackson.

Pedro tuvo a su hija casi al año de la fastuosa ceremonia, con la que los oligarcas locales celebran la continuación de su linaje. Pero no se le perdonó el varón que nunca llegó. De hecho, Karlita fue la única que procreara. Engendramientos hubo, y varios. Pero el “nombre” y la “sangre” no son piedras que anden rodando caminos.

Las cosas comenzaron mal entre sus padres. Nunca se habló de que Nita (la mamá) era sistemáticamente abusada, desde que empezó a “salir” con Píter. Física, emocional y sexualmente. Por lo que cuando fue anunciada su petición de mano, sintió que su “honor” estaba a salvo. El embarazo se dio cuando finalmente el marido la “conoció” bíblicamente. La preñez lo alejó. El puerperio selló el rumbo de la relación. Ella comenzó a confiar el cuidado de la nena a la servidumbre (por eso se les paga), en tanto aturdía su circunstancia con somníferos y antidepresivos, que conseguía a cambio del pago de una receta a un muelero bajo de consulta.

Karlita se fue desarrollando de modo “normal” para su edad y condición. Consentida por los abuelos, malcriada por las abuelas. Al llegar a la secundaria era un prodigio como guitarrista en una banda escolar. Pero empezaron las compañías “inapropiadas”, por lo que se fue a Canadá a “perfeccionar” su inglés, un poco antes que los de su generación. De allá llegó usuaria de todo tipo de sicotrópicos. Usando tatuajes escandalosos. Un vocabulario indigno en un marinero trascontinental. Vistiendo ropa indefinida. Y acosando jovencitas más chicas.

Los Güarichos ahora son tres.

Pero el destino no distingue pinta ni color. Ni sabe de matemáticas.

Un día llamaron a Píter el abogado. Que lo recogería un amigo. En tanto iba recorriendo el camino al destino, repasaba lo que haría con el nuevo “bomboncito” que le presentaran. Para eso son los amigos. Se relamió cuando agarraron la subida del cerro del Muerto. Debieron aplicarle un shot cuando llegaron al huizache. De la rama principal colgaba su heredera. La autopsia reveló un “autoahogamiento”, procedimiento autoerótico en que el placer consiste en la asfixia. Y tres meses de embarazo gemelar.

Las Güarichas en Colombia son las profesionales del placer de baja estofa.

Pedro y Pablo viven una vida “normal” en Tartufópolis. Y de nuevo, son dos contra el mundo.