jueves. 25.04.2024
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PALABRA VIVA

Es la magia

Vicent Velázquez

Es la magia

Los científicos dicen que estamos hechos de átomos
 pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias.

Eduardo Galeano

Corría el mes de mayo del 2010, me encontraba en el 6° semestre de la Licenciatura en Sociología. Como en todo fin de ciclo, estaba agobiado por los trabajos finales y actividades que debía realizar: reportes de lectura, ensayos musicales y textuales, tocadas, exposiciones, en fin…Tenía un mundo de cosas por hacer. En aquellos días, y urgido de comprar materiales para una exposición que tenía que presentar sobre el tema del Poder y la desigualdad, me dirigí a una papelería ubicada frente a la Alameda de San José Iturbide, la ciudad donde he vivido la mayor parte de mi vida. Caminando de mi casa al lugar, los nervios y la preocupación recorrían todo mi cuerpo pensando en que no me iba alcanzar el tiempo para realizar todas las tareas y actividades pendientes, y tratando de poner en claro en mi mente algunas ideas sobre cómo presentar un tema tan complejo.

Al llegar a la Alameda, las “campechanas mentales” en las que andaba se interrumpieron cuando de manera súbita e inesperada llegó un balón de fútbol a mis pies. Sorprendido, volteé para todos lados buscando el dueño de la pelota. A los lejos, un niño y una niña levantaron sus manos y me gritaron: “¡es de nosotros, échale!”...acto seguido… les chuté el esférico que, como bien dice Eduardo Galeano, “a muchas almas da alegría cuando se eleva con gracia y son muchas almas las que se estrujan cuando cae de mala manera”. Una vez que se los regresé, no di ni 20 pasos cuando los dos chavitos me alcanzaron corriendo e interrumpieron mi caminar, diciéndome con su tierna voz: “oye, Amigo, ¿no quieres jugar con nosotros?, ¡andaleee!, ¡andalee!”…

Sorprendido ante su invitación, les contesté con algo de prisa: “híjole… tengo muchas cosas qué hacer, no tengo tiempo”…

Ante mi apresurada y negativa respuesta, uno de los pequeños me dijo algo que jamás olvidaré:

“nunca digas que no tienes tiempo para jugar, ¡porque jugar es lo más importante que hay en la vida!, Andaleee, juega con nosotros”.

Al escuchar esto me quede, como diría don Benito Lara: “anonadado, atónito, estupefacto y sorprendido”. En un primer momento no dimensioné la fuerza que contenía aquella frase y sólo me limité a decirles, conmovido por su ternura: “Va… Juguemos un ratito”. Y Durante algunos minutos estuvimos jugando fut en la Alameda, gritando los goles, barriéndonos en el césped, en fin…pasándola chido liro. Después de un rato, me despedí de ellos y continué mi camino. Al regresar a casa, ya con más calma “me cayó el veinte” sobre lo que aquel niño me había revelado en un brevísimo instante: lo peor que podemos hacer con la vida es dejarla ir –como diría León Chávez Texeiro- “como la mugre en el lavadero”, porque el juego es la vida que sonríe como nunca cuando la imaginación le hace cosquillas al alma.

 II

Un día de julio del 2011, como tantos hombres y mujeres del noreste, regresaba en un camión verde de la ciudad de Querétaro a San José Iturbide, cumpliendo un trayecto que he realizado incontables veces en el que, para no aburrirme, suelo escuchar música, leer algún libro, periódico o revista, o si de plano ando muy cansado y desvelado, me duermo. En innumerables ocasiones he visto desfilar por los pasillos de los autobuses a vendedores de golosinas, músicos urbanos, payasos, timadores que se hacen pasar por lisiados, migrantes y gente con capacidades diferentes pidiendo ayuda.

Esta vez, y mientras escribía con emoción en un diario algunas sensaciones y experiencias recientes, un mago subió al camión. Al principio la mayoría de la gente no le pusimos atención. Y es que todos veníamos en nuestro propio viaje: unos hablaban por el celular, otros conversaban sobre cómo les había ido en la chamba, unos más leían y otros simplemente miraban por la ventana. De pronto, el mago soltó juguetonamente una frase: “¡dejemos que la magia haga su trabajo!”, y empezó a llevar a cabo su rutina. Todos nos quedamos “de a seis” por lo que nuestros ojos empezaron a ver. En unos cuantos minutos nos quedó claro a todos que aquel no era un mago cualquiera, sino un verdadero artista que, iluminando el tiempo y el espacio de manera sorprendente, irrumpía en la rutina gris y monótona en la que todos estábamos inmersos hasta antes de su arribo. Cada que el mago terminaba algún truco, el camión entero celebraba el acto con efusivos aplausos. Jamás había visto que sucediera algo así en un transporte público. Quizá la imagen más emocionante que vi en aquel momento tuvo lugar cuando un niño que estaba a mi lado se quedó con la boca abierta al ver como un bastón se transformó en una estela de fuego y de un sombrero salió una paloma. Al percatarse de esto, el mago se le acercó al chavito y le susurro al oído: "es la magia, nunca se te olvide”... Cuando escuche esto me estremecí. Fue como una señal que se sincronizaba con el momento que estaba viviendo. Entendí que la vida no se reduce a las inercias a las que suele someternos la rutina cotidiana, sino que siempre está latente en ella el asombro, la pasión, el riesgo, la hermosa locura de ser libres, los desafíos diversos, el amor por lo que uno hace gracias a los dones recibidos, la imaginación creadora y mucho más, sorprendiéndonos cuando menos lo esperamos… o tal vez cuando más falta nos hace no olvidar que hay mucho de magia, milagro y juego, en el hecho de existir.